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“¿Querrías pena de muerte para el que mató a tu padre?”

Tres víctimas de ETA relatan sus encuentros con alumnos vascos dentro del Plan de Convivencia

Mónica Ceberio Belaza
Un grupo de escolares juega a la pelota en el frontón de Elorrio (Bizkaia).
Un grupo de escolares juega a la pelota en el frontón de Elorrio (Bizkaia).GORKA LEJARCEGI

“Si tuvieras una pistola en la mano y al asesino de tu padre delante, ¿lo matarías?”; “si el que mató a tu padre te pidiera perdón, ¿lo perdonarías?”; “¿cómo fue el atentado?”; “¿cómo te enteraste?”; “¿cómo te sentiste?”; “¿cómo lo superaste?”; “¿y tu familia?”; “¿están en la cárcel los que lo hicieron?”; “¿querrías pena de muerte para ellos?”; “¿te sentiste apoyado en ese momento?”; “¿cómo reaccionaron tus vecinos?”. Quienes hacen estas preguntas son adolescentes vascos de 16 años que acaban de escuchar en su colegio, sobrecogidos, en medio de un silencio sepulcral, el relato de un hombre cuyo padre fue asesinado por ETA a principios de los ochenta.

El encuentro se produjo el pasado 15 de noviembre. La víctima habló de su experiencia personal, del dolor, de cómo sintió al principio un odio infinito por los que acababan de truncar su vida, la de su madre y sus hermanos; y de cómo lo fue superando poco a poco para poder seguir adelante. “Después me preguntaron de todo sin cortarse un pelo”, expresa. “Cosas que nunca se había atrevido a formularme ningún adulto. Creo que fue muy impactante para ellos ver que las víctimas del terrorismo no somos una entelequia. Que somos gente de carne y hueso y que hemos tenido que enfrentarnos a un terrible trauma. Después de escucharme hablar sobre el atentado, y por la edad que tienen, algunos no entendían por qué no quería venganza. Quise transmitir que las víctimas queremos justicia y memoria, no pena de muerte ni venganzas. Que siempre nos hemos comportado de forma ejemplar y dentro del Estado de derecho”.

Los colegios vascos que lo desean pueden pedir testimonios presenciales de víctimas del terrorismo en las aulas dentro del Plan de Convivencia de la Consejería de Educación del Gobierno vasco. Esta posibilidad —que levantó una monumental polémica política— se anunció en febrero de 2010. Dos meses después se llevó a cabo la primera experiencia, que es voluntaria para aquellos centros que lo solicitan y centrada en alumnos de la ESO en adelante. Durante el año pasado fue aún minoritaria, pero la consejera de Educación del Ejecutivo de Patxi López, Isabel Celaá, afirma que las peticiones se han triplicado este año, aunque su departamento no ofrece cifras concretas.

“Poner cara a una tragedia les conecta con el sufrimiento”, dice una víctima

“Hay que ir poco a poco porque las resistencias han sido grandes”, señala Celaá. “Se están venciendo gracias al boca a boca entre los centros; gracias a que los profesores y los padres ven que esto no va de adoctrinar a nadie políticamente sino de que los alumnos puedan empatizar y solidarizarse con el sufrimiento de las víctimas. ¿Qué sentido tiene una educación para la ciudadanía en un lugar como Euskadi sino se incluye el fenómeno terrorista?”.

El grupo de víctimas que asisten, seleccionadas por la Oficina de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco, está formado por entre 15 y 20 personas que han sufrido la violencia de ETA, el GAL o el Batallón Vasco Español u otros grupos de extrema derecha siempre y cuando estén reconocidas como víctimas del terrorismo. “Hay afectados directamente, que han sobrevivido, y personas que han perdido a un familiar cercano”, explica Txema Urkijo, adjunto a la dirección de víctimas del Gobierno vasco. “En todo caso, hace falta que hayan superado el duelo para que no transmitan odio, porque el objetivo pedagógico de esta experiencia es deslegitimar la violencia”.

