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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

De Judas a Lázaro

Sánchez sólo puede llegar a La Moncloa pactando con Podemos y granjeándose la abstención nacionalista

Pedro Sánchez interviene en el Congreso, el miércoles. ULY MARTÍNFoto: atlas

El acuerdo entre Podemos y el PSOE no lo aprueba Ciudadanos. Y el acuerdo de Ciudadanos y el PSOE no lo aprueba Podemos. Es la conclusión prevista, inevitable, de una reunión tan larga como estéril, pero llama la atención la resistencia de Antonio Hernando a reconocer que el único camino hacia la investidura requiere una traición polifacética de Pedro Sánchez.

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Se apresuraron a llamarlo Judas los cachorros del PP, conscientes de que la gran amenaza a la resurrección mariana estriba en que el líder socialista madure con Iglesias la alianza explícita (PNV) e implícita de los nacionalistas catalanes. Cumplirían el requisito aritmético, pero semejante hipótesis exige desobedecer la doctrina del Comité Federal del PSOE y reventar el acuerdo con Ciudadanos. El premio, nada menos, sería La Moncloa. El castigo consistiría en la inestabilidad. O en las represalias que pudieran adoptar las baronías socialistas refractarias al demonio separatista. No digamos si Susana Díaz, provista de su bala de plata, amenaza con sabotear la investidura movilizando en contra de Sánchez a los diputados andaluces y predisponiendo incluso la hipótesis de un cisma incendiario.

Se explica así que Hernando insistiera en la vigencia del acuerdo con Albert Rivera —"somos un partido serio"—, aunque hacerlo significa admitir la inminencia de las elecciones anticipadas y relativizar el contenido de la reunión clandestina que Sánchez mantuvo con Junqueras.

El PSOE y Podemos han cultivado a espaldas de Rivera la afinidad de los partidos independentistas. No ya con un argumento tan convincente como la evacuación de Mariano Rajoy, sino encubriendo ante la hipersensible opinión pública la existencia de cualquier compromiso político explícito.

Sería la manera con que Sánchez podría convencer a su partido de que no ha habido acuerdos de legislatura con el ogro soberanista. Y que no puede oponerse él mismo a una eventual abstención de los independentistas, menos aún cuando le proporcionan la llave de La Moncloa.

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Requiere cinismo y tragaderas el planteamiento. Y podría vincularse al criterio de la militancia. Un recurso plebiscitario que ya ha utilizado Sánchez para sobreponerse al control del Comité Federal y que le permitiría recrearse en un pacto de la izquierda que apuntala el mantra del gobierno del cambio.

"No se lo vamos a permitir bajo ningún concepto", me confiaba un miembro del propio Comité socialista con más énfasis que convencimiento, pero Sánchez tiene decidido agotar todos los recursos y explorar todos los caminos para intentarlo, aunque sea vendiendo la cabeza de Albert Rivera por 30 monedas de plata. Y lo hace desde una salud política desconcertante. Perdió las elecciones. Perdió la investidura, así es que el papel de Lázaro le encaja mejor que el de Judas.

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