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Mi coche no es mi coche

Más de 33.000 personas utilizan el coche compartido en las ciudades españolas. Su uso reduce los problemas de tráfico y polución

Vídeo: Álvaro de la Rúa
Pablo León

Ira, impotencia o estrés. Estos son algunos sentimientos que afloran mientras se conduce en una gran ciudad. Tiempo perdido, multas o accidentes, algunas de sus consecuencias. Los problemas de saturación y polución están haciendo que moverse en coche por los centros urbanos se vuelva cada vez más complejo. Un problema porque, en algunos momentos, las personas necesitan un vehículo. ¿Es posible tener un coche sin poseerlo?

Cada vez que Lisandro Santiago acude a ver a sus amigos al volante de un automóvil le acucian con la misma pregunta: “¿Cuándo te has comprado un coche?”, cuestionan con extrañeza. En ese momento, Santiago, diseñador web de 31 años que vive en Madrid, explica que es usuario de car sharing urbano (coche compartido). Un servicio que seduce a más de 33.000 personas que utilizan uno de los 470 vehículos que existen de este tipo en España, según la Asociación Española de Car Sharing (AECarSharing).

Compartir es vivir

“Lo utilizo unas dos veces por semana”, cuenta Santiago mientras toma un café y juguetea con el móvil en la mano; está reservando un coche en el garaje de Bluemove. Esta compañía, junto con Avancar, Respiro, Cochele y ClickCar, es una de las principales empresas de car sharing del país. Un modelo de negocio que, aunque se basa en la economía colaborativa, se diferencia de Blablacar o de la polémica Uber; ofrece vehículos para realizar trayectos cotidianos. “Mucha gente no necesita el coche todos los días”, cuenta Gabriel H. Beaumont, fundador de Bluemove, que arrancó en 2010 y posee 70 puntos de recogida en la capital; Avancar ofrece otros 60.

No han pasado ni 15 minutos y Santiago está en un parking del centro abriendo con su tarjeta de socio un coche con un conejito azul serigrafiado en su lateral. “La empresa te asegura la disponibilidad”, cuenta poco antes de arrancar el motor. “Me organizo, concentro todas las reuniones con mis clientes y después reservo el coche”, continúa. Los clientes de Santiago se distribuyen por Madrid y alrededores. Solo usa el coche para visitar a los más alejados. El resto del tiempo, combina diversos transportes. “Avanzamos hacia un modelo intermodal”, apunta Martin Kagerbauer, investigador del Panel de Movilidad de Alemania, donde el coche compartido convence a más de un millón de personas

El mantenimiento de un coche ronda los 3.000 euros anuales
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Santiago no siempre ha hecho esto. Como mucha gente, tuvo un coche: “Luego fui a vivir una temporada cerca de Berlín y probé el car sharing. Cuando regresé a España, no lo dudé”, relata el diseñador web. La mitad de los trayectos que se realizan en coche en Europa implica conducir cinco kilómetros o menos, según datos de la Comisión Europea. Valorando esta realidad, muchos ciudadanos han empezado a reflexionar sobre su manera de moverse. “Gracias a la crisis valoramos la diferencia entre poseer y utilizar. El paradigma de la propiedad, muy arraigado en España, se ha roto”, dice Ignasi Fàbregas, gerente de Avancar, que asegura que en los últimos cinco años la empresa no ha parado de crecer. Beaumont, por su parte, desglosa la evolución de Bluemove: 200 coches, tres ciudades (Madrid, Sevilla y un piloto en Málaga) y 20.000 bluemovers, “usuarios activos, unos 10.000”, apunta. “El cambio de los patrones de movilidad es lento”, añade.

El coche es caro. Aparte de la gasolina, mantenerlo requiere una inversión de unos 2.000 euros anuales, según un estudio del Instituto para el Ahorro y la Diversificación Energética. “Los costes fijos son muy altos frente a unos variables bajos. De ahí que conducir parezca barato”, analiza Pau Noy, presidente de la Fundación Movilidad Sostenible y Segura y parte de la junta directiva de la AECarSharing. Santiago hace sus cálculos al volante: “Gasto unos 40 euros al mes en coche. En total, 500 al año”. Los coches compartidos se pagan por hora (desde dos euros la fracción más una tasa por kilómetro de entre 0,16 y 0,25 euros, gasolina incluida). “La primera vez que lo utilicé pensé que solo se abonaba por tiempo”, se queja una usuaria. “Pagué bastante más de lo que esperaba”.

Gabriel H. Beaumont, socio fundador de la empresa de 'car sharing' Bluemove.
Gabriel H. Beaumont, socio fundador de la empresa de 'car sharing' Bluemove. Claudio Álvarez

“Si esto se fomentara más no solo se mejoraría el aparcamiento o la circulación sino que también se reduciría la contaminación”, dice Santiago poco antes de su primera reunión. Vive en una ciudad, Madrid, con graves problemas de polución y donde, a partir de marzo, los días con altas cotas de contaminantes se cerrará el centro a los automóviles. “El car sharing forma parte del Plan de Calidad del aire y fomenta un nueva cultura de automóvil”, dice Elisa Barahona, directora general de sostenibilidad y movilidad del Ayuntamiento de Madrid. “Está en el Plan de Movilidad Urbana”, responden desde el Consistorio de Barcelona. A pesar de esos guiños, los defensores del coche compartido se quejan del escaso apoyo político en España. “París, Berlín o Londres contemplan el car sharing en sus política; se trata un servicio de interés general”, opina Pau Noy, que defiende la aprobación de un Plan Nacional de fomento de su uso.

En 2020 habrá en todo el mundo 15 millones de usuarios de ‘car sharing’

En 2020 se estima que habrá en el mundo más de 15 millones de conductores que comparten, según un estudio de la consultoría británica Frost & Sullivan. “Cada coche compartido es utilizado por una media de entre 30 y 60 conductores por lo que supone una racionalización de los vehículos con implicaciones socioeconómicas y ambientales”, añade Noy. A pesar de ello, los fabricantes de coches no estan preocupados. “Cambian los modos, pero las necesidades de moverse aumentan. El car sharing no conlleva un descenso de ventas”, dicen desde la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles.

Para Santiago todo es positivo. Tanto que publicita el car sharing cada vez que lo usa. “Me preguntan en los semáforos y ya tengo dos amigos inscritos”, dice. Poco antes de devolver el vehículo en el parking donde lo recogió, recuerda ese día que, nada más arrancar el coche, comenzó a sonar Fito y los Fitipaldis. “El cd no era mío”. “Lo escuché y lo dejé allí. La buena música, como el coche, también se comparte”.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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