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Las acusaciones de Bárcenas reabren la crisis generacional del PP vasco

Malestar entre cargos de la actual dirección y los veteranos de la formación El enfrentamiento ha llegado hasta los despachos de Génova, 13

Francesco Manetto
Arantza Quiroga, presidenta del PP vasco.
Arantza Quiroga, presidenta del PP vasco. PRADIP J. PHANSE

El caso Bárcenas ha obligado al PP a enfrentarse a su pasado. Ocurrió desde el principio, cuando la dirección nacional, con María Dolores de Cospedal a la cabeza, se vio forzada a bucear en las cuentas de las dos últimas décadas y a remontarse a etapas y equilibrios de poder ajenos, en la mayoría de los casos, a la cúpula actual. Ese trabajo desató tensiones internas desde el estallido del escándalo del extesorero, el pasado enero. Bárcenas encaró a los dos PP, dos generaciones y dos estilos de gestión. Algo parecido ha pasado ahora en la formación donde el relevo fue más traumático y donde la dimisión de María San Gil y la elección de Antonio Basagoiti, en 2008, provocó una ruptura radical entre pasado y presente.

El ataque del antiguo responsable de finanzas, que acusa al PP vasco de haber pagado parte de la hipoteca de la sede de Bilbao en 1999 con fondos opacos, ha reabierto ese enfrentamiento generacional. Una crisis, que ha llegado hasta los despachos de la cúpula nacional, en Génova, 13, en la que los nuevos responsables viven con malestar la gestión de un episodio que no les atañe directamente y miembros de la vieja guardia temen una operación de desprestigio. .

Dirigentes de la actual dirección regional, que encabeza Arantza Quiroga, y los antiguos cargos, principalmente el entorno de Carlos Iturgaiz y Jaime Mayor Oreja, llevan casi dos semanas cruzándose mensajes, en privado y algunos incluso públicamente, a cuenta de las explicaciones sobre las finanzas del partido en los noventa y a principios de la pasada década.

Tras conocer las acusaciones formuladas por Bárcenas ante el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz, los populares vascos enseguida trataron de aclarar lo ocurrido. Se reunieron con el gerente y se pronunciaron sin reservas en múltiples comparecencias, en una estrategia que se desmarca de la adoptada por la dirección nacional. Lo hicieron sus principales dirigentes: Quiroga, Iñaki Oyarzábal y Borja Sémper. Los mensajes, con matices, apuntaban a que el extesorero decidió atacar al PP vasco por ser la formación que le criticó con más contundencia —Quiroga calificó el caso de “vomitivo”—. Y Sémper afirmó: “Si hay algo más, quienes dirigían el partido en esos momentos tendrán que contárnoslo”.

María San Gil.
María San Gil.P. J. P.

Al día siguiente, el pasado lunes, Génova remitió un comunicado del ahora europarlamentario Carlos Iturgaiz. El presidente el PP vasco entre 1996 y 2004 también defendió las cuentas de la formación, que en aquellos años sufría con frecuencia atentados y amenazas de ETA, y salió en defensa de sus compañeros. “Pongo, no solo una mano, sino las dos, por todos los dirigentes del PP del País Vasco, desde Jaime Mayor Oreja hasta Maria San Gil”, enfatizó. Esas palabras llegaban después de que Sémper asegurara que confiaba en él, aunque no pondría la mano en el fuego “por nadie”. Algo parecido apuntó ayer la propia Cospedal, quien en una entrevista en Abc afirmó que “solo” la pondría por su familia.

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En medio de estas manifestaciones quedan días de tensión entre las dos generaciones de los populares vascos. Días en los que todos los sectores transmitieron su malestar en una situación que Quiroga calificó de “indefensión”. Se produjeron llamadas, primero a la dirección regional y después a la cúpula nacional. Quejas de los veteranos. Muestras de apoyo a unos y otros. Llamadas de vuelta para tratar de apagar el incendio. Y una crisis que aún no se ha resuelto.

En cualquier caso, hay una circunstancia en la que todos coinciden: el PP vasco nunca tuvo muchos recursos. “No teníamos dinero, éramos cuatro y el del tambor”, resume un antiguo dirigente. Y, en contra de lo mantenido por Bárcenas, aseguran que era la dirección nacional la que tenía que aportar ingresos a la formación.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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