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El laboratorio de Podemos en la Universidad Complutense

La vida en la Facultad de Políticas marcó los inicios de la formación de Pablo Iglesias

Juan José Mateo
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón participaron en 2010 en una protesta contra la portavoz de UPyD, Rosa Díez, a la izquierda.
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón participaron en 2010 en una protesta contra la portavoz de UPyD, Rosa Díez, a la izquierda.Carlos Rosillo (EL PAÍS)

En la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, en Madrid, se ha abucheado a Rosa Díez, portavoz de UPyD, o a Josep Piqué, exministro del PP, y se ha ovacionado a Hugo Chávez, presidente de Venezuela, o a Cao de Benos, el delegado especial de Corea del Norte.

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En la cuna de Podemos, las paredes protestan contra los poderes establecidos y el sistema político nacido de la Transición. “Contra toda autoridad”, se lee en una pintada. “40 años de dictadura más 35 de propina”, en otra. “#Castaeverywhere”, se repite en pasillos y poyetes. Entre esos muros llenos de grafitis, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa e Íñigo Errejón dieron forma a las teorías que se examinarán en la práctica tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo, y que en Andalucía ya han provocado que el partido se divida en dos: hay un Podemos para ganar y un Podemos para protestar, según describen sus dirigentes. La gestión de los pactos postelectorales con el PSOE ha desatado un pulso soterrado entre Teresa Rodríguez, que encabeza la lista de 15 diputados andaluces y defiende su autonomía en las negociaciones, e Iglesias, el secretario general, que en su despacho de la facultad diseñó el proyecto de Podemos sobre la base de un férreo control central en el que se toman las decisiones estratégicas. Si sirven de precedente las fricciones previas entre el propio Iglesias y Pablo Echenique, candidato por Aragón y crítico con la dirección, es improbable que este sea un caso aislado. Tras las elecciones de mayo Podemos dejará entonces de tener una sola voz, la del núcleo duro de Iglesias. Eso pondrá a prueba los cimientos asentados por el fundador en la facultad de Ciencias Políticas del campus de Somosaguas (Pozuelo de Alarcón, Madrid).

Allí, a través de las agrupaciones estudiantiles y de las clases que pisaron Iglesias, Monedero, Bescansa y Errejón, los tres profesores y el alumno fundadores de Podemos, se ensayó el discurso contra el “régimen del 78” y el uso de los medios de comunicación que luego han permitido la explosión del partido, que ya tiene cinco eurodiputados y 15 parlamentarios andaluces. Allí, en el laboratorio del campus, también se definieron las bases organizativas que ahora están provocando tensiones en el seno de la formación.

Pasillos de la Facultad de Políticas de la Complutense.
Pasillos de la Facultad de Políticas de la Complutense.

“Pablo Iglesias busca una estructura centralizada. Lo que aprendió en la facultad es que 40 personas activas, cohesionadas y eficaces son capaces de llevar el peso de la organización y de imponerse a los desorganizados”, argumenta José Ignacio Torreblanca, antiguo alumno en Somosaguas y doctor en Ciencias Políticas. “El principal enemigo de todos los movimientos asamblearios son ellos mismos, su ineficacia. Iglesias, fundamentalmente, pero también todo su núcleo, lo tienen muy claro”, añade. “Todo su trabajo teórico y político lo han hecho en Somosaguas. Cuando llega el 15-M, la facultad es la retaguardia donde se planifica, de donde salen las ideas. Es una facultad sesgada hacia la izquierda, pero donde siempre ha habido otras opciones”.

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Los fundadores abuchearon a Díez y Piqué y aplaudieron a Hugo Chávez

Este es el ambiente en el que nació, creció y se desarrolló Podemos hasta dar su salto a la arena política. En la facultad, la autoridad está sometida a una negociación constante con una minoría del alumnado, según reconocen desde los despachos. Más de 15 estudiantes han sido detenidos en el último lustro, según fuentes de la Complutense. Un grupo de 80 personas que no cursa la carrera y ha conquistado los pasillos intenta imponer en el edificio dinámicas propias de una casa okupa, denuncian en la universidad. Algunos alumnos consiguieron hace años el uso y disfrute de un aula a cambio de abandonar un ala del edificio en el que había que hacer reformas. Ha habido escraches contra políticos y profesores, incluido el que vivió Moral Santín, miembro de IU implicado en el escándalo de las tarjetas black de Bankia, que en 2012 vio cómo su clase era interrumpida por un grupo de estudiantes al grito de “¡culpable! ¡culpable! ¡no vamos a dejar que pase tranquilo por nuestras calles!”. Se protesta contra la posibilidad de que los campus establezcan carreras de tres años y másteres de dos, como ha impulsado el ministro Wert. Se defiende apasionadamente la educación y la sanidad públicas.

