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Aznar revela que eligió a Rajoy como sucesor porque Rato lo rechazó dos veces

El expresidente del Gobierno relata en el primer volumen de sus memorias cómo se gestó el nombramiento de Rajoy, su oferta a Rato y el fracaso de las conversaciones con ETA en 1999

Francesco Manetto
EFE

El 15 de noviembre de 2002, José María Aznar subió a un Boeing 707 de la Fuerza Aérea junto a su esposa, Ana Botella, y un grupo de colaboradores de confianza para participar en la XII Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno que se celebraba en República Dominicana. En otro avión viajaban los Reyes y la entonces ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio. Durante la travesía, el Boeing sufrió una avería, una pérdida de líquido hidráulico que podía paralizar el tren de aterrizaje. Entonces el exjefe del Ejecutivo llamó a don Juan Carlos para comunicarle dos cosas: “Primero, que nos adelantaran porque teníamos un problema mecánico potencialmente grave. Y, segundo, que si nos ocurría algo, en la cartera que llevaba conmigo en el avión había un cuaderno azul en el que estaba apuntado el nombre de la persona que en mi opinión debía hacerse cargo de la situación... Como si fuese fácil encontrar los restos de un cuaderno azul en un avión siniestrado”.

Aznar asegura que no sabría recordar “el momento exacto” en el que ya tuvo claro que su sucesor al frente del PP y como candidato a la Presidencia del Gobierno sería Mariano Rajoy. Sin embargo, ese día de noviembre de 2002 “su nombre ya estaba escrito” en un cuaderno azul. Así lo relata el exjefe del Ejecutivo entre 1996 y 2004 en el primer volumen del libro Memorias, que la editorial Planeta publicará el próximo día 27, en el que repasa en primera persona algunas de sus decisiones más controvertidas de su carrera política, entre ellas la gestión del debate sucesorio.

Lo que sí deja claro es que Rodrigo Rato, al que el propio Aznar califica de “sucesor natural”, lo rechazó dos veces. Y después, cuando este cambio de opinión, en 2003, el expresidente se limitó a “tomar nota” de ello antes de elegir definitivamente a Rajoy.

La conversación clave entre los dos, muy amigos, se remonta a las Navidades de 2000, durante un viaje en coche a la estación de esquí de Baqueira, en los Pirineos. Entonces Aznar le dijo “que debía pensar seriamente si quería ser el próximo líder del PP y el candidato”, ante lo que Rato, quien, contactado por EL PAÍS, declinó ayer hacer comentarios al respecto, aseguró que “no se veía capaz de asumir una responsabilidad tan relevante en esos momentos” por “motivos personales”. “No volvimos a hablar del asunto hasta el verano de 2003, unos días antes de marcharnos de vacaciones”, prosigue el exmandatario. “Entonces fue Rodrigo quien puso el tema sobre la mesa. Me anunció que había cambiado de opinión y que ahora”, tras la decisión de renunciar a revalidar un tercer mandato, “sí quería ser el candidato del PP a las elecciones generales previstas para el mes de marzo siguiente”. Le contestó: “Tú me has dicho dos veces que no”, a lo que él respondió: “Pero ahora te digo que sí”. Aznar no replicó.

La razón última está relacionada con la eterna obsesión de Aznar: las tensiones territoriales. “Si hubiese pensado que Rato iba a administrar mejor el desafío del nacionalismo, lo habría propuesto. Pero, en este tema, Mariano me inspiraba más confianza”, escribe en el prólogo del libro, que cierra con la pretendida moraleja de que “en la política el tiempo es un factor esencial” y que la historia enseña que “las oportunidades son muy pocas y no suelen pasar dos veces”.

Sin referencias a los atentados del 11-M o a la intervención española en la guerra en Irak, los extractos adelantados ayer por Planeta recogen la versión de Aznar sobre los pactos de estabilidad, la entrada en el euro y la política antiterrorista en la segunda mitad de los noventa. Incluida “la única reunión” entre representantes del Gobierno y la dirección de ETA mantenida en Suiza el 19 de mayo de 1999, que acabó en fracaso por la “insalvable” diferencia entre las posiciones.

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Quien es hoy responsable último de esas posiciones, Mariano Rajoy, era entonces ministro de Educación, y no fue hasta el 23 de agosto de 2003 cuando Aznar le comunicó su decisión definitiva, que respondía básicamente a los criterios de preservar la jerarquía interna del partido, “sin rupturas generacionales innecesarias”, y que esa persona no “pudiese ser vista por nadie como una prolongación personal” de su antecesor.

“A última hora pedí a Mariano Rajoy que viniera a verme a mi despacho”, relata. Rajoy dijo: “Presidente, prefiero que no me digas lo que intuyo que me vas a decir. Pero quiero que sepas que siempre te estaré agradecido. Nunca olvidaré que me has hecho cinco veces ministro y, además, vicepresidente del Gobierno. Con esto, todas mis aspiraciones políticas están más que colmadas”. “Gracias”, le contestó el exjefe del Ejecutivo, “pero te lo voy a decir. Creo que tú eres la persona adecuada”. A lo que añadió: “Esta conversación es solo entre nosotros, porque la convocatoria con los demás, incluido tú mismo, será mañana”. Entonces Rajoy preguntó: “¿Ni siquiera a mi padre?”. “Ni siquiera a tu padre”, zanjó.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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