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La turista mordida por un tiburón: “Le golpeé en el morro y se asustó”

La mordedura de un escualo a una cirujana madrileña es un hecho insólito en los últimos 50 años

Un acuario en Melbourne (Australia).Vídeo: J. S. (EFE) / El País Vídeo

“Fue un segundo”, cuenta Cristina Ojeda-Thies. “Le golpeé en el morro con la otra mano, instintivamente. Se fue rapidísimo. Se asustó más que yo”. Así relata por teléfono esta cirujana madrileña, de 38 años, la mordedura de un tiburón sedoso que sufrió el pasado 25 de diciembre mientras se bañaba en la playa de Arinaga, en el sudoeste de Gran Canaria. La presencia de escualos, como marrajas, angelotes o tiburones martillo, es normal en las aguas de Canarias. Los expertos aseguran, sin embargo, que son totalmente inofensivos. No atacan sin ninguna interacción. Las autoridades creen que el incidente pudo deberse a que el animal se confundió de presa. Es una mordedura inédita.

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Pascual Calabuig, uno de los responsables del área de fauna del Cabildo de Gran Canaria, le quita importancia: “En esta zona se celebra el mundial de windsurf y es donde más se practica el buceo”. Es la excepción que confirma la regla, afirma.

La creciente presencia de piscifactorías para el criadero de lubinas y doradas en las zonas de Telde y Arinaga atrae a estos animales, según reconocen los expertos, más cerca de la costa, pero su presencia no es anormal. Los tiburones que habitan en Canarias no hacen bueno el imaginario colectivo de especie agresiva y peligrosa. Ni mucho menos. Distan mucho de ser como sus parientes australianos que solo en la costa de Nueva Gales del Sur, con más de 2.000 kilómetros de extensión, atacaron en 2015 a 13 bañistas. Bañarse en las playas Canarias no supone ningún peligro.

No hay registros de este tipo de ataques sin interacción humana en los últimos 50 años. Calabuig recuerda que esto supone, en una zona turística como esta costa, millones de bañistas sin ningún incidente. Roberto Basterreche, portavoz de Salvamento Marítimo en Las Palmas, tampoco recuerda un incidente parecido en sus más de 20 años de servicio.

La doctora Ojeda muestra su preocupación porque se trate el asunto de forma sensacionalista. Esta traumatóloga, apasionada del mar y la montaña, asegura que la presencia de esta variedad de especies solo confirma la buena salud del ecosistema de estas aguas. “Me he dado golpes con la bici de montaña que me han dolido bastante más”, asegura. De hecho, le quita totalmente gravedad a la mordedura y lo tiene claro: “Me muero de ganas de meterme de nuevo en el agua”.

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“La presencia de tiburones en Canarias es algo natural. No se ven tantos como se deberían porque están amenazados por las pesquerías o por la perdida de hábitat”, asegura Vidal Martín, presidente de la Sociedad para el estudio de los cetáceos en el archipiélago y más de 30 años de profesión. La presión humana en el litoral de las islas ha aumentado exponencialmente en las últimas décadas y la interacción con, por ejemplo, los angelotes, que ponen su puesta a poco fondo, es más habitual y es normal que muy de vez en cuando los animales reaccionen. “Los tiburones conviven perfectamente con nosotros desde hace muchísimos años. No son un problema ni para las personas ni para el turismo”, asegura Martín. “No son un peligro”, concluye. 

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