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Elecciones generales
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una confusión peligrosa

Se ha demostrado que muchos partidos no tienen ni idea de cómo alcanzar los pactos

Francesc de Carreras

Tras tantos meses hablando de la necesidad de pactos parlamentarios y en la primera semana se ha demostrado que muchos partidos no tienen ni idea de cómo alcanzarlos. ¿Dónde está, pues, la famosa cultura del pacto?

En los sistemas parlamentarios, las elecciones tienen dos finalidades primordiales: representar a los ciudadanos y formar Gobierno. La primera la llevan a cabo los electores al depositar su voto; la segunda, los diputados al elegir presidente del Gobierno. Pero los ciudadanos, antes de votar, cavilan durante unas semanas quién les va a representar mejor; los partidos, tras las elecciones y a la vista de los resultados, deberían hacer lo mismo. Pero no sucede así. Al rato de conocerse los resultados nuestros políticos ya escogen o rechazan pareja de baile y hasta señalan sus líneas rojas. Parece que siguen en campaña, piensan más en el futuro de su partido que en el de su país. Además, algunas formaciones están sembrando una gran confusión. El PSOE por desatar una lucha interna, lógica si nos atenemos a sus magros resultados, pero que no facilita la tarea de formar Gobierno. Aunque más confusión añade Podemos por su desprecio y desconocimiento del derecho. Ya sabemos que los partidos populistas, como es el caso de Podemos, dan poca importancia a las reglas jurídicas: para ellos el derecho es un instrumento del poder político pero no un límite a su ejercicio.

Aquí Podemos no sabe cómo se constituyen los grupos parlamentarios ni lo que es el derecho de autodeterminación, al que denomina, como los nacionalistas catalanes, derecho a decidir. No lo sabe o no lo quiere saber. Dice Pablo Iglesias que es partidario de un referéndum consultivo vinculante, algo inexistente en nuestro ordenamiento y contrario a un elemento esencial en todo Estado democrático: el titular de la soberanía es el pueblo, todo el pueblo, no una fracción del pueblo. Pero a él parece darle igual: democracia es votar, no votar de acuerdo con las normas jurídicas vigentes, sino simplemente votar cuando así lo decide el poder. Igual que Artur Mas.

En cuanto a su pretensión de formar cuatro grupos parlamentarios —además del Podemos central, las coaliciones con formaciones nacionalistas de Galicia, Cataluña y Valencia— debería saber que el artículo 23.2 del Reglamento del Congreso lo prohíbe expresamente no por capricho sino para no dar ventaja a los partidos que simularan presentarse por separado al permitirles un mayor tiempo de intervención en las sesiones, más presencia en las comisiones y, sobre todo, una financiación mucho más elevada. En definitiva, este precepto pretende evitar discriminaciones.

Las elecciones han añadido una confusión peligrosa en la política española. Los mercados internacionales acechan. Esta debería ser la principal preocupación de los partidos y no sus propias trifulcas e intereses.

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