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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una dirección sin autoridad

El periodista Luis R. Aizpeolea analiza la detención de la cúpula de ETA estinada a gestionar su final

Luis R. Aizpeolea

A tan solo un mes de que se celebre el cuarto aniversario del cese definitivo del terrorismo etarra ha sido detenida en el sur de Francia la cúpula de la banda destinada a gestionar su final. No cabe duda de que es la detención más importante de etarras que el ministro del Interior, Jorge Fernández, ha ejecutado en sus casi cuatro años de mandato y que es otro paso adelante en esa disolución de la banda que todos los partidos, con más intensidad en el País Vasco, reclaman cansinamente.

Afortunadamente, desaparecido el dramatismo de los tiempos en que la banda atentaba y asesinaba, la situación es otra. Cabe recordar que la detención, en la primavera de 2011, del belicoso Mikel Karrera —al que la Guardia Civil calificaba como el "último general de ETA"—, fue la decisiva porque facilitó el final efectivo el terrorismo, materializado en la declaración de ETA del 20 de octubre de ese año, a la que se oponía Karrera, y que la banda, posteriormente, no ha vulnerado.

Así es que los tiempos son otros. David Pla e Iratze Sorzábal eran viejos conocidos de las policías francesa y española. Pla ya fue detenido hace unos años y puesto en libertad por la juez Levert. Estaban al frente de una banda terrorista inactiva y extremadamente debilitada y su papel era gestionar su final. Pero han sido incapaces. Instalados en Oslo, tras la declaración del cese definitivo de ETA, fueron expulsados de Noruega en marzo de 2013 por las presiones españolas.

Esta cúpula no ha tenido ni autoridad ni decisión para proceder al desarme unilateral de lo poco que queda de ETA al que se comprometió en 2013, presionada por la izquierda abertzale, también interesada en la disolución de la banda. Incluso, hizo caso omiso de la oferta del Gobierno vasco las pasadas Navidades, que se ofreció a supervisar el desarme junto con el Comité Internacional de Verificación. Ha carecido también de autoridad para imponerse en las cárceles. El compromiso de los más de 400 presos de ETA de acogerse a la legalidad penitenciaria y a la reinserción individual, en diciembre de 2013, también por la presión de la izquierda abertzale, ha quedado en agua de borrajas. En la cárcel no mandaba esta cúpula sino un sector de presos veteranos como Mikel Antza y Soledad Iparraguirre. Es obvio que el poder real de ETA reside en las cárceles y tiene su reflejo en el sector más radical de la izquierda abertzale, que el pasado verano llegó a plantar cara a su dirección con una numerosa manifestación pro amnistía en Bilbao. Previsiblemente, estas detenciones van a exacerbar más los ánimos del sector radical. Pero también puede ser una oportunidad para que la izquierda abertzale imponga, de una vez, su autoridad.

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