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“Nos impactó la falta de rencor que mostraba”, relataron los alumnos

“No somos paracaidistas que llegamos un día al colegio sin más”, explica otra de las víctimas, también hijo de asesinado por ETA en los 80, que ha participado ya en más de cinco encuentros. “Los profesores trabajan el tema antes, durante y después con los alumnos para que nuestra presencia no sea algo estrambótico. Para mí ha sido algo extremadamente satisfactorio. Te encuentras con chavales que te escuchan con un silencio muy respetuoso y ves que la experiencia emocional, del dolor, les marca. Cuando hablas no se oye ni una respiración. A mí me han escrito algunos de ellos después. Poner una cara, unos ojos y una silueta a una tragedia es muy distinto a verlo en un documental o a leerlo en un reportaje. Así pueden conectar muy directamente con el sufrimiento. Les cuesta entender que mantengas la frialdad. Yo les dije que la venganza te convierte en lo mismo que los que han matado; y que si todos actuáramos así no habría civilización”. Una vez acudió a uno de los encuentros junto a una víctima del GAL. “Nos escucharon a los dos con mucha atención. Hay muchas semejanzas en el sufrimiento y en las consecuencias de ese sufrimiento”.

“Una de las chicas vino después a darme dos besos y las gracias”, recuerda otra de las participantes, viuda de un concejal asesinado por ETA que acudió a una clase de cuarto de la ESO. La tutora le envió después algunas de las conclusiones que habían escrito los alumnos, como estas: “La charla fue muy dura y emotiva. Su historia nos dio mucha pena y nos llegó al corazón. Nos impactó la falta de rencor que mostraba”.

A veces, muy pocas, según estas tres víctimas, surge algún tema político. “A mí me preguntaron si creía que el Gobierno debía negociar con ETA”, recuerda una de ellas. “Pero nosotros estamos allí por el testimonio de lo que hemos sufrido. Nuestra opinión política, que cada uno tendrá la que sea, vale igual que la de cualquier otro ciudadano. No vamos allí para hablar de eso sino de lo que nos ha pasado y de las consecuencias que ha tenido para nosotros y para nuestras familias”.

Una experiencia polémica... y confidencial

Las víctimas que aparecen en este reportaje han preferido no salir con nombre y apellidos. Una petición que resultaría incomprensible en cualquier otro lugar de España pero que en Euskadi cobra sentido si se tiene en cuenta la monumental polémica política que suscitaron, incluso cuando eran un mero proyecto, las visitas de víctimas del terrorismo a las escuelas para ofrecer un testimonio directo a los alumnos. Nadie quiere, por el momento, ningún protagonismo que le pueda crear problemas. No es una decisión individual de las personas que han colaborado en el reportaje sino algo que decidieron entre todos dentro del grupo de personas seleccionadas por la Oficina de Atención a las Víctimas del Gobierno vasco para asistir a las aulas.

Las escuelas que han elegido contar con los testimonios directos de las víctimas también han pedido al Ejecutivo que no se hagan públicos los nombres de los centros. “Hay que ir muy poco a poco”, señala Isabel Celaá, consejera de Educación del Ejecutivo de Patxi López. “Tememos que si los colegios creen que pueda haber publicidad algunos desistan de incorporarse”.

“Ha sido un tema complicado”, relata Txema Urkijo, adjunto a la dirección de la oficina de víctimas del Gobierno vasco, cuya oficina es la encargada de hacer la selección de los participantes. “Los que se oponen alegan que si lo que ha pasado en Euskadi durante los últimos 50 años es una cuestión no resuelta en la sociedad vasca, un tabú del que apenas se habla en las cuadrillas y en las familias, no tiene sentido llevar esta polémica a la escuela. Con el testimonio de las víctimas no se trata, sin embargo, de trasladar ninguna polémica, sino de abordar el sufrimiento de esta sociedad desde una perspectiva ética, de solidaridad y empatía. Pero hasta que no se superen algo más las resistencias va a ser complicado abordar esta cuestión con normalidad”.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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