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El ‘annus horribilis’ empezó un 14 de abril en Botsuana

La Zarzuela promete más transparencia y explicaciones sobre la herencia del Rey cuando se cumple un año de la polémica cacería

Natalia Junquera
El rey posa con un cazador ante un elefante abatido, en Botsuana en 2006.
El rey posa con un cazador ante un elefante abatido, en Botsuana en 2006.RANN SAFARIS

La Zarzuela barajó todas las opciones, incluida la de ocultar lo ocurrido, pero finalmente optó por no hacerlo. Hoy hace justo un año que los españoles conocieron que el Rey había tenido que ser operado de urgencia tras romperse la cadera en una inoportuna cacería en Botsuana, a miles de kilómetros de España, es decir, de un país entonces al borde del rescate, con la prima de riesgo en más de 420 puntos y en plena crisis por la expropiación de YPF en Argentina. El incidente, según admiten en la Casa del Rey, marcó “un antes y un después”. Don Juan Carlos pidió perdón ante las cámaras en un gesto sin precedentes. Y La Zarzuela intenta desde aquel día recuperar la iniciativa y la popularidad perdidas: “Por supuesto que ese deterioro de imagen nos preocupa y afecta a nuestras actuaciones”.

Las encuestas indican que de momento no lo han conseguido. El apoyo al Rey se ha desplomado. Según el último sondeo de Metroscopia para EL PAÍS, realizado antes de la imputación de la infanta Cristina, la nota de don Juan Carlos está incluso por debajo de la valoración de hace un año, tras la polémica cacería.

El de Botsuana, con un coste de unos 40.000 euros que pagó un empresario saudí, no era el primer safari del Rey. Pero el malestar ciudadano con las instituciones, a las que ven incapaces de darles soluciones en medio de una crisis inmisericorde, y la imputación de su yerno, Iñaki Urdangarin, en un caso de corrupción, había puesto el foco sobre la Monarquía, sometida a un inédito escrutinio que pilló a La Zarzuela totalmente desprevenida. Esa sobreexposición es la que marca “un antes y un después”.

Antes de la cacería era inimaginable que el director del CNI, tuviera que comparecer en la comisión de secretos oficiales del Congreso para responder sobre una amiga del Rey, la alemana cuyo complicado nombre (Corinna zu Sayn-Wittgenstein) aprendieron los españoles precisamente a raíz de aquel safari. Antes de Botsuana era impensable abrir un debate sobre la abdicación del Rey -descartada desde La Zarzuela- y, menos aún, que fuera un diputado socialista, Pere Navarro (PSC), quien lo planteara. Antes de Botsuana, apenas se hablaba de la salud del Monarca. Después, con cuatro operaciones más sobre los hombros (tres de cadera y una de hernia), también es motivo de debate. Su última intervención le mantiene apartado de la agenda oficial desde marzo, le obligó a aplazar un viaje a Rabat y casi con toda seguridad, también el de Florida, previsto para mayo. La recuperación del Monarca, que según el médico podría prolongarse "entre dos y seis meses" no ha impedido, no obstante, que don Juan Carlos siga acudiendo cada día a su despacho y reuniéndose cada semana con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Después de Botsuana, La Zarzuela decidió que no habría más viajes privados pagados por millonarios. La Casa del Rey aisló a Urdangarin, borrándolo incluso de su web; tomó la iniciativa y pidió al Gobierno una incorporación "profunda" a la ley de transparencia, y en estos momentos recopila información para dar explicaciones sobre la herencia que don Juan dejó al Monarca en supuestas cuentas en Suiza. Aseguran que ya el anterior jefe de la Casa, Alberto Aza, señaló hace más de dos años la necesidad de aumentar la transparencia para adaptarse a los nuevos tiempos, e insisten en que su voluntad es esa y que seguirán haciendo gestos en ese sentido en el futuro: "para ser más transparentes y para tener mayor contacto con el ciudadano".

Pero tras la imputación de la Infanta todo parece indicar que para la monarquía española su annus horribilis va a durar más de 365 días.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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