Iglesias busca una estructura centralizada José Ignacio Torreblanca

El periodista Luis Giménez, coautor de Claro que Podemos (Los libros del lince), describe todo eso con un símil sacado del cómic Astérix y Obélix, eternos supervivientes al asedio de Roma. La facultad es “la aldea gala”. Un foco de resistencia. Quizás, también, el termómetro del estado de ánimo de una generación. “Un semillero de ideas, un arsenal”, según explica Errejón, que allí fundó Contrapoder, la asociación estudiantil que protagonizó las protestas contra Díez (también participó Iglesias) y Santín, además del grupo con el que empezó a ensayar la movilización en la calle lo que luego sería Podemos.

“Quien quiere transformar las cosas necesita un poco de osadía, atreverse a cuestionar lo que existe”, dice Errejón sobre su participación en aquellos escraches, que hoy ocupa la secretaría Política en Podemos. “Sin esa parte de militancia juvenil y sin la universidad hoy sería más difícil entender esto”, sigue sobre el partido, que bebe de su tesis doctoral sobre el postmarxista argentino Ernesto Laclau, un autor que defendió la imposibilidad de vivir en “una sociedad sin antagonismos”. “Ha tenido un impacto y se pueden rastrear sus huellas claramente en Podemos”, cierra.

Puerta del despacho de Juan Carlos Monedero.
Puerta del despacho de Juan Carlos Monedero.J. J. M.

En el primer cuatrimestre del presente curso, solo uno de los cuatro fundadores del partido seguía en el campus: Monedero. En la puerta de su despacho hay pegado un chiste de El Roto y una tira de Calvin y Hobbes. Gracias a Photoshop, también cuelga un cartel de La Guerra de las Galaxias en el que Errejón, Iglesias, Bescansa y el propio Monedero han sustituido a Luke Skywalker y sus compañeros. “Monedero, como intelectual, es de los profesores que más me han marcado”, dice Alfredo, un estudiante de tercero implicado en la vida de las asociaciones. “Tira mucho para su terreno, para cómo entienden ellos la política, pero lo bueno es que hay otros profesores conservadores, con lo que se puede comparar”, añade sobre las clases del líder de Podemos, que suele incluir sus obras entre las lecturas obligatorias, defiende el chavismo, cita al marxista italiano Antonio Gramsci y ha impartido cursos en el que ninguno de los libros a leer ha sido escrito en el siglo XXI. “En la facultad hay una actividad reivindicativa. El espacio político está mediatizado por las asociaciones más de izquierdas (…) No es el ambiente más propicio para estudiar, porque no se respetan todas las leyes”, dice sobre el humo, la música y las fiestas.

Monedero es el único impulsor del partido que sigue dando clases

No todos los estudiantes están dispuestos a hablar. “Basta de manipulación. Fuera prensa burguesa de la universidad”, se lee en los pasillos. Los estudiantes Erasmus se sorprenden ante el humo que hay en el interior del edificio, y que no es solo de tabaco. A la puerta de la cafetería, que paga por la concesión, hay un puesto regentado por unos jóvenes que venden productos parecidos sin pagar impuestos ni alquileres. “La facultad es plural, pero el alumnado que no es de izquierdas es reticente a manifestar su opinión en un debate, le cuesta”, describe el profesor Rubén Herrero de Castro, que se declara “conservador”. “Solo se escucha al 50% de izquierdas”, añade. “La facultad ha sido un espacio de aprendizaje, no solo académico”, señala Héctor Meleiro, que estudió en Somosaguas y ha participado en todas las iniciativas formadas por o alrededor de Podemos. “En la facultad también aprendimos la importancia de ocupar espacios en las instituciones para asegurar los cambios políticos”. Esa fue la gran lección que aprendieron en Somosaguas Iglesias, “un profesor excelente”, según sus excompañeros, o Bescansa, definida por estos como “una gran investigadora”. En el ADN de Podemos está la utopía del campus de Somosaguas. Allí se empezó a abrir la grieta que ha socavado los cimientos del bipartidismo. Las elecciones de mayo examinarán cómo se adaptan a la gestión desde las instituciones las teorías que nacieron en aquellos despachos y aquellos pasillos, llenos de pintadas, fiestas, debates e ideas para cambiar el mundo.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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