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domingo/ prepublicación

La conexión Trías-Pedreira-Rajoy

En 2009, el juez Antonio Pedreira pide al PP que cesen las presiones mediante un mensajero Este capítulo, que reproducimos, es del libro que Ernesto Ekaizer dedica a ‘El caso Bárcenas’

Luis Bárcenas, extesorero del PP, sale de su domicilio de Madrid en julio de 2009.
Luis Bárcenas, extesorero del PP, sale de su domicilio de Madrid en julio de 2009.S. Sánchez

Por aquellos días, hacia primeros de julio de 2009, el juez instructor del caso Gürtel, Antonio Pedreira, invita a Jorge Trías a verle en su despacho, en la calle del General Castaños, 1. Es la sede del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, junto a la plaza de las Salesas. El abogado se dirige a la Sala de lo Civil y Penal, en la planta baja. Se van a ver las caras por primera vez.

Trías advierte que Pedreira comparte el despacho con otros dos magistrados de la Sala de lo Civil y Penal, Emilio Fernández Castro y José Ramón Suárez Robledano. El juez le recibe con afecto.

—Mira, Jorge, este es un caso muy difícil.

—Sí, ya lo creo. Y la estrategia del Partido Popular lo hace todavía más complicado. Es que este personaje, Federico Trillo, hay que ver, Antonio... Pero puedo transmitir al PP lo que quieras...

—Yo voy a tratar en todo momento de instruir el caso de manera imparcial. No voy a permitir medidas o decisiones guiadas por animadversión política. Me gustaría que lo transmitas, si puedes...

—Sí, claro. La verdad es que tienes una papeleta difícil. Si ya lo tenía complicado Baltasar Garzón... Y además, una parte de la causa está en Valencia. Vamos, un lío.

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—En efecto, Jorge.

—Bien, si te parece, yo puedo hacerle llegar el mensaje al PP.

—Sí, eso estaría muy bien.

—Es más, podemos hablarlo con más tranquilidad, pero incluso intentaría hablar con Mariano Rajoy...

—Díselo, si puedes. No va a haber interferencias políticas. Ahora, me gustaría que el partido lo tenga en cuenta porque estar recibiendo ataques todo el tiempo, eso es tremendo.

—Claro, Antonio. Te digo que me tienes a tu entera disposición. Para esto y para lo que quieras. Veo que tienes muchas dificultades y, si necesitas consultarme algo, vengo cuando lo necesites. Haré esta gestión y te diré el resultado...

Cuando el viento sopla mal, lo único que se puede hacer es esperar a que pase. Como ocurre con los juncos,
dijo Rajoy

Trías ya sabe ahora que está ante un tema en el que su intervención personal puede tener recorrido. Le interesa la cúpula del PP. Llama a Ana Mato y le deja un mensaje. Pero no obtiene señales de vida. Se lo cuenta a Pedreira. De momento no hay contacto. Le dice que lo va a intentar con Mariano Rajoy directamente.

Averigua quién es la secretaria de Rajoy. Y marca el teléfono de la sede de Génova, 13.

—Soy Jorge Trías Sagnier. Quería hablar con el señor Rajoy sobre un asunto relacionado con el juez Pedreira. Puede usted decirle que he estado con él y que tengo un mensaje que darle...

La secretaria promete decírselo enseguida y toma nota del número de su móvil.

Mientras Jorge Trías recorre el camino a pie desde su oficina, en la calle de Almagro, hasta el hotel Ritz, cuando todavía no ha llegado a la plaza de Cibeles, suena su móvil. Es la secretaria de Rajoy:

—Dice el señor Rajoy que si usted podría venir a su despacho.

—Sí, claro, cuándo...

—Me ha dicho que cuando usted pueda... Él estará aquí...

—Sí, estoy muy cerca. Dígale que estaré allí lo que tarde en llegar.

