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Catalanes que votan en Fleet Street

Colas para participar en el 9-N en la Delegación del Gobierno catalán en Reino Unido

Pablo Guimón
Cola para votar ante en la Delegación del Gobierno catalán en Londres.
Cola para votar ante en la Delegación del Gobierno catalán en Londres.Pablo Guimón

Una larga cola recorre esta mañana Fleet Street hasta el número 17, un precioso edificio, uno de los pocos de la City que sobrevivió al gran incendio Londres en 1666, donde tiene su sede la Delegación del Gobierno catalán en Reino Unido. En la primera planta, la sala del príncipe Henry’s, reservada para las grandes ocasiones, están las tres urnas que desde las 9.00 reciben, de cuatro en cuatro (el espacio es reducido), a los catalanes residentes en Reino Unido -la delegación calcula que hay unos 20.000- o visitantes que han querido participar en el 9-N.

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A las 11.00 ya habían votado cerca de 300 personas, asegura Josep Suárez, delegado del Gobierno catalán, que hoy prefiere definirse como mero “colaborador”, cuya labor en las semanas previas se ha limitado, dice, a “reclutar a los 26 voluntarios que hacen turnos en la mesa, en la cola y en las labores de identificación”. Suárez esperaba que a lo largo de la jornada se presentarían cerca de 2.000 catalanes a participar, pero asegura que sus expectativas “están siendo superadas” tras las primeras horas.

A Andrés y a Climent, dos amigos de Barcelona, el 9-N les ha pillado de viaje de trabajo en Londres. Trabajan juntos en una empresa de distribución de papel y plástico. Han venido a las 10.30 y han esperado media hora de cola. Les sorprende que haya tanta gente. “Votar en Cataluña es muy cómodo, pero aquí no lo es tanto”, explica Climent. Él ha votado sí y sí, pero Andrés ha votado no. En realidad, Andrés ha emitido un voto particular. Junto con la papeleta del no y la fotocopia de su DNI, reconoce Andrés, ha incluido en el sobre otra hoja que llevaba escrito un mensaje de cosecha propia: “Pujol, chorizo”. “No es justo que en Cataluña haya tanto paro, que haya colegios en barracones, que haya 2.500 empleados en TV3…”, enumera. “Pero de eso no se habla, no se habla de la Cataluña real. Se habla solo de un país nuevo”. “Pero hay mucha ilusión”, admite, “y eso es bueno”. Los dos amigos se enredan en la enumeración de distintos casos de corrupción: Andrés habla de Miret, y Climent le responde con Monago; Andrés de Caixa Catalunya, Climent de Caja Madrid. “Pensamos muy diferente”, zanja Climent, “pero somos muy buenos amigos”.

Votantes en el 9-N en Londres.
Votantes en el 9-N en Londres.Pablo Guimón

Ante la mesa de las urnas, Carles le hace fotos con el móvil a su amiga Silvia. Él lleva cinco años trabajando en Londres como consultor; ella se quedó en el paro en junio y se vino a Bristol a buscarse la vida y mejorar el inglés. Ha tardado tres horas en llegar a Londres en autobús esta mañana para participar en el 9-N, y ahora los dos han hecho 40 minutos de cola en la puerta. “Llevamos 300 años esperando esto”, dice Carles, “podemos esperar ahora 40 minutos de cola”. “Aún habiendo tenido que venir fuera porque no hay trabajo en mi tierra”, dice Silvia, “este es un día de mucha ilusión”. “No pensamos que esto llegaría nunca”, reconoce Carles. “Hoy empieza un día que durará años. Si hay más de dos millones de participantes, este es un partido que se puede ganar”.

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Las urnas en Londres permanecerán abiertas hasta las 20.00. Y entonces los voluntarios procederán al recuento. Roger, de 38 años, es uno de esos voluntarios, pero le ha tocado el turno de mañana. Es de Sant Boi de Llobregat, pero vive en Dorset, a 300 kilómetros de Londres, donde trabaja de ingeniero aeroespacial. Muestra en su brazo la piel de gallina y asegura estar viviendo un “ambiente muy emotivo”. “Todo el mundo tiene derecho a opinar”, defiende, “y eso es lo que estamos haciendo”.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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