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EL CIERRE DE LA CAMPAÑA ELECTORAL

Una campaña entre minutos de la basura

Los 14 días de campaña electoral se le han hecho demasiado largos al favorito Rajoy El PSOE cree que a Rubalcaba le ha faltado un segundo debate para desnudar del todo al PP

Un colegio electoral de Pamplona última los preparativos para el domingo.
Un colegio electoral de Pamplona última los preparativos para el domingo.EFE

Los 14 días de mítines previos a las undécimas elecciones generales de la actual etapa democrática se le han hecho demasiado largos al favorito Rajoy (PP) mientras que al aspirante Rubalcaba (PSOE) le parece que le ha faltado un segundo debate para desnudar del todo al PP e intentar el milagro.

El PP empezó a tocar la victoria con las manos en mayo de 2010, cuando el presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunció en apenas un minuto de solemnidad parlamentaria las medidas para evitar el hundimiento de España. En aquella sesión del Congreso, el Gobierno socialista se puso en contra a buena parte de su electorado, compuesto por funcionarios y trabajadores a los que Zapatero, “para salvar a España de un rescate seguro”, les hizo un daño mayor al meter la tijera en sus salarios, en sus pensiones y en su jubilación.

Desde aquel momento desesperado, los socialistas y la situación económica no han hecho más que empeorar. Por eso, la campaña electoral que hoy culmina parece un trámite obligatorio para llegar al 20 de noviembre, el día del cambio de ciclo, algo que todas las encuestas vienen pronosticando desde hace casi dos años.

Estos 14 días de campaña han sido como los minutos de la basura en un partido de baloncesto donde uno de los equipos se ha distanciado tanto al principio del duelo que el resultado está decidido de manera irremediable aunque no se haya agotado el tiempo.

A mí me gustan todos aquellos que no gastan más de lo que ingresan Mariano Rajoy

En esta carrera sin emoción, Rajoy se ha dejado ir como un ciclista cuesta abajo e incluso, en ocasiones, lo ha hecho hasta sin manos porque las pocas curvas del camino se iban enderezando a base de datos económicos nefastos. Rajoy ha intentado no hacer ruido, ha procurado que nadie se fijase demasiado en lo que decía, aunque no decía mucho.

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Aquí va un resumen de su antología de la indefinición:

“¿Qué hay que hacer? Pues intentar hacer las cosas bien, una mejor política económica”

“La confianza es muy importante”

“A mí me gustan todos aquellos que no gastan más de lo que ingresan”

“Para mí, referentes en todas las facetas de la vida, no sólo en la política, son aquellos que hacen las cosas bien”

“Lo que yo si tengo claro es que hay que dar pasos en la buena dirección y que de lo que tenemos que preocuparnos es de comenzar a hacer las cosas bien en España y si lo hacemos así volverá la confianza y volverá la reactivación de la economía y se volverá a crear empleo. Por tanto, lo principal es empezar a hacer las cosas bien”

“Lo importante es ir dando pasos en la buena dirección, ir generando confianza, que el inversor se anime a invertir y ganar también la confianza fuera”

“La confianza se gana por un conjunto de cosas, tener un gobierno competente, gente seria al frente, gente que diga la verdad, que se explique, que se vea que se toman medidas”

“Es importantísimo dar la sensación de seriedad y fiabilidad”

Es un resumen de los primeros 15 minutos de entrevista emitidos el pasado jueves en TVE, pero podría resumir también todos sus mítines. Rajoy no necesitaba más. Un estratega de origen andaluz, muy próximo al candidato, lo definió con este proverbio: “Cuando el año está de leches, hasta los burros se ordeñan”.

Si dice lo que haría si gobernara, la gente saldría corriendo en dirección contraria Alfredo Pérez Rubalcaba

Al candidato socialista, que ha equiparado su aventura electoral con la escalada del Everest sin oxígeno, sin sherpa y con una mochila cargada de piedras, la campaña se le ha hecho dura y extraña. En la última semana, Rubalcaba ha vuelto a los orígenes y ha cargado su agenda de mítines de urgencia en municipios de tamaño medio donde micrófono en mano ha pedido, también, el voto útil para el PSOE. Se ha hartado de dar puñetazos en el aire, de apelar al miedo, de gritar que con un Gobierno del PP, la vida sería peor para las mujeres, para los pensionistas, para los parados, para los trabajadores, para los enfermos o para los estudiantes; peor también para el estado del bienestar, amenazado por la tijera de Rajoy. El líder socialista ha hablado del apocalipsis en forma de cambio de ciclo, pero ni por esas. Todas sus provocaciones cayeron en saco roto:

- “Rajoy no cuenta lo que tiene en la cabeza porque sabe que si lo cuenta no le van a votar”

- “Si dice lo que haría si gobernara, la gente saldría corriendo en dirección contraria”

- “No se puede gobernar leyendo lo que a uno le dictan. No se puede gobernar sin ideas propias. No se puede gobernar sin iniciativa. No se puede gobernar un país en crisis sin tener sentimientos hacia la gente que peor lo está pasando”.

- “La Ley de los silencios de Rajoy tiene un artículo primero que dice: rebajaré las prestaciones por desempleo, pero no lo diré. Un artículo segundo que dice, revisaré las pensiones en 2014, en 2016 y en 2018, pero nada de esto voy a contar a los españoles”.

Al otro lado, Rajoy silbaba.

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