Quince minutos después, entra Trías en el despacho del presidente del PP. Le conoce. Aunque no han sido del mismo bando. Trías llega al PP por Aznar y ha formado parte del grupo de Alejo Vidal Quadras, el hombre de Aznar en Cataluña. Rajoy tiene interés en el juez Pedreira. Porque, aunque se lo calla, tiene con él un parentesco familiar. Lejano. Pero parentesco al fin. El padre del juez se llamaba Antonio Pedreira Ríos, como atestigua una calle a su nombre en A Coruña, en el barrio del Ventorrillo. Ríos, pues, es el vínculo entre ambas familias. Pero el político y el juez nunca se han tratado.

—¿Qué quiere este hombre?, pregunta Rajoy.

—Pues mira, Mariano, este hombre me dice, y yo le creo, que es un juez independiente. Lo que desea es que le dejen investigar en paz. Que no se lo pongan difícil, vamos, con presiones y operaciones de acoso.

—Me parece bien. Hay una campaña contra el partido, Jorge. En realidad, van a por mí. Por eso ponen tanto empeño en centrar los ataques en Luis Bárcenas. Pero no lo van a conseguir. Quieren presentar esto como una nueva Filesa. Pero no es así, no hay financiación ilegal, te lo aseguro.

—Por eso, hay que tener una estrategia de defensa más hábil... No bombardear a los jueces... Porque están los informes policiales, lo que sale en los periódicos...

—Mira, Jorge..., señala a una torre de periódicos que se formaba a un costado de su escritorio. Si yo hiciera caso y creyera que todo lo que se publica es cierto, no estaría sentado aquí.

—Pero, y esto lo tengo escrito, tienes una gran oportunidad para hacer una limpia...

—Cuando el viento sopla mal, Jorge, lo único que se puede hacer es esperar a que pase. Como ocurre con los juncos, cuando hay un ciclón o una tempestad. Son capaces de doblarse. Y resisten.

—Bueno, no sé, te he transmitido el mensaje de Pedreira. ¿Lo dejo aquí? ¿O puede tener interés que me mantenga en este asunto con el juez Pedreira? Si tú quieres, si tengo tu mandato, lo sigo...

—Pues claro, sigue el tema y me vas informando.

Rajoy ha convertido en teoría política, pues, aquella canción que interpretaba el Dúo Dinámico, Resistiré. Trías le apunta a Rajoy que los hijos de ambos coinciden en el Colegio Británico. Y como él representa a los padres en la gestión del transporte escolar, está al corriente de lo que se comenta sobre las andanzas de sus hijos respectivos en el autobús. Bromean. Y se despiden.

A Trías le falta tiempo para contárselo al juez. Le visita en su despacho. No es lo ideal para hablar en un ambiente saturado de gente. El juez Pedreira, 64 años, pelo blanco, va ataviado con su uniforme habitual. Chaqueta azul con dos botones dorados, casi siempre abrochados, y pantalón gris oscuro, camisa a rayas y corbata azul, desanudada de costumbre, con trabilla dorada, y zapatos color negro. Este atuendo destaca la mirada clara de sus ojos azules. Camina con las manos en los bolsillos, una forma de disimular los temblores, pero le gusta dar un paseo. Salen del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Trías hace de lazarillo del juez. Caminan por la calle del General Castaños hacia la plaza de la Villa de París, pasan al costado de la sede del Tribunal Supremo y se dirigen hacia Génova, para girar hacia la izquierda y dar la vuelta a la manzana por Argensola, en diagonal a la sede del PP, bajar en dirección a Fernando VI, torcer a la izquierda ya rumbo a la plaza de las Salesas y subir por el pequeño parque al Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Durante el trayecto, Trías le dice:

—Lo hemos conseguido, Antonio. He podido hablar con Mariano...

—Hombre, qué bueno. ¿Qué te ha dicho?

—Mira, le he expuesto lo que hablamos. Que te dejen investigar tranquilo. Que no tienes intención de hacer daño al PP. Me ha dicho que está de acuerdo. Le he explicado que la estrategia de Trillo lleva al desastre. Y me ha facultado para que te venga a ver cuantas veces sea necesario y te preste la ayuda que necesites, que me digas lo que quieres transmitir. Claro, si tú quieres...

—Me parece estupendo, Jorge. Y no dudes en venir a verme cuando quieras...

Espasa edita El caso Bárcenas, de Ernesto Ekaizer, el 14 de mayo. 243 páginas. 17,90 euros.

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