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El tabaco ‘pata negra’ se dispara con la crisis

Fábricas ilegales producen tabaco desde 2013. Son bandas con redes de distribución y tecnología punta para imitar con precisión grandes marcas

Javier Martín-Arroyo
Fábrica ilegal de tabaco desmantelada por Vigilancia Aduanera.
Fábrica ilegal de tabaco desmantelada por Vigilancia Aduanera.

La crisis ha disparado el consumo de tabaco de contrabando. Y ante el nicho, el ingenio de las mafias se aceleró. Consecuencia: importaron maquinaria pesada, tabaco a granel y mano de obra barata para levantar fábricas ilegales de este tabaco denominado pata negra o polvorón. Alta tecnología procedente de Europa del este para generar hasta 40.000 cajetillas a la hora, y redes de distribución castizas y asentadas para llegar al consumidor en plena calle, sin filtros, ni impuestos, claro.

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Este fenómeno fabril, nacido hace una década en Europa y desconocido hasta hace dos años en España, sigue latente a pesar de que las fuerzas de seguridad han desmantelado ocho grandes factorías repartidas por todo el país. Porque una de cada 10 cajetillas aún se distribuye por canales alternativos a los estancos y bares, y las mafias que trafican con tabaco desde Gibraltar no acaparan todo el comercio ilícito (hoy en el 10,5%, según la Mesa del Tabaco que aglutina al sector).

Las bandas criminales desarticuladas en los últimos dos años son una alianza entre mafias extranjeras y patrias. Si las organizaciones lituanas, polacas o griegas aportan el conocimiento técnico para producir cigarrillos a gran escala y cajetillas copiadas con extremada precisión, las españolas buscan los polígonos industriales o fincas remotas donde camuflar y silenciar estas fábricas, además de engrasar la pirámide de la distribución para llegar hasta la población fumadora (el 24% del total). Porque tras succionar el tabaco a granel, liarlo e introducirle los filtros, hay que empaquetarlos, colocar los precintos e introducir las cajetillas en cartones.

‘Matuteros’ y lanchas rápidas desde Gibraltar

Las mafias que transportan tabaco de contrabando desde Gibraltar a La Línea de la Concepción logran continuar con sus actividades ilícitas a pesar de los controles. Cuando los matuteros —contrabandistas— afrontan más inspecciones en la Verja para detectar sus cartones ocultos en coches y motos, las lanchas que desembarcan de noche en las playas vecinas se multiplican. "Aprietas un agujero en la pared y sale por otro lado", ejemplifican fuentes de la Agencia Tributaria. Al contrabando se une la escasa colaboración de las autoridades británicas para que las investigaciones avancen: "Jamás nos han hecho una gestión. El resto de países colaboran, los ingleses no te miran nada a no ser que sean estafas y cometidas en su país", apuntan fuentes de la Guardia Civil.

“Se traen las máquinas desde Polonia o Bielorrusia y les quitan las placas para que transiten sin controles como maquinaria agrícola. Y demuestran gran profesionalidad por la alta calidad de las cajetillas, a pesar de que mantengan personal trabajando en condiciones de casi esclavitud”, ilustran fuentes de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria. “El contrabando es muy oportunista, es una evolución, y del menudeo se pasa a la gran escala”, añaden.

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Los talleres ilegales han estado muy repartidos por el país, desde Vitoria, pasando por Toledo, Madrid o Sevilla. En la provincia andaluza cayó una de las últimas bandas, un grupo organizado que rompió el patrón de ubicarse en polígonos industriales. Los contrabandistas escogieron una finca aislada y sin electricidad a las afueras de Castillo de las Guardas. Nadie en el pueblo sospechó nada porque nadie vio nada. Los trabajadores nunca abandonaban las instalaciones porque la fábrica se alimentaba de dos gigantescos generadores “que comían gasoil”, remarcan desde el Equipo contra la Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA) de la Guardia Civil. Para evitar ser divisados desde el aire, habían ubicado una gigantesca campana que disimulaba los humos. “El malo aprende, se recicla y se actualiza”, subrayan los investigadores.

Sin embargo, la eclosión de estas factorías parece haber menguado el último año en paralelo a la cuota de mercado del tabaco de contrabando y los golpes policiales. Tras cinco años de ascenso y pasar del 3,9% en 2010 al 12,5% en 2014, el pasado verano bajó al 10,6%. La cuota de tabaco pata negra se calcula con un estudio semestral que en mayo recogió 14.983 cajetillas de cigarrillos de las papeleras de 58 ciudades.

La razón del éxito del pata negra entre la población azotada por la crisis es clara: el bolsillo. Un fumador de dos paquetes al día puede gastar en un estanco hasta 300 euros al mes, mientras que si aborda al vendedor callejero puede ahorrarse hasta 100 euros. Una fortuna para muchas familias. De ahí que el porcentaje de tabaco de contrabando se dispare en Extremadura (31%) y Andalucía (34%). Esta comunidad suma el contrabando desde Gibraltar, que importa a sabiendas más tabaco del que su población puede consumir. “El nivel de este tabaco tiene que ver con la concienciación ciudadana”, opina Mario Espejo, presidente de la Unión de Estanqueros. Espejo confía en recuperar los bajos niveles de consumo de tabaco ilegal alcanzados en los años 90. Al margen de la economía de los estanqueros, el contrabando perjudica seriamente a las arcas del Estado. El 80% del valor de un paquete lo representan sus cargas fiscales.

Los consumidores admiten que la calidad es peor, pero sin una diferencia abismal. Las mafias incumplen los controles sanitarios, pero muy rara vez se aventuran a experimentar y mezclarlo. Si lo hicieran se arriesgarían a condenas mayores. Tras su detención, la mayoría afronta penas por contrabando que apenas superan los dos años de prisión.

Con las Fuerzas de Seguridad y la OLAF (Oficina contra el fraude de la UE) colabora un equipo especializado de la multinacional tabaquera Phillip Morris con detectives, auditores y abogados para perseguir la venta alegal. Sin embargo, es difícil frenarla. “En mi pueblo más de 10 [personas] lo venden directamente a tres euros”, relata María del Mar González en Aznalcóllar, un pueblo sevillano castigado por la crisis.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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