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Encadenado en la base militar

El Tribunal Supremo ratifica la condena a un sargento por imponer un castigo humillante Un militar lo apodó M.A. (por el personaje de El equipo A) tras verlo caminar con las cadenas

Mónica Ceberio Belaza
Campo de tiro de la base militar de Castrillo del Val (Burgos)
Campo de tiro de la base militar de Castrillo del Val (Burgos)Jesús Ciscar

El sargento Roberto B. C. cree que obligar a alguien a llevar dos pesadas cadenas de varios kilos colgadas del cuello durante dos días en sus ratos de descanso no es humillante ni despreciativo. Piensa que no es tan grave como para ser considerado “trato degradante”. Cree que es un correctivo adecuado, sin más. Por eso, decidió imponerlo como castigo a un soldado bajo su mando —que no fue escuchado ni pudo recurrir la peculiar sanción— para que pusiera más empeño en sus tareas.

Afortunadamente para el castigado, los mandos, el tribunal militar territorial cuarto y ahora el Tribunal Supremo, no están de acuerdo con los métodos y formas del sargento ni con este castigo corporal. El alto tribunal, que afirma que la sanción fue “irracional y humillante”, acaba de ratificar una sentencia que lo condena a cuatro meses de prisión y suspensión de cargo público por abuso de autoridad. Además, tendrá que indemnizar al soldado con 2.000 euros. El sargento de hierro, mientras tanto, ha defendido hasta el final que no fue para tanto.

Todo sucedió hace tres años, en febrero de 2009, durante unos ejercicios militares en la base militar Cid Campeador, en Castrillo del Val (Burgos). Cristian G. A. estaba haciendo un ejercicio de montaje de un puente Dornier cuando cometió un error. Se descuidó y dejó suelta una cadena de las que usaban para el izado de los tramos de rampa. Esta cadena se balanceó y rompió el piloto trasero de un camión.

Al sargento se le ocurrió entonces la idea: para que se empeñara más en sus labores a partir de ese momento, colocó al soldado, “a modo de bandolera, cruzado sobre su pecho y por encima del cuello y debajo de la axila del lado contrario, dos cadenas entrelazadas, cada una con un peso de 3,1 kilos”. Le ordenó que llevara puestas las cadenas durante la comida y cuando saliera del trabajo hacia la tienda donde se almorzaba. A la vuelta también debía ir con ellas encima. La idea era que se paseara de esta guisa por la base militar.

Así lo hizo. Cumplió con el castigo corporal sin poder quejarse ni recurrir la decisión. El soldado Cristian, encadenado, se sintió ridiculizado caminando y comiendo entre sus compañeros. Vivió la “mofa y befa públicas” —un sargento lo llamaba M.A. por el personaje de la serie El equipo A— y además, el peso le produjo una dolorosa contractura en el cuello por la que estuvo de baja 13 días.

Por este castigo corporal, el sargento fue sancionado por el coronel jefe del Regimiento de Ingenieros número 1 de Burgos con catorce días de arresto. Al teniente al cargo, aunque no consta si vio las cadenas, se le sancionó también por negligencia. Y la sala de lo Militar del Tribunal Supremo, en una sentencia dictada el 4 de diciembre de 2012 y hecha pública ayer, no muestra dudas sobre la ilegalidad de la conducta del militar: “El sargento impuso un correctivo, un castigo ajeno a las previsiones normativas que sobrepasó con creces los límites de su autoridad para corregir las conductas contrarias a norma de sus subordinados. Eligió un castigo que implicaba directa ridiculización y que al menos asumía riesgo de daño físico; que efectivamente ocurrió”.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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