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Los costes del cuento separatista

Mas ofrece la ilusión de una independencia que libraría a Cataluña de un expolio fiscal sin salir del euro. Los números lo cuestionan

Los independentistas marchan por la secesión el 11 de septiembre de 2013.
Los independentistas marchan por la secesión el 11 de septiembre de 2013.gianluca battista

Para algunos catalanes la independencia es un bien superior, cualesquiera que sean sus costes. Para el presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, Oriol Junqueras, es “una cuestión de dignidad”. Y Carme Forcadell, número dos de la lista unitaria Junts pel Sí, repite en sus mítines: “Si podemos ser libres no debemos vivir como esclavos”. Pero no son bastantes para construir una mayoría social. Por eso presentan la independencia como promesa de prosperidad para todos, liberados de esa “España nos roba” al que se ha puesto la cifra mítica de 16.000 millones de euros.

Mas y Junqueras ofrecen a los catalanes el cuento de una independencia sin costes, que liberaría a Cataluña de un expolio fiscal único en el mundo, que solo aportaría ventajas, no afectaría las relaciones comerciales con su principal cliente, sería reconocida sin problemas por la comunidad internacional y no implicaría la salida de la UE y del euro. En nuestro libro Las cuentas y los cuentos de la independencia (Los Libros de la Catarata) hemos analizado estas cuestiones utilizando datos que demuestran que poco o nada de eso es cierto. Constatamos cómo las cuentas mal hechas se han convertido en certezas incuestionables.

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¿Dónde están los 16.000 millones?

A la sociedad catalana se la ha engañado con una inventada comparación con Alemania, el cuento de su balanzas fiscales y del límite constitucional al déficit fiscal de los länders, que en realidad nunca existieron.

Cataluña no dispondría al día siguiente de la independencia de los míticos 16.000 millones con los que evitar recortes o disminuir su deuda. Esa cifra esta calculada por un método que la sobrevalora de forma injustificada. La venta de esta fábula a la opinión publica ha sido un éxito de comunicación política para los independentistas. Pero es un engaño tan grande como la farsa de las balanzas fiscales alemanas.

El conseller de Economía, Andreu Mas-Colell, ha elaborado otra estimación del beneficio fiscal que produciría la independencia y declarado que “con los impuestos que actualmente pagamos podemos cubrir el coste de todos los servicios públicos que recibimos y todavía quedaría un pequeño excedente” que para 2015 fija en 2.405 millones de euros. Y, sin embargo, el presidente Artur Mas y Junqueras han estado proclamando que la Cataluña independiente tendría el superávit presupuestario más grande de Europa…

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La comparación internacional no justifica que Cataluña sufra un “expolio” fiscal. Según nuestros cálculos, es cierto que Cataluña tiene un déficit fiscal superior al que resulta de un razonable efecto redistributivo con el resto de España. Pero la diferencia es, en el peor de los casos, del orden de 1,5 % del PIB; no 16.000 millones, sino 3.000. ¿Y para solucionarlo hay que recurrir a una declaración unilateral de independencia?

El déficit fiscal de Cataluña es a lo sumo de 3.000 millones, no de 16.000

Es falso que se incumpla el “principio de ordinalidad” que establece el Estatut. Como consecuencia de su esfuerzo de solidaridad, Cataluña no pierde ni una posición en la clasificación de las comunidades autónomas por su renta per cápita. En nuestro libro argumentamos que en realidad la norma estatutaria está mal redactada y la referencia adecuada sería la financiación per cápita ajustada disponible antes y después de las transferencias del sistema autonómico. Y que entonces, sí que se altera el orden. Pero hemos calculado que su incidencia cuantitativa en la financiación es del orden de 160 euros por habitante y año. Tampoco parece que sea un problema tan grave que exija recurrir a la independencia para resolverlo.

La financiación autonómica tiene problemas, entre ellos la agraviante comparación con el sistema foral. Pero la financiación per cápita ajustada que recibe Cataluña por aplicación del nuevo sistema ha mejorado notablemente. Desde 2009 está casi en la media de todas las autonomías, que es hacia donde deberían converger todas, forales incluidas.

No es cierto que la comunidad internacional reconocería una declaración unilateral de independencia. Mas y Junqueras han comparado a Cataluña con países coloniales, sometidos a dictaduras o ocupados militarmente. Pueden considerar que la Constitución española es de “baja intensidad democrática”, pero es la misma que tienen Alemania, Francia, Italia y EE UU. Ninguno de esos Gobiernos apoyaría la secesión de Cataluña. Tienen interés en evitar sentar el precedente de una secesión sin coste de una de sus regiones ricas.

Cataluña no sería reconocida y aceptada de forma automática como nuevo Estado miembro de la UE y de la unión monetaria. Ni siquiera podría presentar su candidatura. Lo han advertido todas las autoridades comunitarias. El Comité de las Regiones dijo en abril que en el caso de que una región europea obtuviese la independencia, tendría que solicitar su adhesión como miembro de la UE y esta requeriría un acuerdo unánime.

La promesa de subir las pensiones un 10% tampoco tiene fundamento. Argumentan que en los últimos 20 años la “seguridad social catalana” habría tenido un superávit de 20.000 millones de euros. Pero no tienen en cuenta que muchos pensionistas cotizaron en Cataluña pero cobran su pensión fuera de ella.

El precio de la independencia sería muy alto y los beneficios inciertos

Si Cataluña apareciese por encanto como nuevo Estado miembro de la UE y nada cambiase en las condiciones de su contorno económico-financiero-internacional, al ser hoy un contribuyente neto a la Hacienda española, la independencia le aportaría un saldo fiscal positivo, aunque mucho más pequeño que los 16.000 millones, unos 2.400 millones según Mas-Colell.

Pero hay que tener muy en cuenta los costes de transición hacia un nuevo Estado. Por la salida de la UE, la contracción de la actividad producida por la alteración de las relaciones comerciales con su principal cliente (el superávit comercial con España compensa su déficit comercial con el resto del mundo) y las deslocalizaciones de empresas (ocurrió en Quebec cuando la secesión fue una posibilidad real), creemos que en el medio plazo la independencia tendría un efecto muy negativo en la economía catalana. Los costes serían muy altos y los beneficios, inciertos,y a largo plazo, dependerían de la mejora en la gestión pública que los políticos independentistas no han sido capaces de hacer en los ya largos años han gobernando Cataluña.

Con las cuentas bien hechas, la independencia sin costes es un cuento. Hay soluciones más eficientes para resolver los problemas del encaje de Cataluña en España. Y se debe trabajar urgentemente para reparar la fractura social que se está produciendo y que el propio Mas anticipó en diciembre del 2011 cuando se oponía a una consulta porque dividiría la sociedad catalana en dos.

Las cuentas y los cuentos de la independencia está editado por Los Libros de la Catarata.

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