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Duelo frustrado por el poder en Madrid

Aguirre acaba con el pulso entre González y Granados

Francisco Granados era un joven yuppie financiero de éxito cuando en 1999 saltó a la política local. Se convirtió en el alcalde de su pueblo, Valdemoro, hasta entonces gobernado por los socialistas. Cuando Esperanza Aguirre desembarcó en Madrid tras el traumático episodio del tamayazo se fijó en el joven alcalde de Valdemoro.

Tras alcanzar la presidencia de Madrid, Aguirre decidió desafiar a su compañero Alberto Ruiz-Gallardón y disputó la presidencia del PP local. El convulso episodio para los populares concluyó con Granados como secretario general del PP de Madrid. Su carrera había sido fulgurante. Pronto ocuparía la cartera de Transportes del Gobierno regional e iría escalando en el gabinete de Aguirre, hasta convertirse en la pasada legislatura en el número tres.

Entonces comenzaron los problemas entre él e Ignacio González, hombre de confianza de Aguirre desde los tiempos en que ella era concejal de Medio Ambiente en el Ayuntamiento de Madrid. “Esta pelea viene de lejos. Parece que la presidenta ha querido poner fin a esa guerra”, apunta un veterano diputado del PP. “Nunca ha habido dudas para Aguirre, el favorito siempre ha sido Ignacio”, añaden fuentes próximas al Gobierno regional.

Durante años, Aguirre permitió el pulso que mantenían uno y otro. El plan para que González saltara a la presidencia de Caja Madrid allanaba el camino a Granados. Pero la operación se frustró. El duelo entre ambos acabó con la paciencia de Juan José Güemes, exconsejero de Sanidad, que aspiraba a avanzar en el escalafón del poder regional y se marchó a la empresa privada.

La tensión creció con el asunto de los espías. La desconfianza se instaló entre ellos. Ahora el futuro de Granados estará en el Senado. “No pueden verlo en Génova [sede del PP nacional]. Esta decisión no será cuestionada por el entorno de Rajoy, aunque Granados se haya acercado a Cospedal”, apuntan otras fuentes del PP.

González puede respirar tranquilo. Ahora nadie parece querer interponerse en su camino. Todo es cuestión de tiempo.

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J. S. G., Madrid

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