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El desafío independentista
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vuelve Lenin

Los independentistas aspiran a que el Estado les facilite el acceso a la independencia

La alternativa a la mitad más uno a favor de la independencia no es la mitad más uno en contra. Sino una amplia mayoría, más del 50% del censo, a favor de una fórmula de consenso negociada entre los representantes de Cataluña (o del País Vasco) y el Gobierno de España. Así se procedió para la negociación y aprobación de los Estatutos de Sau y de Gernika, con participación entonces de las Asambleas de Parlamentarios y Ejecutivos preautonómicos. Fueron negociaciones bastante enconadas, pero su desenlace fue satisfactorio para las partes, como reflejan los resultados de los referéndums de ratificación. El Estatut de Sau fue aprobado por el 88,1% de los votantes con una participación del 59,7 %; es decir, por el 54% del censo catalán. Y el de Gernika, por el 90,2% del 58,8% de votantes, o sea por el 53% del censo.

Años después, Ibarretxe se comprometió a renunciar a su plan soberanista si no conseguía un apoyo superior a ese de 1979. Ahora sería impensable algo así por parte de Artur Mas. Al revés: en la sesión de investidura del martes, se atribuyó una mayoría también en votos mediante el artificio de descontar de los no independentistas los cosechados por Catalunya Sí que es Pot, la coalición de Podemos con ICV. Su argumento fue que apoyan el derecho a decidir por lo que no se les puede considerar contrarios a la independencia.

Los de Podemos, que en el pleno exhibieron carteles con la palabra Referéndum, habrán podido comprobar cómo la interpretan los nacionalistas, por más que Iglesias y compañía hayan dicho que en ese referéndum propondrían votar No. Planteamiento que recuerda al de Lenin: reconocimiento del derecho a votar sobre la secesión para poder hacerlo en contra.

Los independentistas catalanes aspiran a que el Estado les facilite el acceso a la independencia: que se constitucionalice el derecho a la secesión mediante referéndum. Pero eso sería una invitación permanente a la desestabilización y la ruptura. La cuestión no es referéndum sí o no, sino sobre qué. Si es sobre independencia quedan fuera de campo las opciones que, según los sondeos, son mayoritarias: federalismo, autonomía reforzada y otras fórmulas que serían objeto de negociación. Las encuestas revelan que pese a la división y polarización creadas, sigue habiendo en Cataluña una mayoría favorable a una salida negociada con el Gobierno que podría culminar en un referéndum en Cataluña sobre el acuerdo alcanzado. Como opinaba el año pasado el profesor Pérez Royo, último fichaje de Podemos, un referéndum sirve para ratificar acuerdos pero no para arbitrar desacuerdos.

Puede que haya un pacto in extremis que permita a Mas o a otro seguir al frente al precio de una mayor supeditación a la CUP. Pero están ocurriendo cosas que cambian el escenario. Y no es la menor el giro provocado en la prensa catalana por esa supeditación. Ahora exige directamente a Mas que rectifique. Algo decisivo en una partida que se juega en el tablero de la opinión pública, dentro y fuera. Tampoco es menor la comprobación, ya verificada en el País Vasco, de que un proyecto tan extremo solo puede ser encabezado por una fuerza antisistema. Y que una mayoría no articulable deja de serlo.

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