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Tribuna
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El intelectual y la política

Gabilondo representa bien la conexión de las ideas y la cultura con el poder Puede que la ética de la convicción dé sentido a la ética de la responsabilidad

El pasado 25 de febrero, Pedro Sánchez, líder de los socialistas españoles, presentó a Ángel Gabilondo como candidato del PSM-PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid. En su intervención, el catedrático de Metafísica, aún contenido en su retórica, consciente de que no estaba en el aula, no pudo evitarlo y citó a Kant… una sola vez… y puso en pie al auditorio que aplaudió emocionado.

Frente a los modelos 1.- del intelectual orgánico que cree que el partido siempre tiene razón, 2.- del filósofo-Rey (que arranca del primer Platón), de la hegemonía del intelectual, 3.- de separación estanca en la descripción de Rousseau, con una voluntad general infalible, o 4.- de una comunicación insuficiente a partir precisamente del autor de Königsberg, con Gabilondo como candidato estamos ante el modelo que podríamos llamar de comunicación-participación, el que Luis Goytisolo denomina, con Sartre, del compromiso, el del engagement del intelectual con el poder.

En nuestro país, y en particular en la historia del partido socialista, hay antecedentes aunque no son, desgraciadamente, muy numerosos. Es el modelo de intelectual comprometido que representa Fernando de los Ríos, catedrático de Filosofía del Derecho y ministro, o Julián Besteiro, catedrático de Lógica y presidente de las Cortes, o Juan Negrín, catedrático de Fisiología y presidente del Gobierno… Más recientemente, el de Tierno, catedrático de Derecho Político y alcalde de Madrid o el de mi querido y añorado maestro, Gregorio Peces-Barba, catedrático de Filosofía del Derecho y presidente del Congreso…

Con Gabilondo como candidato estamos ante el modelo que podríamos llamar de comunicación-participación

Con Gabilondo, un pensador libre, un intelectual en el sentido profundo que le dio al término Juan Marichal (más que en el técnico-descriptivo- propio de los sociólogos) vuelve ese modelo.

El otrora rector de la Universidad Autónoma de Madrid representa bien la conexión de las ideas y la cultura con el poder, en la línea de Croce y de Bobbio, además de la ética para la política y el derecho. Porque la ética no debe “disfrazarse de apolítica” que diría también Elías Díaz, ni enfrentarse permanentemente (sistemáticamente) a ella, a toda política. Debe haber un diálogo entre ambas, como pensaba Aranguren. Gabilondo comparte sin duda estos presupuestos intelectuales y metodológicos y ha tomado posición en este mismo sentido, en el recuerdo de actitudes y comportamientos precedentes como, además de los señalados, los de Unamuno, Ortega o el mismo Azaña.

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Desde otra perspectiva, con Gabilondo existe la posibilidad cierta de que la ética de la convicción dé sentido a la ética de la responsabilidad, para que el pragmatismo y la realpolitik no se impongan siempre. Al tiempo, su experiencia política como ministro de Educación puede ayudar a que la ética de la responsabilidad dome en sus excesos a la de la convicción; una buena forma, equilibrada, de evitar los extremos o las simplificaciones de una y otra por separado, como pensó Weber.

Gabilondo ha optado por competir democráticamente, por involucrarse en la fatiga de hacer un mundo mejor

Así, frente a la negación y el fatalismo como actitudes pedantes o cínicas de muchos intelectuales, profesores y escritores, frente a la tentación de la destrucción o de la huida, de la traición o de la deserción, Gabilondo ha optado por competir democráticamente, por construir, por involucrarse en la fatiga de hacer un mundo mejor. Con voluntad, ha asumido el compromiso, sin complejos, precisamente cuando más necesario (y más difícil) era ese compromiso.

No estamos atrapados, como la mosca en la botella o el pez en la red, no hay determinismo, sino libertad también para hacerlo bien. No es necesario maldecir o lamentarse. El devenir histórico de nuestras sociedades se parece más a un laberinto complejo del que podemos salir desde la razón, la libertad, el buen hacer y la amistad cívica. Más allá del resultado electoral, que espero y deseo que sea bueno, estamos de enhorabuena: con Ángel Gabilondo, la política y el pensamiento se reencuentran.

José Manuel Rodríguez Uribes es profesor titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid. Entre los años 2005 y 2011 fue director general de Apoyo a Víctimas del Terrorismo.

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