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OBITUARIO

Fernando Hermoso, víctima de la ira contra los inmigrantes

El último gobernador civil de Almería fue apaleado durante los sucesos racistas de El Ejido

Ginés Donaire
Fernando Hermoso.
Fernando Hermoso.LA VOZ DE ALMERÍA

La tarde del 6 de febrero de 2000 a Fernando Hermoso Poves le acababan de comunicar que su padre había fallecido. Sin embargo, el entonces subdelegado del Gobierno en Almería quiso anteponer la responsabilidad de su cargo y, antes de partir hacia el sepelio de su progenitor en Jaén, asistió en El Ejido al funeral de Encarnación López Valverde, que había muerto el día anterior apuñalada por un marroquí en tratamiento psiquiátrico para robarle el bolso. Cuando abandonó la iglesia, Hermoso Poves fue zarandeado y apaleado por una muchedumbre de exaltados que pagaron con él la tensión acumulada entre vecinos de El Ejido y la población inmigrante.

Fernando Hermoso Poves, que falleció en Jaén el pasado 5 de septiembre a los 79 años de edad, fue el último gobernador civil de Almería entre mayo de 1996 y junio de 1997, y también el primer subdelegado del Gobierno, hasta el año 2002. Su relevo estaba previsto tras las Elecciones Generales de marzo de 2000, pero el PP, partido al que pertenecía, decidió mantenerlo en su puesto tras la agresión sufrida en El Ejido para no darle la razón a los violentos. Hermoso Poves también fue alcalde de su pueblo natal, Jimena, delegado del Ministerio de Cultura en la época de Adolfo Suárez y concejal popular en el Ayuntamiento de Jaén.

A Hermoso Poves le tocó lidiar con uno de los episodios más sonrojantes de la España contemporánea. Hasta la zona del Poniente almeriense llegaron a finales del pasado siglo 50.000 inmigrantes, con papeles y sin ellos, atraídos por la pujanza de la industria hortofrutícola almeriense, que tiraba de las exportaciones agroalimentarias españolas. La convivencia no se hizo fácil en El Ejido, y a finales de enero de 2000 la tensión se hizo irrespirable tras la muerte de dos agricultores degollados frente a sus invernaderos a manos de un bracero palestino y, posteriormente, el apuñalamiento mortal de Encarnación López.

Al subdelegado del Gobierno lo acusaban los agricultores de El Ejido de ser el que “firmaba los papeles a los moros”, favoreciendo la regularización de un colectivo que se había convertido en blanco de las iras vecinales. Y, consciente de la tensión que se palpaba, Hermoso decidió asistir al sepelio de Encarnación López, acompañado del entonces delegado del Gobierno central en Andalucía, José Torres Hurtado, que se salvó de la ira vecinal gracias a la protección de 12 furgonetas antidisturbios. Menos suerte tuvieron el subdelegado del Gobierno y el inspector del Cuerpo Nacional de Policía que le acompañaba, que quedaron atrapados entre una muchedumbre de exaltados que les propinaron una paliza. Tras zarandearlos y empujarlos unos 200 metros, los tiraron al suelo y les patearon la cabeza y otras partes del cuerpo. Sangrando por la nariz, lo único que se le podía escuchar a Fernando Hermoso, en el tremendo caos en el que se vio envuelto, era pedir un coche para que lo sacaran de allí. El subdelegado tuvo que huir en su coche oficial, que fue perseguido por las calles del pueblo. Cuando finalmente pudo ser rescatado de los ataques por algún vecino que acudió en su ayuda, Hermoso salió hacia Jaén para acudir al entierro de su padre.

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