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ELECCIONES 20-D
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La solución y el problema

El próximo 20 de diciembre decidimos si Podemos y Ciudadanos acabarán con el sistema de partidos engendrado por la Transición

Javier Cercas

Como todas las elecciones, las próximas son excepcionales, pero las razones de su excepcionalidad son inéditas. El 20 de diciembre no sólo decidimos el gobierno que debería sacarnos de la crisis; también decidimos si Podemos y Ciudadanos —los dos nuevos partidos surgidos de la asfixia de la partitocracia que la crisis ha vuelto aún más visible— acabarán con el sistema de partidos engendrado por la Transición: eso que suele llamarse bipartidismo imperfecto. Hace sólo unos meses todo el mundo pensaba que sí. Yo pensaba que no. Y sigo pensándolo.

Es verdad que algunos nuevos partidos han cambiado mucho desde entonces y para bien, sobre todo Podemos, que ya no nos divide entre malos y buenos, ni intenta vender el camelo de la revolución bolivariana, ni propone repetir la necedad secular de la política carpetovetónica, consistente en cambiar las constituciones en vez de reformarlas, y ni siquiera le echa la culpa de todo a la Transición (o sea: a papá y mamá); pero también es verdad que esos cambios van a perjudicarles electoralmente: a Podemos, para no ir más lejos, le han hecho perder a quienes votaron con las tripas sin hacerle ganar a quienes votan con la cabeza. Así que dudo mucho que Podemos acumule fuerza suficiente para terminar con el bipartidismo; tampoco Ciudadanos, tan repeinado. A lo sumo serán necesarios para formar gobierno en la próxima legislatura, pero nada más; luego quizá menos.

No creo que sea una buena noticia. Y no porque me parezca un problema el bipartidismo, que en sí no es ni bueno ni malo, sino porque lo es la partitocracia. Mejor dicho: porque la partitocracia —la colonización de las instituciones del Estado y de gran parte de la sociedad por los partidos políticos— me parece el primer problema político de este país. Es lo que intuyó el 15-M cuando gritaba: “¡Democracia real ya!”. Los partidos lo saben y, aunque algunos insinúan o proponen las reformas indispensables para acabar con el problema —como la reforma de la Ley Electoral o de la Ley de Partidos—, ninguno parece de verdad dispuesto a acometerlas. Ni los viejos ni los nuevos. Estos últimos hubieran podido empujar a aquéllos a que hiciesen lo que no han querido o no han sabido hacer, pero ya no creo que lo hagan, ni siquiera que puedan hacerlo. Lo que creo, o más bien lo que temo, es que, como ocurrió en primavera en Gran Bretaña, la mínima recuperación económica o apariencia de recuperación económica de los últimos meses vuelva a darle el poder a quien lo tiene. Y que en las próximas elecciones los nuevos partidos serán tan viejos como los viejos y se disolverán en la irrelevancia. Y que todo se quedará como está y, cuando salgamos de esta crisis, lo haremos tan mal pertrechados para afrontar la próxima como lo estuvimos para afrontar ésta. A menos, por supuesto, que entre todos obliguemos a los viejos y a los nuevos partidos a dejar de ser a la vez, como dice Ruiz Soroa, la solución y el problema, para convertirse sólo en la solución. En cuanto a cómo hacerlo, no tengo ni idea.

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