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La permisividad de Marruecos facilita la mayor oleada de pateras de la historia

Más de 1.000 subsaharianos cruzan el Estrecho en un centenar de botes

Un grupo de inmigrantes son atendidos por la Cruz Roja en Tarifa (Cádiz), tras ser rescatados.
Un grupo de inmigrantes son atendidos por la Cruz Roja en Tarifa (Cádiz), tras ser rescatados.Paco Puentes

La permisividad de las autoridades de Rabat ha permitido la llegada a Cádiz de más de 1.000 inmigrantes en los últimos dos días, a bordo en un centenar de frágiles botes hinchables. Desde el lunes, la Gendarmería de Marruecos no patrulla las costas del norte del país y la Marina no vigila sus aguas, según fuentes de la agencia europea de control de frontera europea (Frontex). El ministro de Exteriores español, José Manuel García-Margallo, habló este martes con su homólogo marroquí.

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Fuentes policiales españolas admiten que la presión migratoria en ciudades como Tánger es tan fuerte que Rabat probablemente ha decidido aliviarla haciendo la vista gorda. "¿Qué se hace cuando una bañera está a punto de rebosar? Abrir un poco el tapón para que el agua no lo inunde todo, ¿no?", comenta un veterano agente, experto en inmigración irregular. Portavoces de las ONG que trabajan con los extranjeros repiten que Marruecos ha descuidado su frontera. El Gobierno de Rabat no ha dado ninguna explicación.

La primera lancha de Salvamento Marítimo amarró este martes en el espigón de Tarifa (Cádiz) a las cuatro de la madrugada con 150 inmigrantes a bordo. Arrancaba así la jornada del martes cuando aún no había expirado del todo la del lunes, que ya había marcado un récord en la llegada de subsaharianos por mar. Eso descolocó a las fuerzas de seguridad, que no podían explicarse qué estaba pasando para que en dos días atravesaran el Estrecho más personas que en todo lo que va de año.

Con las primeras luces del día, el operativo intentó replicar el manual de la víspera: desde el aire, el helicóptero señala los puntos en el mar y comunica por radio las coordenadas a seis lanchas Salvamar, que se encargan del rescate. Pero las pateras se multiplican. Navegan muy cerca unas de otras. Sus ocupantes, mayoría de hombres junto a mujeres y niños —algunos bebés—, utilizan remos minúsculos de madera (de un metro de longitud) para empujar las lanchas de juguete. Cada una de esas neumáticas de metro y medio, que se conocen como toy, carga a 10 o 12 personas, a caballo unas de otras.

Óscar Sánchez, tripulante de la Salvamar Caliope desde hace diez años, no había visto nada parecido. Ha repetido viajes, desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, con idéntico recorrido, zarpando del puerto de Tarifa hasta el mar de Alborán. Resultado: 122 personas rescatadas. Con cada una de las que suben a bordo repite el ritual: agua y galletas para el hambre y una manta que ayude a combatir el frío, a veces la hipotermia.

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"Rabat alivia su presión migratoria quitando un tapón", según la policía

Los inmigrantes agradecen la ayuda y sonríen cuando ven que están a salvo. Las mujeres con hijos, que han aguantado horas en altamar con sus criaturas en brazos, suelen caer rendidas nada más alimentarse.

La maniobra la calcaron este martes decenas de veces las seis lanchas de Salvamento, hasta rescatar a 755 inmigrantes en 78 balsas. Todo en 24 horas, lo nunca visto en el Estrecho. Y el balance era anoche provisional.

Los profesionales de Salvamento Marítimo esbozan una sonrisa cuando escuchan que la llegada masiva de pateras se debe al buen tiempo. Uno de ellos ironiza: "Por eso no hemos visto patrulleras de Marruecos en todo el camino. Lo normal es encontrarte cuatro o cinco cuando se dan oleadas de este tipo. Hoy ninguno de nosotros ha visto ninguna".

"Ya ves cómo estamos. Los que andamos por aquí no manejamos hipótesis. Eso lo hacen en Madrid", responde el brigada García Hidalgo, de la Guardia Civil.

En grupos de unos 50, los subsaharianos van llegando a tierra. Un grupo cada hora, con una cadencia que apenas se rompe. Ayer, 640 varones, 95 mujeres y 20 menores. Anteayer fueron 299.

Es habitual que muchos besen el suelo al desembarcar. Visten ropa deportiva, camisetas falsificadas de equipos de fútbol como el Inter de Milán, el Barça y el Oporto. Tras beber algo caliente, suben a camiones que los llevan al pabellón deportivo de Tarifa, que está desbordado, por lo que los inmigrantes son desviados a centros de internamiento de otras provincias.

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