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La Iglesia investiga un posible caso de acoso de un párroco a un diácono

El Arzobispado de Zaragoza indaga tras difundirse que el anterior arzobispo lo ocultó

El exarzobispo Manuel Ureña.
El exarzobispo Manuel Ureña.javier cebollada (efe)

El Arzobispado de Zaragoza ha abierto una investigación para determinar si realmente hubo un caso de acoso entre el párroco de Épila (4.734 habitantes), Miguel Ángel Barco López, y el diácono Daniel Peruga Martí, y depurar responsabilidades en el caso de que sea cierto. En los últimos días ha trascendido que el papa Francisco urgió a renunciar al arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña Pastor, que va a cumplir 70 años, por esconder un supuesto caso de acoso. En ese trasfondo hay un pago de 60.000 euros al diácono y un despido por motivos que aún no se han esclarecido.

El caso ha salido a la luz hace apenas unos días y el párroco, que niega los hechos, ya ha reaccionado anunciando que va a interponer una denuncia por injurias y calumnias en la Guardia Civil. "La denuncia está puesta en la Guardia Civil y mañana iremos por vía penal", ha confirmado Miguel Ángel Barco López a EL PAÍS con un mensaje telefónico.

El comunicado del arzobispado reconoce que se abonaron 60.000 euros al diácono Daniel Peruga e incide en que la dimisión del anterior arzobispo, Manuel Ureña, fue "por motivos de salud". Este escrito, firmado por el administrador diocesano Manuel Amor, es la primera reacción de la Iglesia ante este caso. Días antes, varios medios habían difundido que detrás de esa indemnización había un intento de callar las denuncias del diácono que acusaba al párroco de acosarle.

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A los vecinos de Épila les extrañó que el diácono Daniel Peruga (27 años) se marchara de la parroquia y del pueblo casi sin despedirse poco después de Semana Santa, tras apenas unos meses de estancia allí. "Es un chaval muy simpático y muy majete que se lleva muy bien con los chicos del instituto, solo se despidió de los niños de la catequesis", comentaba esta mañana una vecina en el bar principal de la localidad de apenas 4000 habitantes, situada al sur de Zaragoza.

Cinco vecinas asiduas a la parroquia conversaban en la mesa de al lado pasado el mediodía. Las mujeres aseguraban que la noticia que dicen haber conocido por la prensa local y por las teles "ha sido toda una sorpresa" para la localidad, cuyas casas se van distribuyendo en las laderas de un monte. El cura, Miguel Ángel Barco, de 47 años y natural de Barcelona, es un hombre "limpio, cuidadoso y buen predicador", señala una de las vecinas, que accede a hablar sin dar el nombre y asegura que va a misa "domingos, festivos y fiestas de guardar".

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El sacerdote lleva seis años en la parroquia, situada en lo alto del pueblo y colindante con la casa parroquial de dos plantas en las que convivían ambos religiosos. Las parroquianas comentan con el café que el párroco tiene "mucho genio" y pensaron que ese podía ser el motivo de una posible disputa entre ambos que provocara la marcha del diácono, natural de Monzón.

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