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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Luis Gómez Llorente, temible dialéctico y socialista cabal

De verbo elocuente, formas decimonónicas, corbata indefectible y sombrero de ala estilo Bogart.

Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona
Luis Gómez Llorente.
Luis Gómez Llorente.CÉSAR LUCAS

Durante el juicio, o quizá poco antes de terminar, el presidente de la Sala se dirigió, uno a uno, a los acusados para preguntarles si profesaban ideas socialistas. Uno de ellos, puesto en pie respetuosamente, contestó: “Sí, señor presidente, soy socialista”.

Quien así respondía se llamaba Luis Gómez Llorente, que estaba siendo enjuiciado por delito de propagandas ilegales, junto con Miguel Ángel Martínez y Miguel Boyer. Era el primer juicio de verdad que yo presenciaba. Nunca se me olvidó aquello, por esa circunstancia y porque Luis había sido compañero de estudios, en Derecho, primero y luego, en Filosofía.

En Derecho, Luis fue uno de los animadores de la revista Omnis fundada entre varios universitarios de primero en el curso 1956-1957. Recuerdo que en el número de marzo aparecía bien destacada la firma de Gómez Llorente polemizando con ardor frente a la posible vuelta de la Monarquía “del Sr. Pemán”, considerada por Luis un retroceso. Pemán había argumentado en Abc a favor de una restauración monárquica en España. Luis, después de reconocer el “impecabilísimo estilo” de Pemán, arremetía contra la tesis defendida por el ilustre gaditano de que “la historia avanza apoyándose en continuas restauraciones y vueltas atrás”. Gómez Llorente afirmaba con énfasis que esas “restauraciones no podrán detener el curso de la humanidad, ni el ímpetu de la masa, que discurre como río desbordado”. Luis era ya entonces un temible dialéctico, terne y coriáceo, de verbo elocuente, formas decimonónicas, corbata indefectible y sombrero de ala estilo Bogart. Reivindicaba, en realidad, la República (y hasta la Revolución), en la forma solapada que entonces cabía, pero que para todos nosotros resultaba inequívoca. Su artículo no escapó a la diligente atención de la político-social, que pululaba por la facultad, y que desde entonces no le perdió ojo.

Luego, en la Facultad de Filosofía, Luis Llorente siguió manteniendo con vigor sus ideas. Recuerdo también que, en una Cámara Sindical muy tensa que llegó a presidir —algo insólito— el decano Camón Aznar, mi compañero y amigo definió al SEU como “instrumento político de opresión en manos del Estado para mantener el orden en la Universidad y conseguir la enajenación intelectual de la juventud hacia la doctrina falangista y totalitaria del régimen”, momento en que el jefe del SEU del distrito allí presente ordenó interrumpir su intervención. El decano, Camón Aznar, autorizó, no obstante, que continuase Luis en el uso de la palabra hasta que afirmó que tanto el SEU como el Régimen estaban organizados de acuerdo “con la clásica pirámide de poder, estructura característica de todos los regímenes totalitarios”. En este momento, Camón, aterrado, suspendió el acto.

En realidad, Luis se la venía jugando con valentía. Ya había sufrido un cobarde ataque por parte de los falangistas de una centuria, que bien conocíamos en la Universidad. Un día le taparon la cara con una gabardina, se lo llevaron a los servicios, próximos al Salón de Grados de Derecho, y le dieron una gran paliza. Yo le vi salir sangrando por la nariz y diciendo que no había sido nada.

Más adelante fue procesado, tras un registro en casa, porque apareció en él una pistola. No llegó a mayores el asunto porque el arma no era suya, sino de un militar y además estaba herrumbrosa e inutilizable.

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Pero al final lo consiguieron. Había cometido el delito de “propagandas ilegales”. Tengo en mis manos la sentencia de 30 de julio de 1962, dictada por la Sección 4ª de la Audiencia Provincial de Madrid en el sumario 94/62, procedente del Juzgado de Instrucción número 13. Fue ponente don Gaspar Dávila y le acompañaron en tan alta ocasión sus compañeros de magistratura, señores José Espinosa Herrera y Adolfo Suárez Manteola. De Luis y de Miguel Ángel se dice que “profesan ambos las ideas del socialismo marxista” y que organizaban en España las Juventudes Socialistas. Y, por si fuera poco, que en abril de 1961 habían viajado nada menos que a Toulouse, visitando la sede del Partido Socialista y entrevistándose con “individuos exilados”. Volvieron a hacerlo en noviembre, y Miguel Ángel incluso fue a Suiza y se trajo ejemplares del periódico socialista Renovación; recibió este 10.000 pesetas para organizar las Juventudes Socialistas y entrambos alquilaron una habitación en la calle de la Encina, 5 y 7, de Madrid, en la que había una multicopista, papel y hasta tinta. De Boyer dice que profesaba “ideas liberales y democráticas”. Tenían además en casa libros muy subversivos, entre los que se llega a citar uno de Tomás Elorrieta y Artesa titulado Liberalismo. A Luis y a Miguel Ángel les cayeron siete meses de prisión y 7.000 pesetas de multa. Miguel Boyer fue absuelto.

Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona es consejero electivo de Estado.

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