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La abdicación despoja de sus privilegios a los monarcas holandeses y belgas

Sobre Alberto II de Bélgica planeó la demanda de paternidad de su supuesta hija ilegítima

Isabel Ferrer
La reina Matilde y el rey Felipe de Bélgica asisten este miércoles a una misa en la Basílica del Martirio de San Juan en Varsovia.
La reina Matilde y el rey Felipe de Bélgica asisten este miércoles a una misa en la Basílica del Martirio de San Juan en Varsovia.Leszek Szymanski (EFE)

El artículo 88 de la Constitución belga consagra la inmunidad del monarca de la siguiente forma: "El Rey no puede errar. Su persona es inviolable y los responsables son sus ministros". Es el modelo holandés, que blinda al soberano mientras esté en el trono. A partir de la abdicación las cosas cambian, y ya no está protegido ante posibles recursos en su contra. En su segunda vida civil, las leyes no le conceden un estatuto especial. Es más, según ha dicho Hendrik Vuye, especialista en derecho Constitucional de la Universidad valona de Namen, “la norma no dice nada de su situación más allá de la Corona”. Así, Alberto II de Belgica es hoy un simple súbdito de su primogénito, que reina con el título de Felipe I.

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Aunque cada abdicación tiene sus fatigas y contexto propios, sobre la de Alberto de los belgas planeó la demanda de paternidad de su supuesta hija ilegítima, la artista Delphine Boël. Hija de la baronesa Sybille de Selys Lonsgchamps y del industrial belga Jacques Boël, ella sostiene que su verdadero padre es el antiguo rey. Por eso quiere someterle a una prueba de ADN. En su discurso navideño de 1999, Alberto dijo que este asunto pertenecía “al ámbito privado”. En ese momento, los abogados de Delphine no podían conseguir el deseado examen de paternidad. Ahora sí cabe modificar sus planes.

En cuanto a los monarcas holandeses, durante su reinado son inmunes y el responsable legal y político de sus actos es el Gobierno, según el artículo 42 de la Constitución. Cuando abdican, la legislación nacional es muy restringida y les iguala al resto de la ciudadanía. Según Leonard Besselink, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Ámsterdam, "los soberanos pasan a ser ciudadanos corrientes, sin privilegios, cuando ceden la corona". "Le pondré un ejemplo que me parece incontestable con nuestra Constitución en la mano: si la hoy Princesa Beatriz, que fue reina hasta el pasado 30 de abril, cometiera un delito, tendría que comparecer ante un tribunal ordinario, no ante uno especial.

Para los jueces, sería la ciudadana Beatriz”, dice el experto. La única excepción son los crímenes internacionales (genocidio y crímenes de guerra y contra la humanidad), que sí alcanzan a cualquier jefe de los Estados miembros de la Corte Penal Internacional. “Para esos no hay inmunidad posible”, concluye Besselink. Los políticos tampoco son aforados en Holanda. No se les puede perseguir por lo que digan en el Parlamento, por polémico que sea. Fuera de la Cámara, sus palabras sí pueden tener consecuencias legales.

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