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Las anteriores catástrofes petroleras acabaron con condenas

El fallo rechaza la imprudencia, a diferencia de en el ‘Urquiola’ y el ‘Mar Egeo’

María Fabra
La marea negra también invadió la costa gallega tras el siniestro del Urquiola, en 1976.
La marea negra también invadió la costa gallega tras el siniestro del Urquiola, en 1976.europa press

La “mala señalización” de una aguja rocosa provocó que el petrolero Urquiola encallara, en 1976, frente al puerto de A Coruña. La Comandancia de Marina ordenó llevar el buque mar adentro y, en el intento, explotó. Se derramaron 100.000 toneladas de crudo. La justicia calificó de “precipitada, desacertada, absurda y criticable” la orden de alejar el Urquiolade la costa, y el Estado, además, fue condenado como responsable de un “anormal funcionamiento de los servicios públicos” por no haber señalado con precisión las cartas marítimas.

En 1992, otro petrolero, el Mar Egeo, embarrancó frente a la Torre de Hércules, al intentar entrar en el canal, tras recibir la orden de aproximación del práctico del puerto de A Coruña. Siete depósitos del barco estallaron. El vertido fue de cerca de 67.000 toneladas de crudo. El juez consideró que tanto el práctico (empleado público) como el capitán cometieron una imprudencia y repartió la responsabilidad entre ambos.

En ambas catástrofes, los precedentes del Prestige, la justicia apuntó a la existencia de una imprudencia y las condenas se basaron en la concurrencia de esta característica, necesaria para la comisión de un delito ambiental siempre que no se trate de casos voluntarios ejecutados por el autor.

En el caso del Prestige, el tribunal, en su sentencia, sostiene que no existió esa imprudencia. “La imprudencia no es sino un juicio de valor que no puede vincularse con el resultado de una conducta, sino con sus motivaciones y la posibilidad de prever adecuadamente las consecuencias de esa conducta”. La sentencia considera “correctas” las conductas del capitán y los oficiales y, aunque admite que asumieron “una navegación arriesgada”, interpreta que ni siquiera eran conscientes del peligro. “No pueden ser tachados de imprudentes, ni desde el punto de vista estrictamente profesional ni desde el punto de vista de la mera lógica”, señala el fallo, ya que, según añade, lo que motivó sus operaciones fue “evitar una catástrofe y/o paliarla”.

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