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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Iglesias y el beso de Tosca

El líder de Podemos cambia la máscara triste por la alegre para vampirizar a Sánchez

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante la sesión plenaria celebrada este viernes.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante la sesión plenaria celebrada este viernes.Javier Lizón (EFE)

La relación de Pablo Iglesias con la idea teatral de la política explica que unas veces aparezca con la máscara triste y otras comparezca con la máscara alegre. Alterna una suerte de bipolaridad igualmente propicia esparcir cal viva que a regalar un beso apasionado.

Por eso conviene desconfiar de su estrategia de cortejo. Iglesias quiere besar a Sánchez, es verdad, pero con los colmillos afilados y en la yugular. Quiere vampirizar al líder socialista, convertir al PSOE en un partido anémico.

Y tiene el derecho a hacerlo. Porque su estrategia consiste precisamente en adjudicarse el liderazgo de la izquierda. Primero se ocupó de IU. Ahora lo hace con el PSOE en una estrategia de maltrato patológico, como ha escrito John Müller. Cuando Iglesias se percata de que se le ha ido la mano, opone a continuación una mueca sonriente y conciliadora. Y siempre tiende una mano, cuando el problema es la otra mano.

El beso que propuso Iglesias con su máscara sonriente no fue el de Morfeo, sino el de Tosca, heroína de la ópera de Puccini que venga el acoso del barón Scarpia clavándole un cuchillo en el pecho cuando piensa éste haberla seducido. "Questo è il bacio di Tosca", exclama la diva, viendo caer al coloso delante de sus pies.

La escena es un buen escarmiento y una efectiva advertencia, aunque la jornada de ayer en el hemiciclo no parecía tanto una ópera seria como un vodevil embarazoso. Y vergonzoso también, toda vez que sus protagonistas frivolizaron con la emergencia política en una competición que parecía premiar al mejor comediante.

Iglesias fue el primero. Neutralizó la sobreactuada beligerancia mitinera del miércoles con otra sobreactuación compensatoria. Ya no fruncía el ceño ni perseveraba en la agresividad. Anteponía un espectáculo de amor empalagoso, como si fuera Romeo cortejando a Julieta, lejos del odio visceral entre Capuletos y Montescos.

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En vano evocaba a Shakespeare el líder de Podemos. Y en vano podríamos citar al príncipe Hamlet en la fortaleza de Elsinor: "Dinamarca, Dinamarca". Despertemos del sueño danés y dejemos de hacernos los suecos. Si el parlamento es la cámara de representación popular, no somos sino una corrala, una subasta de pescado, un aguafuerte fratricida de Goya por los siglos de los siglos.

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