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El tejedor de la red ciudadana

Ciudadanos aspira a presentar listas en 500 municipios tras lograr solo 9 ediles en 2011 Los sondeos catapultan a Rivera como el político mejor valorado

Àngels Piñol
Albert Rivera.
Albert Rivera.Sciammarella

“¿Que es difícil lo que propongo? Pues más lo era que Manuel Fraga presentara a Santiago Carrillo en este foro y eso es precisamente lo que ocurrió aquí”. Albert Rivera, líder de Ciudadanos, respondió con este desparpajo a un asistente a un coloquio en el Club Siglo XXI, que dudó sobre la viabilidad de su alternativa para poder regenerar España. Pero poco debía conocer quien formuló esa objeción a este joven abogado (Barcelona, 1979), ambicioso, con pico de oro, sin complejos, muy bregado ya en el Parlamento catalán, con mil tertulias encima y que ahora, según la última encuesta de Metroscopia, es el político más valorado de España.

Su objetivo es meteórico: en 2011 sumó 9 ediles —siete en Cataluña— y ahora aspira a 500 ediles y a presentar 500 listas en toda España en las municipales. La medida del plan la da que tienen en Cataluña 9 escaños. El sondeo le otorga una intención de voto del 8,1% en cuarta posición, por encima de UPyD e IU. Y en Cataluña, puede escalar del sexto al tercer puesto detrás de CiU y ERC con permiso de Podemos. “Hay que ser humilde”, dice halagado Rivera en el Parlament. No lo cuenta pero el partido, con una pequeña sede junto a la plaza de toros de La Monumental, en Barcelona, se mudará en verano a otra más grande y céntrica, símbolo de su expansión, con ya 250 agrupaciones en todas las provincias salvo en Ceuta y Melilla.

Nada hacía prever que Ciutadans diera un salto de pértiga a la política española. Pero la historia está para algo y si en 2005 su embrión fue un manifiesto en contra del Estatuto y la inmersión lingüística, diez años después otro manifiesto en favor de la regeneración democrática en España le ha disparado a lo grande. Su catapulta, esta vez, ha sido su oposición al independentismo. Látigo del nacionalismo catalán, grabado en su ADN, Ciutadans nació después de que un grupo de intelectuales —entre ellos Albert Boadella, Arcadi Espada o Félix de Azúa— firmaran un texto abominando de la “asfixia nacionalista”. Al acto, acudió un brillante abogado, con estudios en ESADE, que militó en las Nuevas Generaciones del PP y que en 2002 fue uno de los tres aspirantes que aprobó las oposiciones al servicio jurídico de La Caixa. Otro fue el diputado José Maria Espejo, uno de sus colaboradores. El movimiento se convirtió en partido en 2006 y, en una apuesta estrambótica eligió a su líder por orden alfabético del nombre de pila y le tocó a Albert, apadrinado por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional.

Capaz, como reclamo, de aparecer desnudo en las fotografías de los carteles electorales de la campaña autonómica de 2006 —la que llevó a José Montilla presidir la Generalitat—, Ciutadans logró tres escaños y causó un seísmo en el oasis catalán. El invento estuvo a punto de naufragar por refriegas internas entre sus diputados y al apostar Rivera por concurrir en 2009 a las europeas con Libertas, de extrema derecha. Rivera admite ese error e hizo borrón y cuenta nueva. Con el gen competidor en las venas, este exjugador de waterpolo, padre de una niña, resistió, rehizo el partido y en 2010 repitió resultado.

Fue entonces cuando decidió fichar a una firma de asesoría y tirando de mercadotecnia Ciutadans se volcó en las redes sociales y en las tertulias televisivas. Acostumbrado a viajar —estuvo de Erasmus en Finlandia y estudió inglés en el Reino Unido—, se inscribió a un curso de ciencia política en Universidad de Washington y desde entonces abrazó el estilo de partidos anglosajones, menos burócratas y más livianos. “Entendí que es mejor un simpatizante en la red que no un militante con cuota”, cuenta Rivera. Y que la clave es una base de datos y un líder local que articule una candidatura. Esa filosofía ha permitido a Ciutadans ignorar su enclenque estructura orgánica, tan diferente de la del PP y el PSOE. No le ha ido mal. En el verano de 2013, su núcleo fraguó la idea de lanzar un manifiesto por toda España para ver si seducía su plan de regeneración basada en cuatro cinco nuevas reformas: Electoral, del Poder Judicial; de Educación, de la Administración y de Partidos. En pocos días lograron 25.000 adhesiones. El plan fue un éxito: llenaron teatros en Madrid, Valencia o Sevilla y han pasado de 1.500 afiliados a 8.000 con cuota —650 de proceden de UPyD— y 75.000 simpatizantes. En mayo lograron dos eurodiputados (Juan Carlos Girauta y Javier Nart) y en diciembre, anunciaron que se presentarían en toda España. Su fichaje más sonado es Luis Salvador, exsenador del PSOE por Granada.

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Con un discurso agresivo en el Parlament, que, como Podemos, denosta el eje izquierda-derecha, que roza el populismo y que le sitúa en las votaciones muy cerca del PP —“Ese es el reproche clásico del nacionalismo”—, Ciutadans concurrirá en todas las capitales de provincia. Se ha nutrido de partidos que se han disuelto e integrado en Ciutadans (Centro Democrático Liberal, Unión del Pueblo Salmantino, Ciudadanos de Toledo, Ciudadanos de Extremadura, Ciudadanos Independientes en Cádiz y Partido Regional de Castilla y León). De rebote, han sumado 300 ediles. La operación tiene sus riesgos, pero afrontan tanto el éxito como el fracaso. No aceptan imputados y exigen firmar un código de buenas prácticas. El partido está haciendo primarias, pero en las agrupaciones con menos 150 afiliados la ejecutiva debe ratificarlo. Eso ha generado agrias críticas en la red, pero Fran Hervías, secretario de organización, lo atribuye a una “pataleta” de quienes pierden. Pero nada detendrá a estos nueve diputados, todos abogados menos el exmilitar Matias Alonso. Son letrados también la expopular Carina Mejias, Carmen Pérez —también médico y otro látigo de las irregularidades en la sanidad catalana— lnés Arrimadas o José Maria Villegas. Ya lo sabe bien Artur Mas. En 2010, cuando nadie daba un duro por Ciutadans, Rivera subió al atril y empezó su discurso así: “Señor Mas. Sigo aquí”.

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