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Rajoy mueve sus primeras fichas para anestesiar la política española

Posada, García-Escudero y Alonso, pensados para evitar tensiones y polémicas

Carlos E. Cué
Jesús Posada, ayer a la salida de la sede nacional del PP, en la calle de Génova de Madrid.
Jesús Posada, ayer a la salida de la sede nacional del PP, en la calle de Génova de Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

No está escrito en ningún sitio que un país deba parecerse a su presidente del Gobierno. Pero sí la política de ese país. Y Mariano Rajoy, desde sus primeros nombramientos de calado, que hizo ayer, ha dejado claras sus intenciones de anestesiar, casi aplatanar, la política española.

El futuro presidente no quiere líos, ni titulares de prensa, ni polémicas, ni debates. Cree que las aguas van a venir muy movidas por la crisis económica y los recortes que ya está preparando, y quiere evitar en lo posible los perfiles políticos más definidos y los conflictos.

Los nombramientos de ayer fueron un auténtico ejercicio de marianismo puro. Para presidir el Congreso, cargo clave en una legislatura que se espera turbulenta con unas Cortes muy fragmentadas, eligió al exministro de José María Aznar Jesús Posada, un hombre tranquilo que no ha dado un problema en el PP en su vida, capaz de soportar en silencio que le forzaran a dejar la presidencia de Castilla y León en 1991 —Aznar lo recuperó en 1996 como ministro—, que siempre ha estado ahí sin hacer ruido, con buena relación con todos, incluido el PSOE.

Es la antítesis de su antecesor, José Bono, siempre dispuesto a exhibir su perfil propio dentro del PSOE, a la búsqueda de protagonismo, entrando en todas las polémicas. El socarrón Posada, irónico y aún más tranquilo que Rajoy, no moverá una pestaña ni siquiera con los problemas que le pueda crear Amaiur con su grupo parlamentario. Y no buscará titulares. Un sueño para Rajoy.

Posada apenas tiene perfil, pero no da problemas, y ayer saludó a Amaiur

Posada es un hombre querido en el partido y respetado en el Congreso, pero lleva años sin intervenciones públicas destacadas y nunca ha buscado perfil político. Ni lo buscará, aunque su ironía provocará momentos divertidos. Es un hombre capaz de encontrarse ayer en la Cámara baja con los representantes de Amaiur y darles la mano a todos como si nada, mientras miembros del Gobierno y del PP los evitaban.

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Una línea similar tiene el nuevo presidente del Senado, Pío García-Escudero, prácticamente el único miembro de la cúpula que no quería ser ministro. Adora el perfil bajo, no da entrevistas, e incluso ayer, pese a las buenas noticias, huyó de la prensa en la sede del PP. Un hombre también afable en privado —aunque en público ha mantenido debates muy agrios con José Luis Rodríguez Zapatero—, que puede servir para buscar consensos. Pero sobre todo que evita el perfil propio, no arriesga y será fiel. Posada, mientras, ha ganado esta partida frente a un amigo de Rajoy como Jorge Fernández Díaz, que a un perfil muy conservador y más polémico unía un problema: podía ser mal visto por CiU.

El futuro presidente quiere intentar que el coste político de las medidas duras que va a tomar no lo asuma el PP en soledad, que es lo que le pasó al PSOE entre otras cosas porque los populares no apoyaron sus recortes. Y para eso necesita imagen de consenso, intentar implicar a otros grupos, sobre todo CiU y tal vez el PNV.

Los nombramientos del nuevo portavoz del Congreso, Alfonso Alonso, y el del Senado, Xosé Manuel Barreiro, también están pensados para evitar polémicas. Alonso, exalcalde de Vitoria, es un hombre de núcleo duro de Soraya Sáenz de Santamaría. Cada vez es más evidente el poder que atesora la que fuera portavoz. Ella va a controlar con toda probabilidad los entresijos del Gobierno y además tendrá hilo directo en el Congreso. Se ha impuesto pues la idea de que alguien de su equipo, y no Esteban González Pons, que no quería ese puesto, se ocuparía del grupo.

La elección de Alonso prueba que Sáenz de Santamaría tiene mucho poder

Barreiro también es hombre de consenso. Cercano a Rajoy, enfrentado sin embargo a Alberto Núñez Feijóo —ambos compitieron por el liderazgo del PP gallego—, fue vicepresidente de la Xunta con Manuel Fraga.

Los cuatro son hombres, demostrando lo poco que a Rajoy le preocupa la paridad. La primera foto del nuevo poder marianista así lo atestigua: todo trajes y corbatas. Los cuatro son veteranos —incluso Alonso, el más joven, tiene ya mucho recorrido— y de absoluta confianza del líder. El poder del futuro presidente es total dentro del PP y lo exhibe a la menor oportunidad. Hasta parecía disfrutar ayer dejando los nombramientos para el final de su discurso —de nuevo, sin preguntas— y con bromas para aumentar el suspense.

Por si fuera poco, no parece que consultara con nadie, y logró evitar filtraciones al llamar a Posada a última hora de la noche del domingo y a Alonso a primera hora de la mañana de ayer. Una nueva exhibición de poder absoluto, tal vez compartido solo con Sáenz de Santamaría.

Los nombramientos tienen otra virtualidad. Ayer muchos felicitaban en los pasillos a los que no habían sido nombrados: eso quiere decir que tienen muchas papeletas para ser ministros. En especial Alberto Ruiz-Gallardón, que temía que le hicieran presidente del Congreso. El alcalde tiene ya todos los números para estar en el Gobierno. Pero hay otros muchos que quedan por colocar: Cristóbal Montoro, Ana Pastor, Miguel Arias-Cañete, José Manuel Soria, González-Pons, Ana Mato, el propio Fernández, Álvaro Nadal, Fátima Báñez, Elvira Rodríguez... No todos los aspirantes podrán ser ministros en un Gobierno pequeño y en el que Rajoy quiere dar entrada a independientes.

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