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El extorsionador que leía la prensa

Fernando Sieira Maneiro llevaba veinte años coaccionando a famosos, políticos y periodistas

José María Díaz, exdeán de la catedral de Santiago, en julio de 2011.
José María Díaz, exdeán de la catedral de Santiago, en julio de 2011.Anxo Iglesias

Hacía tiempo que la policía lo había bautizado como “el extorsionador de los famosos”, pero no fue capaz de concretar su verdadera identidad hasta que el delincuente cayó chantajeando a un cura viejo, de salud averiada y prestigio herido. José María Díaz había dicho en julio que él era la “principal víctima” del robo del Códice Calixtino, pero entonces no podía imaginar hasta qué punto. El sacerdote, que era archivero y deán de la catedral compostelana cuando se esfumó el manuscrito medieval, se presentó como la presa propicia para un trampero que, aunque en los juzgados dicen que “va de farol”, goza de una inteligencia encomiable para leer entre líneas la prensa y descubrir en los blancos del papel las debilidades ocultas de los personajes.

Fernando Sieira Maneiro (nacido en Noia, A Coruña, en 1968) había sido detenido otras 15 veces, desde 1990, por su empeño en vivir una vida de hurtos, estafas, agresiones y peligro. Incluso, había sido grabado con nitidez, a finales de 2011, por las cámaras de un restaurante Vips de Madrid recogiendo del hombre de confianza de Carmen Cervera el primer pago de un truculento chantaje a la baronesa. Thyssen había denunciado la extorsión en el juzgado, pero el buscavidas burló el cerco policial, y los agentes no fueron capaces de identificarlo.

Hasta que el cabildo de la catedral de Santiago decidió dar aviso a la policía, ya en enero, después de que el pasado 26 de diciembre el extorsionador entrase en contacto con el religioso, retirado pocos días antes de su cargo y jubilado como deán emérito. Sieira Maneiro estudiaba la figura ensotanada y negra del canónigo desde que a principios del verano pasado fue detenido el ladrón confeso del códice, el exelectricista de la catedral Manuel Fernández Castiñeiras. Pronto entendió que el cura era el elemento más vulnerable de la intriga. Que existía una extraña y estrecha relación entre clérigo y empleado; que Castiñeiras había actuado por venganza contra Díaz; que durante las pesquisas que se extendieron todo un año, el propio responsable del archivo había sido investigado. Pudo, incluso, saber que la policía había mantenido pinchado el teléfono del deán, y que el sumario recogió conversaciones que en un principio hicieron saltar las alarmas, hasta que los agentes rastrearon el noroeste peninsular y acabaron localizando fuera de Galicia al interlocutor del cura, que disipó las sospechas.

El estafador conmutó la pena de un mes de prisión por extorsión en grado de tentativa por 260 euros

Efectivamente, Díaz Fernández, de 82 años, era una pieza puesta a tiro. El extorsionador, que dijo ser un tal Gallego, se citó con él el 2 de enero y le explicó en persona los pormenores del vídeo comprometedor que aseguraba haber recibido del entorno del electricista encarcelado. El último encuentro se fijó el día 10 en el convento de las Mercedarias, donde el deán vive en un apartamento. El sacerdote se había atrevido a denunciar y a la cita también se presentaron los agentes del Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (GRECO), que se lo llevaron esposado. Entonces cotejaron su foto actual con la imagen del Vips. Era el mismo hombre. Pero ni en el taxi en el que había arribado al monumento compostelano, ni en el Audi ni el Citroën que comparte con su novia, ni en la habitación del hotel de cuatro estrellas que ocupaba en el centro de A Coruña se halló rastro del presunto DVD embarazoso. Otro supuesto farol del chantajista.

Fernando Sieira, cuando fue grabado en 2011 por las cámaras de un restaurante Vips de Madrid.
Fernando Sieira, cuando fue grabado en 2011 por las cámaras de un restaurante Vips de Madrid.
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Fernando Sieira solía amenazar con la violencia, no portaba armas y utilizaba nombres falsos. En su extorsión a Thyssen, este hijo de marinero jubilado se había presentado como Manuel, miembro de la tripulación de un yate impresionante en el que supuestamente había tenido lugar una orgía bien surtida de sexo y de coca. En aquella fiesta desaforada, según él había asegurado, participaba la nuera de la baronesa y todo estaba recogido en un disco. De la cantidad que exigía, más de 30.000 euros, a cambio de no difundir tales imágenes —que la policía está convencida de que jamás existieron— llegó a cobrar 18.000 —lo mismo que ahora pedía al deán—. Así, tendiendo trampas a personajes famosos, empresarios y políticos que no lo han denunciado —fuentes de la instrucción hablan de al menos tres “conocidos” dirigentes gallegos de partidos y de “gente de los medios de comunicación”—, completaba las millonarias ganancias que obtenía de estafar continuamente a narcos de toda España.

Sieira, que solía vivir en un hotel de A Coruña, también estafaba a los narcos, a los que daba arroz por cocaína

En hipermercados de A Coruña, según miembros de la investigación, compraba ingentes cantidades de arroz barato que luego procesaba y prensaba para hacerlo pasar por cocaína. Según las mismas fuentes, contaba con colaboradores y llevaba una década residiendo de forma habitual en el Tryp de la ciudad, donde había establecido su base de operaciones. Lo que cuesta entender es cómo ha podido seguir viviendo allí y despachando gato por liebre a bandas cuya capacidad de diálogo consiste en mandar un par de sicarios. Una vez, en Canarias, sufrió gravísimas secuelas por un ajuste de cuentas, pero la amarga experiencia no le valió de escarmiento. Fue allí donde se entrenó a fondo para ser el delincuente polifacético y escurridizo que es. Durante años se sucedieron las denuncias, era declarado en paradero desconocido y, cuando al fin lo detenían, saldaba sus condenas de un plumazo. Así sucedió esta última vez.

El caso le tocó al mismo magistrado, José Antonio Vázquez Taín, que antes de que acabe enero está determinado a cerrar el sumario del códice. Sieira pasó un día en el calabozo y tres y medio en el módulo 14 de la penitenciaría de Teixeiro (A Coruña). Aceptó un juicio rápido en el que le cayó una condena de un mes de prisión —por extorsión en grado de tentativa— y una orden de dos años de alejamiento del exdeán y del cabildo. Conmutó la pena de cárcel por 260 euros.

En la aldea de Penas, encaramada entre eucaliptos ya algo lejos del mar ronco que abraza el mítico castro de Baroña, en el municipio coruñés de Porto do Son, aquellos niños que compartieron infancia con Fernando Sieira se repliegan entre los cuellos de sus zamarras, evitan la mirada y no contestan. En el bar 85, principal lugar de encuentro —mayormente de hombres— en el pueblo vecino, y algo más grande, de Abuín, se abre un vacío abismal cuando se pregunta por ese chico que un día dejó aquello para regresar, la semana pasada, transformado en noticia de telediario. “Era mal estudiante, pero demostró ser el más listo” o “es un chaval normal, estupendo”, es lo máximo que dicen, antes de hacer sentir a los reporteros como paparazi. En la casa familiar, una del montón entre treinta, todavía viven sus progenitores y algún hermano. Él va a veces. El padre de Sieira fue concejal socialista, trabajador emigrado en Nueva York y en la marina mercante del norte de Europa. El pueblo comprende su dolor y evita meterse en lo que no le incumbe. “Ovejas negras hay en todas partes”, zanjan sin más historias.

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