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Extrañas estrategias y testigos imputados

Es posible que el juez tenga que modificar la agenda y comerle horas al día para no alterar las comparecencias

La agenda del juicio de los trajes de Camps es tan generosa en declaraciones (hay más de un centenar de testigos y peritos citados) como constreñida en días de duración del juicio (hasta el próximo 23). Debió prever el tribunal que la selección del jurado es una de las claves de este juicio y que las partes se la tomarían muy en serio. Toda la jornada de ayer emplearon las fiscales Anticorrupción y los abogados para seleccionar a los nueve titulares y dos suplentes que deben dictaminar la culpabilidad o inocencia del expresidente valenciano allá por Nochebuena. No escatimaron horas en sondear la mente de los candidatos para desterrar al hostil y abrigar al que mejor coincidiese con sus pretensiones. Y todavía más en una Comunidad, la valenciana, en la que el reo se llama Francisco Camps y por tres veces consecutivas ha revalidado la mayoría absoluta para el PP como presidente autonómico. Era, pues, imperativo indagar los prejuicios de los candidatos, una veintena.

Pese al hermetismo que gravitó sobre la selección, es obvio que las partes habrán recusado ipso facto a aquellos que ingenuamente exhibieran sus inclinaciones ideológicas. Pero como esconder la verdad no es una novedad ni siquiera en sede judicial, tampoco es descartable que algún espabilado se haya colado con pretensiones de líder. Bien por simpatía o antipatía con Camps, bien por un compromiso de colaboración con la justicia o, simplemente, por una motivación más prosaica: acabar como jurado garantiza una dieta de unos 70 euros diarios mientras dure la vista.

Tantas fueron ayer las horas empleadas en el sondeo de la mente de los candidatos que es posible que el juez Climent tenga que correr la agenda hacia adelante y comerle horas al día para no perturbar el centenar de comparecencias señaladas en los próximos días.

Muchos testigos se desplazan a Valencia desde Madrid y sería una faena cambiarles el día de su declaración. Algunos está previsto que lleguen hoy en furgón policial, como los jefes de la trama Gürtel, Francisco Correa y Pablo Crespo, que están presos.

En el juicio de los trajes se dan muchas paradojas. Y es que desgajar el tronco de las ramas en el caso Gürtel y juzgar por separado acciones conexas obliga a soluciones jurídicas cuanto menos llamativas. Aunque jurídicamente resulte posible, parece contradictorio juzgar por separado a quien regala los trajes del que los recibe. Esto ocurre en el juicio de Camps. Correa, El Bigotes y compañía, que son los que activan el cohecho, acuden hoy a la vista de Valencia como testigos. El juez Climent se ha visto forzado a darles un estatus jurídico extraño, mitad testigos mitad imputados. El testigo no puede mentir en juicio; el imputado, sí.

Conclusión: el trío de la red Gürtel declarará en puridad como testigo, pero se irá de rositas si miente.

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Si no hay nuevos retrasos, Camps y su compañero de banquillo Ricardo Costa declararán mañana. Se enfrentan a un juicio con una pendiente complicada de sortear. Mantener, como han hecho hasta ahora, que ellos pagaron de sus bolsillos los trajes les forzará a dar una explicación convincente al jurado de por qué ellos sí y los otros no.

Es decir, está por ver cómo ladean el obstáculo de la condena anticipada, y aceptada como veraz, del que fuera vicepresidente del Gobierno de Valencia con Camps Víctor Campos y del ex asesor de la Consejería de Turismo Rafael Betoret. Los dos —en una estrafalaria estrategia del PP el pasado verano para que Camps aceptase la pena y evitase el juicio— se presentaron ante el tribunal y admitieron haber recibido de la red Gürtel trajes regalados, que no pagaron. Camps estuvo a punto de admitir la culpa, pero se arrepintió in extremis, arrojó la toalla y dimitió para preparar su defensa. Dejó en la estacada a Betoret y Campos. Pero ahora es él quien está a los pies de los caballos: tendrá que convencer al jurado de que sus antiguos colaboradores no pagaron los trajes y que él, en cambio, sí lo hizo.

Del dinero de la farmacia de su esposa, pero no tiene ni facturas ni movimientos bancarios que lo acrediten. Mañana dejará ver su estrategia.

ANÁLISIS

José Antonio Hernández

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