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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Del pacto fiscal a la secesión

La crisis ha hecho que cale la idea de la independencia como solución

Francesc Valls

Cataluña celebrará hoy la Diada con la manifestación independentista más importante de su historia. La iniciativa ha pillado a contrapié a los partidos, que han fijado posiciones cuando ya estaba en marcha el carro de la convocatoria. El mismo entramado que tomó las riendas de las consultas populares sobre la independencia hace un par de años ha puesto ahora en pie esta movilización. La pancarta que la encabezará tiene un lema inequívoco: Cataluña, nuevo estado de Europa. Es decir, un eslogan claramente independentista. Y ha conectado con una sociedad que ve ahora en la independencia la poción que la curará de todos sus males. Una vez elevada a la categoría de verdad universal la tesis de que de Cataluña salen anualmente 16.500 millones de euros que no regresan —el célebre déficit fiscal—, el independentismo y el soberanismo se abstraen de la situación de crisis que viven las economías del sur de Europa y afirman que, de ser un Estado, Cataluña estaría entre las primeras potencias de la UE. Será pues lo que se podría denominar soberanismo de bolsillo —que Artur Mas sintetiza en su discurso de la Diada como la convergencia de las “aspiraciones nacionales de Cataluña y el bienestar de sus ciudadanos”— lo que hoy movilizará a la población.

El precedente más inmediato a esta irrupción del independentismo hay que buscarlo en la manifestación del 10 de julio de 2010 en contra de la sentencia del Tribunal Constitucional que recortaba el Estatuto, aprobado por las Cortes Generales y, en referéndum, por los ciudadanos de Cataluña. Desde entonces, ninguna fuerza política se ha atrevido a tomar los retales estatutarios como estandarte. Y el discurso de que no hay entendimiento posible con el resto de España ha ido abriéndose camino. Si el CIS cifraba en 2001 en un 36% el número de catalanes partidarios de la independencia, la última encuesta del Centro de Estudios de Opinión sitúa esa franja en el 51,1% de la población.

Mientras crecen las expectativas de los independentistas, Artur Mas no tiene una papeleta fácil. Por una parte, sus bases insisten en la “transición nacional” hacia la imprecisa plena soberanía, de la que el pacto fiscal es un primer escalón. Por otra, la Generalitat ha pedido un rescate de más de 5.000 millones de euros al Fondo de Liquidez Autonómico, dependiente de un Gobierno central, pendiente de formalizar su petición de auxilio a la UE.

Con estas premisas, lo que puede salir de la reunión de Mariano Rajoy y Artur Mas el próximo día 20 de septiembre es más bien poco. Un destacado dirigente de CiU reconocía recientemente en privado que el Ejecutivo central “no tiene un duro”. Es pues muy probable que Cataluña vaya hacia una convocatoria electoral anticipada en la próxima primavera. El problema es cómo será capaz de cabalgar Mas o cualquier partido ese “clamor de la calle” al que se refería en su discurso con motivo de la Diada. ¿Con qué programa irá CiU a las elecciones? ¿Con la independencia? Solo una suavización de la crisis permitiría cierta laxitud en esa agenda negociadora que proponen los nacionalistas de CiU, acuciados por el independentismo. En 2013 corresponde la renegociación del modelo de financiación, tal vez un primer peldaño hacia la mejora de la situación de Cataluña. Todos los partidos, incluido el PP, consideran que hay que paliar el déficit fiscal de una comunidad que pasa de la cuarta a la décima posición en recursos después de hacer su aportación a la solidaridad interterritorial.

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