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Columna
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El desconcierto socialista

Se busca cambiar las ‘formas’ como parte de una nueva relación entre el partido y la sociedad

Fernando Vallespín

Mientras Rajoy se piensa plácidamente si va a hacer algo en los próximos meses para reaccionar a su amarga victoria, los socialistas ya han empezado a lamerse las heridas. A abrírselas en canal, más bien. Después de la lógica dimisión de Rubalcaba y la de otros que también se han sentido interpelados por el resultado, el problema se trasladaba enseguida a otro lugar, al dichoso procedimiento a partir del cual emprender la renovación: si había que dotar de prioridad al congreso o a las primarias, si votarán los delegados o los militantes, y cuál haya de ser el calendario respectivo. La cuestión es de enjundia, porque una disputa pública sobre los procedimientos vicia implícitamente la legitimidad del resultado. Y, sin embargo, detrás del desacuerdo no hay solo un interés estratégico de algunos de los posibles candidatos, es parte también del mismo proceso de renovación. Se busca cambiar las formas como parte de una nueva relación entre el partido, sus militantes y la sociedad; es un movimiento más en la línea del cambio que se desea emprender, superar un modelo de organización exánime.

Este ya era un debate en marcha en el PSOE antes de las elecciones, que ahora el efecto Podemos probablemente convierta en una obsesión. Entre otras razones, porque los partidos nunca han encontrado una solución satisfactoria al dilema clausura/apertura, ni siquiera en tiempos de las redes sociales. Ahí está una de las grandes dificultades que, junto con la renovación de las ideas y la adecuada elección de un nuevo liderazgo, acechan al partido. Con el agravante de que deberá hacerlo bajo el golpe psicológico que significa la fragmentación de la izquierda y que el PP ya no es su único adversario, ahora la competencia principal se le ha trasladado a la izquierda y hacia el eje nacionalista.

Todo apunta a que estamos ante un fin de régimen, el que acabó asentándose después de la Transición, pero ignoramos qué lo pueda sustituir. Ya no nos sirven las viejas rutinas y convenciones, hay que empezar a reinventarlo todo. Pero ¿hacia dónde?, ¿cuáles deben ser los contornos de la “nueva política”? En el caso del PSOE, tiene la dificultad añadida de que un partido con pretensiones de gobierno no puede evitar apoyarse sobre la solidez de su organización y la formulación de propuestas creíbles y realistas, aunque se vistan con guiños utópicos. No todo se centra en la transformación de las formas o los procedimientos. Bienvenidos sean los cambios del partido en su relación con la sociedad, que es un factor imprescindible, pero tanto o más importante es cuál sea el proyecto que tiene para ella y cómo puede liderar sus aspiraciones y apaciguar sus temores. Estamos todavía en el Km 1 de lo que se vislumbra como un largo y sinuoso camino.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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