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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los ronquidos del testigo

Camps estuvo enérgico con su gran ogro, las fiscales anticorrupción, y distendido con el público

El expresidente Francisco Camps pudo por fin ayer saciar su “ganas locas, locas” de defenderse ante un tribunal. No aportó grandes novedades. Él y su afamado abogado, Javier Boix, sustentan la defensa en cinco pilares. Es decir, que pagó los trajes y devolvió los regalos de Reyes Magos que recibió de El Bigotes, que su calvario político y personal —pues con rabia soltó que el caso Gürtel le ha forzado a dejar la presidencia de la Generalitat y del PP de Valencia— y que todo es fruto de una “persecución política” del partido al que “ha derrotado tres veces”. Enraizada, a su vez, en el testimonio de un personaje caricaturesco y no creíble porque ha ofrecido declaraciones judiciales asimétricas.

En las más de cuatro horas que duró su interrogatorio, se vio a un Camps de rostro cambiante. Enérgico con su gran ogro, las fiscales anticorrupción; distendido y sonriente en los recesos con el público; tedioso y resoplando, con un bolígrafo que frotaba o apretaba entre sus dedos... También se le vio la mirada de la indiferencia ante la cascada de preguntas sin respuesta del abogado Virgilio Latorre, que representa la acción popular en nombre del PSOE de Valencia. No hubo respuestas, pero la habilidad del letrado acusador, ante la oposición de Boix, convenció al juez de lo imperativo de acompañar sus respuestas con pruebas documentales. Y sonoras. El momento estelar, su popular conversación de Nochebuena con Álvaro Pérez, El Bigotes.

“Te quiero un huevo”, “amiguito del alma”. Y la otra, el día siguiente a los Reyes de 2009, en la que El Bigotes le inquiere:

“¿Has recibido mi tarjetón?”. “¡Fíjate si te debo!”, agradece el inextricable El Bigotes tras el “sí, sí” de Camps.

El abogado de Camps intuía que Virgilio Latorre sacaría toda su artillería sonora y le aconsejó que era mejor acogerse al derecho constitucional de todo reo a no declarar. Pero al final no pudo evitar al jurado (seis hombres y tres mujeres) el impacto de las grabaciones.

Hasta ayer, siempre había dado rodeos Camps cuando le preguntaban los periodistas sobre su relación con El Bigotes. Ayer despejó las sombras. Dijo que le conoce “desde 2002” porque fue la persona que preparó en Alicante los actos de su proclamación como candidato a la Generalitat y que ha mantenido con él una “relación cordial”. El “te quiero un huevo” y “amiguito del alma” lo enmarcó entre las frases distendidas que se dicen en Navidad.

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Tras su interrogatorio ante las fiscales, Camps se mostró pletórico.

Sonreía sin recato. Como el torero que da la vuelta a la plaza luego de salir, supone, airoso de una faena delicada. Tanta euforia obedece a lo siguiente: ha aportado una carta de cuando él era presidente de la Generalitat, un taconazo implícito a su antecesor, Eduardo Zaplana, en la que se ordena a las consejerías romper con la tradición de aceptar regalos. La fiscal, con gesto incrédulo, le preguntó por qué no había hecho antes esa aportación y por qué subraya ahora que devolvía los regalos. Camps salió en tromba, con vehemencia: “Porque nunca me han hecho esa pregunta antes…”. Y lo repetía una y otra vez. El juez dijo a ambos que evitasen debatir entre ellos.

El juicio contra Camps ha nacido atascado. Hay muchos testigos y la agenda es densa. La previsión era que la declaración del expresidente, la primera de la vista, hubiese concluido el lunes al mediodía.

Pasadas las ocho de la tarde de ayer, acabó. Y aun queda por declarar el otro reo, Ricardo Costa. La primera consecuencia es que a los 19 testigos citados para ayer, muchos de ellos desplazados desde Madrid, se les pospuso su declaración a hoy. Salvo los dos principales cabecillas de la red Gürtel, Francisco Correa y Pablo Crespo, que pasaron todo el día en el calabozo, y El Bigotes, que no se le vio pero debía estar, los 16 restantes testigos fueron concentrados en una habitación de apenas 15 metros de la que solo podían salir para sus necesidades fisiológicas y almorzar. “Ha sido tremendo; un empleado de Forever Young se durmió en la espera y ha estado tres horas roncado”, se lamentaba uno de ellos. “Y para colmo tendremos que dormir hoy en Valencia”.

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