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El vuelo a la independencia de Teresa Forcades

La monja benedictina de clausura independentista Teresa Forcades ha obtenido permiso para exclaustrarse por un año para dedicarse a la política

Fernando Vicente

A veces, en Cataluña, personajes encarrilados en una forma de vida pasablemente discreta saltan a la palestra política de un modo estrambótico atraídos por las luces de candilejas y el oropel de las representaciones. Viendo con qué audacia saltan de un escenario e irrumpen en otro, me quedo boquiabierto. ¿Por qué Alejandro Cao de Benós, ese aristócrata tarraconense, primogénito del barón de Les, conde de Argelejo y marqués de Rosalmonte, en vez de ocuparse del patrimonio familiar, se erige en fanático portavoz de Corea del Norte, un país de opereta, satrapía de cartón piedra con un tirano de tebeo idealmente gordinflón? ¿Por qué te vistes de capitán general, la guerrera acorazada con un montón de bruñidas medallas, y te haces llamar Cho Sun-il (Corea es Una)? ¿Y qué decir de esas monjas que están todo el santo día predicando la secesión de Cataluña? Si salieran con sus hábitos haciendo en TVE campaña por Mariano Rajoy y el PP, quizá a alguien le parecería mal, pero en la Cataluña de CiU fenómenos así se ven como una simpática muestra de espontaneidad, democracia e incluso feminismo, un poco friki tal vez, pero muy nuestra. ¿No hubo curas trabucaires? ¿No convocaba Rouco manifestaciones contra la reforma de la ley del aborto? ¿No ondea la bandera estelada en los campanarios? La campaña “Volem bisbes catalans”, promovida en los años sesenta por Jordi Pujol, y el legado de mosén Xirinacs, que se suicidó en un bosque para no seguir siendo “esclavo de España y Francia”, según su testamento, donde avisa de que ese sacrificio no era estéril, sino el abono que germinaría (no se reencarnaría, pues no es católico) en otros —“¡Yo soy en vosotros, amigos!”—, culminan en estas “monjas del prusés” que de momento son solo dos, a lo mejor se animan otras.

 Así, en la campaña para los comicios municipales, Lucía Caram, nativa de Tucumán (noroeste de Argentina), famosa por sus apariciones televisivas gastronómicas —la repostería no tiene secretos para ella—, sale del convento, blanco hábito al viento y toca bamboleante de entusiasmo —declarando “soy una monja cojonera [sic]; una monja de clausura, sí, pero mi claustro es el mundo”—, a hacer campaña por Xavier Trías. Se declara enamorada de Artur Mas —que se sonríe al oírlo, con la modestia característica del seductor involuntario—, ataca a Duran Lleida por tibio con el prusés (“algunos políticos duran demasiado”), celebra como un hincha los goles del Barça, declara que “el sexo es la expresión más sublime del amor”, y como consecuencia de todo ello, de las obras de caridad de su orden y de otras cosas, algunas un poco derrapadas, El Periódico de Catalunya y TV3 la distinguen como “catalán del año 2015”.

Si Lucía Caram es catalán del año, la benedictina Teresa Forcades merecería serlo por lo menos de la década, pues su grosor intelectual es superior, y su agenda, mucho más variada y completa e incluye el gran escenario internacional. Esta médico y especialista en teología queer (moderna rama de la teología que se ocupa de las relaciones de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales con la divinidad) obtuvo esta semana permiso para exclaustrarse del convento de Sant Benet de Montserrat durante un año, prorrogable a tres, para dedicarse a la política; hoy preside en el colegio de los Padres Escolapios de Terrassa una asamblea general de su partido, Procés Constituent, con el que abandera la independencia de Cataluña y la unidad de los “países catalanes”; y dentro de unos días zarpará rumbo a Gaza en la “Flotilla de la Libertad”, para romper el bloqueo de Israel.

Según Forcades, Jesús es de extrema izquierda, y la Monarquía, una institución anacrónica (no así las órdenes de clausura: ha solicitado volver los fines de semana al convento, para recargar pilas). Opiniones sin duda tan respetables como puedan serlo las contrarias, pero quizá su reiterado, aunque cauto, aval al SMM (Miracle Mineral Solution, peligroso veneno para la salud pública según la FDA) como remedio contra terribles enfermedades y sus también medidas insinuaciones sobre la perfidia de la industria farmacéutica le pasen factura en campaña.

Como fenómenos políticos, Cao, Caram y Forcades tienen un interés cierto aunque relativo, reiterativo; pero si concitan el interés público, o la curiosidad, ha de ser por algo que merece ser estudiado desde una aproximación de otro tipo y que habla no solo de su psique, sino también de las de los demás. Se trata de casos de escisión de un orden ideal anhelado que, como la vida monástica —no se puede estar más cerca de Dios, que es la perfección—, seguramente acaba mostrando imperfecciones y grietas, y entonces se tantean otros mundos alternativos ideales, perfectos, redondos en sí mismos, aunque de una realidad meramente mitológica. Cho Sun-il y las monjas del prusés van contra la realidad y a favor de la representación de mundos sencillos, perfectamente ordenados, abarcables, en donde reine la justicia y se cumpla la perfección de la historia, y en el fondo les da igual que ese mundo perfecto sea un convento de clausura, un país fascista (caso de Cao con Corea del Norte) o la pueril Ítaca de Artur Mas, paraíso “win-win”, como él lo define, en cuyo incruento cumplimiento todos saldrán ganando y nadie perderá nada.

Hoy preside en el colegio Escolapios de Terrassa una asamblea general de su partido, que abandera el sobreanismo
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Es, una vez más, la Miracle Mineral Solution, producto alternativo, natural, baratísimo, que nadie puede patentar, que lo mismo cura la malaria que el ébola y el sida, y que solo tiene el defecto de su ser fantasmal. Un día no lejano, el acelerado progreso de la realidad virtual solucionará esta escisión inquietante. Entonces estos casos tan locales tendrán mucho más fácil alivio, pues la realidad virtual les va a permitir construirse mundos ideales a la medida exacta de sus limitaciones y su necesidad de épica. Mientras tanto, el problema del mundo sigue siendo que no es épico, qué le vamos a hacer si persevera tozudamente en ser real.

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