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La izquierda ‘abertzale’ busca el apoyo de los presos de ETA al Acuerdo de Gernika

Los reclusos debaten la estrategia política que rechaza la violencia terrorista plasmada en el Acuerdo de Gernika, que incluye una negociación con el Gobierno

Jorge A. Rodríguez

Los presos de ETA están debatiendo su adhesión o no al llamado Acuerdo de Gernika, que incluye el total desarme de la banda y “un definitivo abandono de su actividad armada”, aunque también una negociación política con importantes concesiones del Estado.

El debate ha sido impulsado por la izquierda abertzale, que ha llevado ese documento a las prisiones para atraer a sus tesis al mayor número de reclusos —hay muchísimos más etarras presos que libres— aprovechando que ETA ha perdido en gran medida el control sobre sus presos.

El debate de los presos de la banda está abierto, según fuentes de la lucha antiterrorista. En sus manos está el documento que partidos, sindicatos y agentes sociales de la izquierda abertzale suscribieron va a hacer ya un año.

Ahí están las tesis que suscriben Bildu, Aralar, LAB… y cuyo primer punto, el del “alto el fuego permanente, unilateral y verificable por la comunidad internacional”, creen ya cumplido por ETA.

Pero el contenido del Acuerdo de Gernika, menos en donde habla del final de ETA, es rechazado por el Gobierno, ya que, insisten fuentes del Ministerio del Interior, mientras ETA exista no hay nada que negociar.

El objetivo son los que no han declarado aún su disidencia de la banda
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“La izquierda abertzale está fomentando en las cárceles el debate sobre el documento de Gernika porque lo que pretende es controlar todo lo que era el entorno de la banda pero sin la tutela de ETA, que saben que se encuentra en una situación de debilidad extrema”, afirman las mismas fuentes.

La debilidad de la banda, especialmente en lo que ella misma denominaba “el frente de makos”, está siendo aprovechada “de manera organizada” por la izquierda abertzale para sumar adhesiones de presos al Acuerdo de Gernika.

Lo que pretende la izquierda abertzale que ha optado por la no violencia es sumar fuerzas a sus tesis para ganar el pulso que actualmente se mantiene en ese mundo entre los que optan por las vías exclusivamente políticas —aunque de momento sin abominar de su historia— y los que pretenden la combinación de bombas y votos.

El objetivo no son los presos que ya saben ganados (los que se han declarado abiertamente por el fin del ciclo de violencia), sino una masa no revelada de reclusos que, aunque no declaran abiertamente su disidencia de ETA y mantienen intacta su ideología independentista, sí han visto que el terrorismo debe acabar.

¿Son muchos? “Es imposible de cuantificar, pero es un grupo numeroso, posiblemente creciente, de gente que está buscando soluciones individuales y que ya no se someten al control del colectivo de presos”, dicen las fuentes.

No obstante, incluso el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK en sus siglas en euskera), la ortodoxia etarra en los presidios, hizo un amago de apoyar el documento. Sin embargo, dio marcha atrás.

Su jefa, Belén Egüés, ni se plantea una disolución de ETA sin una negociación previa que incluya las reivindicaciones históricas de ETA. Sus ojos están puestos en el partido que llene las urnas el 20-N.

Pero el EPPK es consciente de que está de capa caída, que apenas puede transmitir sus consignas (ni las recibe) y que el descontento entre su tropa se generaliza.

“Cuantos más presos apoyen ese documento, más peso ganan los partidarios de que el terrorismo se acabe y, al tener más gente que apoya la vía de acabar con la violencia, debilitan la posición de la banda”, insisten las fuentes. “Y son ellos los que han llevado el Acuerdo de Gernika a las cárceles, no ETA”, que ahora carece de correos estables entre la dirección y los talegos.

En esta maniobra se enmarcan los guiños de Bildu a los familiares de presos

La desarticulación de H-Alboka (una estructura orgánica de ETA para control del colectivo de presos y sus familiares, entre otras actividades, dirigida por abogados) y la ilegalidad de Askatasuna (aunque de facto seguía sus actividades) han facilitado ese movimiento. Y en esta maniobra se enmarcan los continuos guiños de Bildu hacia los familiares de los presos y, por tanto, hacia estos mismos.

El documento es inequívoco al optar por el definitivo abandono de la actividad armada, ya que el primer punto para llegar a “una situación de no violencia con garantías” pasa por el alto el fuego de ETA que ya está en vigor “como expresión de voluntad para un definitivo abandono de su actividad armada”. También exige el acatamiento de los llamados Principios Mitchell y el primero es claro: “El desarme de todas las organizaciones paramilitares”.

Claro que esos son principios pensados para “el diálogo y la negociación política” y en el documento también se insta al Gobierno a dar pasos (“decisiones e iniciativas”, dice) que no va a dar. Por ejemplo, se reclama la derogación de la Ley de Partidos, el fin de la ilegalización de organizaciones como Sortu o Batasuna o el final de la actual política penitenciaria.

El documento, además, contiene apartados especialmente destinados a los presos, aunque para ello tienen que decidir abandonar la “defensa política de su causa”, la que ha impuesto ETA tradicionalmente, para pasarse “a una defensa jurídica y, por lo tanto, acatar el Código Penal”.

Gernika habla, por ejemplo, de la concesión de libertades condicionales a todos los presos que cumplan los requisitos legales o de la abolición de la denominada doctrina Parot (en proceso de revisión en el Tribunal Constitucional) o la liberación de los presos enfermos (José Ramón Fioruria, condenado a 40 años y con un grave cáncer de vejiga, que ha abandonado la prisión).

Acercamiento de reclusos

El mundo de los presos de ETA observa cómo quienes acaban acatando el Código Penal tienen mejor vida penitenciaria —como ocurre con los reclusos de Nanclares de Oca, aquellos que han renunciado expresamente a ETA— porque han abandonado la banda, han cumplido la parte principal de su condena, admiten el daño causado y se han comprometido con su reparación. Son estos presos los que han liderado la adhesión al Acuerdo de Gernika, que rompe la exigencia de ETA de no aceptar el sometimiento a la ley. Otros reclusos etarras se plantean seriamente, si no la vía de la renuncia, sí la vía particular, sin hacer ruido ni renunciar a su ideologías, aunque sí al terrorismo, para ver pronto la calle, subrayan fuentes penitenciarias.

Interior ha acercado este verano al histórico etarra Jesús María Mendinueta Flores desde la cárcel de Albocasser (Castellón) a la de Zuera (Zaragoza) en la que se agrupan presos de ETA que comienzan a dar síntomas de rechazo a la violencia terrorista, según informaron a Europa Pess fuentes penitenciarias. Mendinueta, detenido en 1991, fue miembro del comando Vizcaya y condenado a 105 años de cárcel por tres asesinatos, uno de ellos el guardia civil Ricardo Couso, al que tiroteó en presencia de su hijo de nueve años.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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