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Un detenido en la última noche del aniversario del 15-M

La asamblea de Sol termina con una cacerolada frente a la Bolsa y una marcha por todo Madrid

Los manifestantes hablan con los antidisturbios
Los manifestantes hablan con los antidisturbiosLUIS SEVILLANO

Fin de la semana de la pasión indignada. Tras tres noches consecutivas de desalojo policial de la Puerta del Sol y con un balance de 28 detenciones, la noche del martes 15-M se cerró con un detenido en Tirso de Molina y sin mediar cargas policiales.

La noche arrancó con una asamblea en la Puerta del Sol durante la que se debatieron las últimas propuestas antes de dar por concluidos los actos del aniversario del movimiento. A las doce en punto se escenificó el ya tradicional grito mudo, pero la asamblea se alargó aún unos 20 minutos para terminar de presentar iniciativas, muchas de ellas relacionadas con la educación y la huelga de la enseñanza convocada para el 22 de mayo.

A continuación arrancó una cacerolada que, tras 15 minutos, se convirtió en itinerante. Más de un millar de personas se dirigió por la calle de Alcalá hasta la Bolsa de Madrid para protestar por los excesos de los mercados. Al llegar frente al edificio, la desbordante presencia policial convenció a los manifestantes de la necesidad de buscar un nuevo objetivo para sus protestas. A partir de ese momento comenzó una larga marcha por el centro de Madrid, primero con un intento de llegar al Congreso de los diputados —abortado por la policía— y después con un errático discurrir por calles y plazas durante el que se fueron desprendiendo manifestantes. En un par de ocasiones se formaron asambleas espontáneas que discutieron sobre la idoneidad de seguir caminando toda la noche. Hubo quien se mostró dispuesto a ello, pero la mayoría, viendo que Sol y el resto de puntos estratégicos ya estaban tomados por la policía, empujaba hacia una disolución pacífica. Al final de la marcha no quedaban más de 300 personas.

El 15-M disfruta de un optimismo antropológico que le permite celebrar como geniales todas las jugadas propias, le salga un uno o un seis a los dados. Esta noche, en la última de las asambleas para decidir cuál iba a ser el plan de la velada, en Tirso de Molina, una manifestante recibió una ovación al concluir que, si bien no habían podido quedarse en Sol, apenas manifestarse en la Bolsa ni acercarse al Congreso, la sesión había sido memorable porque los manifestantes habían decidido por dónde transitar y cuándo disolverse.

Cuando al final de su discurso aparecieron los furgones cargados de policía y expusieron que iban a ser ellos los que decidieran cuál el momento de disolverse (inmediatamente) el motivo de felicitación pasó a ser que la policía se viera obligada a exhibir su naturaleza represiva. Al rato hubo aplausos porque el rifirrafe terminó sin detenidos y, finalmente porque la policía se disolvió después de dejar prácticamente vacía la plaza. Lo que no es menos cierto es que, de haberse abstenido los antidisturbios de intervenir en Tirso, probablemente los mismos indignados se hubiesen dispersado a mayor velocidad y no hubiera sido necesaria la última media hora de tensión, cuando los agentes (algunos de ellos ocultando sin disimulo su número de identificación) segregaron a un grupo de manifestantes y los obligaron a enseñar su documentación. Fue en ese trance cuando se produjo la única detención de la noche, un acusado de resistencia a la autoridad, explica la Policía Nacional.

Durante el proceso de disolución también volvieron a apreciarse las dos sensibilidades exhibidas por los indignados toda la noche: los más pragmáticos, enemigos de la confrontación y alimentados por el deseo de terminar la semana con un sabor de boca constructivo, mediaron con los más inflamables para evitar que la protesta derivara a enfrentamientos y detenciones. Sus esfuerzos dieron resultado. A las 3.30 poco más o menos cada indignado tomó el camino de casa. Eso sí, citándose para las actividades de esta semana: al menos un desahucio que frenar la mañana del miércoles y una cacerolada por la tarde en Sol.

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