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OBITUARIO

Emilio Alonso Manglano, el arquitecto de ‘La Casa’

Fallece el militar que dirigió el principal servicio secreto español (Cesid) durante 14 años

Miguel González
Emilio Alonso Manglano, en 1993.
Emilio Alonso Manglano, en 1993.GORKA LEJARCEGI

Volví a ver a Emilio Alonso Manglano hace unos pocos años. Fue en una cena en el Club Siglo XXI de Madrid. Acudió como oyente, lo que me sorprendió, pues durante mucho tiempo había permanecido en el ostracismo, alejado de cualquier foro público, como un apestado cuya compañía todos esquivan. Me pareció un hombre solo y envejecido, pero aún entero. En el coloquio final tomó la palabra. Con el mismo tono firme de siempre, algo más alto por la dureza de oído. Habló de la transición militar, de la difícil tarea de convertir al Ejército de Franco en las Fuerzas Armadas de la democracia. Parecía como si quisiera reivindicarse recordando los tiempos en que la democracia era un anhelo amenazado e incierto.

Nacido en Valencia el 13 de abril de 1926, Manglano era un militar monárquico. Su carrera, y su vida, dieron un espectacular vuelco el 23-F de 1981. El golpe le sorprendió en Alcalá de Henares (Madrid), como jefe del Estado Mayor de la Brigada Paracaidista. En ausencia de su general y de su coronel, tomó el mando de la unidad, ordenó a sus hombres armarse y llamó a Guillermo Quintana Lacaci, capitán general de Madrid, y a Zarzuela para anunciarles que la brigada estaba presta para defender el orden constitucional. Si era preciso, tomando al asalto el Congreso, donde Tejero mantenía secuestrados a los diputados y al Gobierno.

Tras el fracaso de la intentona golpista y la investidura del presidente Leopoldo Calvo Sotelo, el nuevo ministro de Defensa, Alberto Oliart, no encontró a nadie mejor para encargarle la dirección del Centro Superior de Información para la Defensa (Cesid), el principal servicio de espionaje español. Era una decisión audaz, porque el decreto de creación del Cesid reservaba el cargo de director a un general y Manglano solo era teniente coronel. Pero el decreto no fue lo único que hubo que cambiar.

Los servicios secretos españoles desempeñaron un papel cuanto menos oscuro en el golpe. Algunos de sus miembros —entre ellos, el comandante José Luis Cortina— se sentaron en el banquillo de los acusados. Y otros no se enteraron de lo que se cocía.

Oliart le encargó a Manglano que desarticulara las tramas golpistas del Ejército y él se aplicó a la tarea. El 27-0, la víspera de las elecciones que dieron la victoria al PSOE en 1982, se preparaba otro golpe, el de los coroneles, que esta vez se abortó antes de pasar de conjura de papel.

A pesar de la distancia generacional e ideológica, Manglano se ganó la confianza de los nuevos gobernantes socialistas, de Felipe González y de su ministro de Defensa, Narcís Serra. Durante 14 años, dirigió sin cortapisas unos servicios secretos que fueron ganando en poder e influencia y extendiendo su campo de actuación del golpismo al terrorismo, del contraespionaje a la economía o la tecnología.

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El Cesid había nacido en 1977, de la unión del antiguo Seced de Carrero Blanco y el servicio de información del Alto Estado Mayor, pero en los cuatro años escasos que precedieron a la llegada de Manglano cambió varias veces de jefe, e incluso tuvo la jefatura vacante, por lo que nunca se llegó a consolidar y él pudo edificar La Casa —como llamaban los agentes al servicio secreto— de nueva planta.

Cuanto más poderoso, más odiado. Los militares sabían que nadie podía llegar al generalato con un informe negativo de Manglano. Por lo que, sensu contrario, todos los que veían frustrada su aspiración de ser generales le echaban la culpa a Manglano. Y no siempre era así.

Un incidente aparentemente menor acabaría provocando su desgracia. La revista Tiempo publicó unas fotos del jefe de la Agrupación Operativa del Cesid, el coronel Juan Alberto Perote, en una fiesta en Rumanía tras la caída del dictador Ceaucescu en diciembre de 1989. Manglano consideró que se trataba de una imprudencia inexcusable y forzó la salida de su número dos. Una salida aparentemente indolora, con aterrizaje en la compañía Repsol, pero que Perote nunca le pudo perdonar.

El exagente se llevó miles de documentos y fichas del Cesid que empezaron a ser publicados por el diario El Mundo y utilizados por el exbanquero Mario Conde para chantajear al Gobierno. A pesar de la cercanía de Manglano al Rey, el Cesid había interceptado y grabado conversaciones privadas por teléfono móvil de las más altas autoridades, incluido el propio monarca. En la imagen pública caló la idea de que la autoría de los crímenes de los GAL correspondía al Cesid, a pesar de que quienes se sentaron en el banquillo de los acusados fueron policías (como José Amedo) o guardias civiles (como el general Enrique Rodríguez Galindo).

Era la última legislatura de Felipe González, que ganó contra todo pronóstico a Aznar en 1993, y los escándalos acosaban sin tregua al Gobierno.

El 12 de junio de 1995, Manglano dimitió como director del servicio secreto. Ni siquiera se apreció entonces el alcance de esta decisión, pues su cese engrosó una lista en la que figuraban también el vicepresidente Narcís Serra y su sucesor como ministro de Defensa, Julián García Vargas. Tres cabezas por el precio de una.

La dimisión no acabó con el calvario de Manglano, al contrario. Los siguientes años fueron una cadena de comparecencias ante los tribunales. La Audiencia de Madrid le condenó a seis meses de arresto por un delito de escuchas ilegales y la de Álava a tres años de prisión por el espionaje a la sede de Herri Batasuna. En 2004, el Tribunal Supremo revocó esta última condena y el Constitucional ordenó la repetición del juicio de las escuchas. Después de una nueva vista oral, la Audiencia de Madrid le absolvió en abril de 2005. Sus problemas judiciales se prolongaron con una multitud de sumarios sobre la guerra sucia, en los que estuvo imputado.

Solo cuando se liquidaron los últimos flecos, Manglano reapareció en actos públicos. En contadas ocasiones y con discreción. Como en el Club Siglo XXI. Si su intención era rehabilitar su imagen, no tuvo tiempo. El año pasado se le diagnosticó un cáncer que ayer por la mañana acabó con su vida en Madrid. Tenía 87 años, esposa y dos hijos.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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