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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las elecciones y el sistema métrico decimal

El juego limpio obliga a reconocer que los comicios han sido impecables y a dar la bienvenida a quienes llegan por primera vez

El primer acto quedaba resumido en la leyenda de una viñeta de El Roto donde se leía: “Nos dijeron a la puta calle; y aquí estamos”. Y acamparon en la Puerta del Sol bajo la consigna de “no nos representan”. Luego idearon la operación “rodea el Congreso” en la que diputados y periodistas eran escarnecidos. Se presentaban con aspecto de antisistema, con una aureola de disidentes pacíficos, una ambición de acceso fulminante a La Moncloa y una actitud de abierta impugnación radical. Entonces se les dijo que si querían reclamar hicieran el favor de pasar por las urnas.

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Lo hicieron en las Europeas del 25 de mayo de 2014 con un programa donde ofrecían renta básica universal y olvido de las deudas hipotecarias con el que los de Podemos dieron la sorpresa de alcanzar cinco escaños y los compañeros Ciudadanos, apuntados al buen porte y buenos modales, ajenos a las estridencias y adictos a la honradez, consiguieron otros dos. La siguiente oportunidad vino de la mano de los comicios para el Parlamento de Andalucía del 22 de marzo. Allí los nuevos lograron un accésit, cuyo importe todavía no saben cómo emplear.

Se produjo la divisoria de las aguas entre las dos formaciones mencionadas y se escucharon procedentes de Podemos discursos enconados cantando el colapso del Régimen del 78 y saludando el proceso de desconstitucionalización, según las pautas del adanismo que siempre quiere inaugurar la historia. Así llegó la última comparecencia en las autonómicas y municipales del pasado 24 de mayo, bajo la propia marca o en aleación con los colores locales de diferente radio.

El escrutinio de las urnas ha dado la talla de los actores que se han incorporado a la representación. Ha resultado ser muy estimable pero en absoluto derogatoria para los competidores habituales del denostado bipartidismo. Ahora bien, el hecho de que en muchos casos los nuevos se hayan quedado con la llave de paso ha inducido que la indignación cambie de bando. Así que los descabalgados, sintiéndose presas del desconcierto por la falta de costumbre, andan buscando un búnker en el que instalarse para bloquear desde allí la entrada en las instituciones de aquellos que exhiben un título legítimo para hacerlo conforme a la proporción de los resultados obtenidos.

El juego limpio obligaría primero a reconocer que las elecciones han sido impecables sin que nadie haya presentado impugnación alguna. Segundo, a dar la bienvenida a quienes acceden por primera vez, sin descalificarles ni presentarles hacia fuera como un peligro desestabilizador, que tendería a convertirse en profecía autocumplida. Tercero, a congratularnos porque esta vez los electores hayan penalizado a los corruptos en lugar de convalidar sus latrocinios. Cuarto, a proclamar ¡Viva la Constitución!, porque, como el sistema métrico decimal, permite establecer la dimensión de cada una de las opciones concursantes.

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