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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cambio y la pedagogía económica

Las medidas para generar empleo solo puedan ser creíbles si hay una catarsis política que hasta ahora no hemos visto

Santiago Carbó Valverde

Lo repetía una y otra vez este martes el candidato en la sesión de investidura: “el cambio es lo que quieren los españoles” pero ¿qué es el cambio? Quisiera creer que, al menos en una medida importante, es hacer pedagogía económica responsable. Hay una parte esperanzadora y es el espacio común para el acuerdo, que en muchos puntos del discurso se atisbaba como posible. Pero también hay un peligro de virar de la pedagogía al populismo cuando se apuesta por medidas sin explicar su financiación, o cuando los derechos programáticos se quieren hacer obligaciones sin incentivos ni planificación financiera. Y también hay riesgo al sugerir que lo mejor es romper con todo lo que se haya hecho en los últimos años.

Tras cuarenta minutos de declaración política de buenas voluntades, Pedro Sánchez explicó en otros cuarenta un programa económico y social en torno al empleo, la reducción de la desigualdad, la lucha contra la corrupción y el papel de España en la UE. Un esquema muy atractivo porque, en la situación actual, la pedagogía económica solo puede calar en los ciudadanos si hay pegamento social, si se recompone el puente de confianza entre política y ciudadanía. En esa misión hemos fracasado políticos y economistas.

Las medidas para generar empleo o fomentar la igualdad solo puedan ser creíbles si hay una catarsis política que hasta ahora no hemos visto. Ha habido un pacto con elementos de reforma constitucional que avanzaba en ese sentido y que seguramente sería asumible por más partidos de los que lo han acordado. Puede que quede para más tarde , pero sería un comienzo en algún momento.

Lo que no hay mucho espacio es para descafeinar esos elementos comunes. Al tiempo que se escuchó este martes hablar de racionalizar las administraciones, ya no se oyó nada de suprimir diputaciones. Al abordar la recuperación del gasto social, se volvió a hablar de “austericidios” y otros términos demasiado fáciles de usar. En todo caso, en un contexto fiscal más amplio, se empieza a asumir que gobierne quien gobierne el objetivo de déficit se relajará.

El problema del desempleo difícilmente se va a resolver con un nuevo estatuto de los trabajadores o derogando la reforma laboral. Hay más acuerdo del que pueda imaginarse en que hay que mejorar la productividad pero pocas medidas para hacerlo. Y la energía en España no requiere solo decir “no” al fracking sino fijar, de una vez por todas, un modelo energético para el largo plazo.

Hay que tomar los elementos comunes —porque, además, reconcilian con la ciudadanía— y, a partir de ahí añadir otros elementos con un análisis económico responsable. Y para lo que falte, más Europa, aunque la UE afronte duros retos también. Lo demás es populismo o aislamiento.

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