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JUAN SOLER-ESPIAUBA | Nuevo alcalde de Getafe

“Todos saben que no soy de aquí”

Su misión era desalojar al veterano Pedro Castro. Lo logró en “tres meses y 19 días”

Naiara Galarraga Gortázar
El nuevo alcalde de Getafe aún tiene un buen puñado de cajas de libros sin desembalar.
El nuevo alcalde de Getafe aún tiene un buen puñado de cajas de libros sin desembalar. ÁLVARO GARCÍA

Juan Soler-Espiauba es el nuevo alcalde de Getafe, pero admite que su partido, el PP, le podía haber enviado a otra ciudad del sur de Madrid. Su candidatura se planteó en Navidades. El 3 de febrero se embarcaba en la campaña. Y “tres meses y 19 días” después había cumplido su misión: conquistar esta simbólica alcaldía que el PSOE encabezaba desde la reinstauración de la democracia. “Era un reto importante porque suponía enfrentarse a Pedro Castro, un verdadero invictus hasta el 22 de mayo”.

Explica que en el antaño cinturón rojo ya no vive “el proletariado industrial, sino clases medias que quieren buena gestión, austeridad y honradez”. Esa transformación sociológica, la crisis y el desencanto ejercieron de pista de aterrizaje para un PP que ahora gobierna al 92% de los madrileños.

Soler, de 50 años, fue el más votado. Pero no bastaba.

El partido de Rosa Díez —con su abstención en la investidura— le abrió la puerta del despacho desde donde Castro diseñó durante 28 años la transformación de la ciudad.

Soler recibe en esa estancia. Aquí fue fotografiado su antecesor empaquetando sus fotos.

¿Usted qué pensó al ver aquella primera página? “Creo que se equivocó haciéndosela. Es como La caída de los dioses. Entre lo sublime y lo ridículo hay una delgada línea que no se debe cruzar”. No se llevan bien, pero Soler promete homenajear al hoy jefe de la oposición con una calle o centro cívico en esta ciudad de 170.000 vecinos (el 18%, en paro, el 14%, inmigrantes) que tiene aeródromo, catedral, un equipo de fútbol en Primera, universidad, teatro, metro a la Puerta del Sol...

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En la mesa, piruletas del PP; en los estantes, fotos sin enmarcar. Todas con gentes del partido. Con Aguirre, con otros populares de la Asamblea de Madrid, con sus dos colaboradores más jóvenes... Es un canterano.

Hace una distinción entre “el socialismo más sensato”, encarnado por Rubalcaba, y “el zapaterismo, que es el Gobierno de la ocurrencia”. Y repite mantras como “no es lo mismo Aznar que Rajoy, ni hace falta que lo sea”.

Pero Soler reivindica su punto heterodoxo. Ya ha presentado una moción a favor del “respeto a la diversidad de orientación sexual” y está a favor del matrimonio gay, “algo asumido por la sociedad”. También está convencido de que los partidos hacen cosas mal. Y lo dice. Empieza a enumerar: “No puede ser que el elector elija una lista que no puede cambiar, que dentro de los partidos las elecciones estén condicionadas, que Rubalcaba las haya suspendido, que nosotros hayamos suspendido el congreso nacional. Claro, el elector no se siente cercano al elegido... Lo vengo diciendo desde los 20 años. Esta pelea ya la tenía en la época de Fraga”.

Admite el perjuicio que supone el caso Camps: “Esas cosas estropean mucho la imagen de la política”, pero apostilla que más grave que “unos trajes de 14.000 euros” es la inmensa deuda que han dejado algunos alcaldes (socialistas por supuesto).

Se muestra mesurado, sin atisbo de triunfalismo, sobre las generales: “España necesita que el PP tenga una mayoría amplia”.

Vive en un apartamento alquilado de 35 metros cuadrados con una terraza de otros tantos con vistas. “Me mudé a Getafe a los 15 días de ser nombrado candidato”. “No, todavía no estoy empadronado aquí. Exigimos a los inmigrantes que lo hagan bien y ¿luego los cargos públicos vamos a hacer trampas? Yo no iba a empadronarme en casa de un amigo. Todo el mundo sabe que no soy de aquí”. Está soltero. Y tiene casa en Madrid, adonde llegó a los 15 desde su Santander natal.

Anunció que subastaría el coche “de lujo” del anterior regidor. Pero se ha topado con la burocracia. El proceso está en marcha. Él se mueve en el coche de sus escoltas.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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