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Tribuna
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Ni comparables ni equiparables

El PP conocía las fotos de Feijóo cuando me atacó por dar un paseo en barco con un empresario

La aparición de las fotos en las que se puede ver al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, acompañado de un conocido contrabandista a bordo de un barco vuelve a traer a la palestra —muy a mi pesar— una foto que el PP y sus amigos mediáticos hicieron famosa en la campaña electoral de las autonómicas gallegas de 2009 y en la que aparece quien esto escribe disfrutando de una tarde en barco con un conocido empresario gallego.

La campaña electoral del 2009 fue la primera celebrada en el Estado español durante la época de crisis económica y —sin querer poner en cuestión el resultado democrático e inapelable a favor del PP— también fue la primera en la que una fuerza política, en este caso el Partido Popular, utilizó sistemáticamente la mentira sobre la vida de los candidatos rivales como parte de su estrategia de campaña sucia. Yo tengo el convencimiento de que buena parte del lodazal en el que se ha convertido la política española en estos momentos viene de allí. Entre otras cosas, porque aquello le salió bien al PP. Y gratis.

La pretensión del PP con la exhibición descontextualizada de aquella foto fue siempre la de presentarla como prueba falsa de una negociación oscura entre el vicepresidente de la Xunta y el empresario con motivo del concurso eólico convocado por el Gobierno bipartito a finales de 2008.

Lo primero que todo el mundo debe saber es que la famosa foto fue tomada casi cuatro años antes de que se convocara el concurso eólico, e incluso antes de que a mí me hubiera dado tiempo siquiera de ejercer como vicepresidente. Así lo recoge el suplemento de sociedad del periódico El Correo Gallego, que en el verano del 2005 ya se hacía eco de aquel encuentro. Difícilmente, pues, el empresario y el político podrían estar tratando adjudicación alguna de un concurso que por aquellas fechas ni estaba previsto convocar. Un concurso que, por otra parte, se celebró años después dentro de la más estricta legalidad, como se encargó de confirmar en su momento la correspondiente sentencia del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia a petición de parte.

Lo segundo a tener en cuenta es que antes, durante y después de aquel concurso eólico —como es lógico—, tanto yo mismo como otros miembros del Gobierno gallego de entonces hablamos personalmente con muchos empresarios que se presentaban a ese concurso, así como con otros muchos que no lo hicieron. Era mi obligación como vicepresidente y será siempre la obligación de cualquier gobernante.

Lo tercero que es necesario aclarar es que, en cumplimiento de esa obligación, tanto el conselleiro de Economía e Industria del primer Gobierno de Feijóo, Javier Guerra, como el propio presidente Feijóo se entrevistaron antes, durante y después del concurso eólico convocado por el actual Gobierno de la Xunta con numerosos concursantes. Lo han hecho en lugares oficiales y en reservados de restaurantes. Poner en duda la honestidad de esas reuniones —o de las anteriores— por el simple hecho de que haya o no una foto es un ejercicio de cinismo al que el PP nos tiene ya muy acostumbrados.

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Para finalizar: yo abandoné la actividad política, renuncié a mi plaza en el Servicio Gallego de Salud y he creado ahora, en tiempos de crisis, mi propia empresa, con sede en A Coruña y dedicada a la internacionalización de empresas en Argelia, Marruecos, Uruguay y Brasil. Entre estas empresas no tengo la fortuna de que figure la del empresario con el que estuve en el barco, firma con la que no he tenido ni tengo vínculo alguno laboral ni comercial. Afirmar lo contrario es mentir deliberadamente para intentar dar verosimilitud al montaje de aquella foto.

Es bien cierto que, en política, una mentira repetida mil veces puede acabar por convertirse en una verdad para miles de personas. Sobre todo si el muñidor de tal mentira es el Partido Popular y utiliza para su divulgación sus potentes altavoces mediáticos.

Causa estupor comprobar en estos días cómo afamados y renombrados periodistas —alguno incluso director de un periódico de tirada nacional—, así como cargos públicos del PP —entre ellos el actual vicepresidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda— se empecinan en la mentira, manipulando fechas y acontecimientos o llegando incluso a colocarme en Brasil como supuesto delegado del empresario que me acompañaba en la foto. Semejante estrategia tal vez pueda servir para tratar de desprestigiarme e intentar tapar la foto de Feijóo. Pero, sobre todo, a mí lo que me produce es náusea además de pena al comprobar cómo algunos quieren convertir la política en un “todo vale” que acabará por no interesar a cualquiera que sea mínimamente sensato.

El presidente de la Xunta ha dado explicación sobre sus fotos con Marcial Dorado. Yo no tengo por qué no creer al presidente. Quiero creer que él —al contrario que muchos gallegos— ni conocía al personaje ni sabía a qué se dedicaba. Yo también creo —porque él lo ha dicho— que esa relación no fue más de lo que se ve: sin ninguna vinculación política, económica o comercial. Pero de todo lo dicho por el presidente hay algo que me ha llamado especialmente la atención: ha aclarado que informó de todo esto en su momento a la dirección de su partido. Y de sus palabras se desprende que la dirección de campaña del PP en 2009, presidida por el señor Rueda, conocía la existencia de esas fotos, cuando menos incómodas, en las que su candidato estaba a bordo de un barco con un narcotraficante. ¿De qué pasta puede estar hecha la dirección de un partido que, guardando en su armario un cadáver de semejante magnitud, es capaz de dirigir una campaña sucia y mentirosa contra el candidato rival manipulando una foto de este en un barco con un empresario sin causa judicial alguna? ¿De qué clase de impunidad mediática se sentían investidos?

Las fotos no son comparables ni equiparables. Y si en esto se ha convertido la política española, yo me alegro mucho de no estar ya en ella.

Anxo Quintana fue vicepresidente de la Xunta de Galicia entre 2005 y 2009.

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