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Elegir caras o programas

La izquierda trae a Europa las primarias, propias de países con partidos laxos

Reunión del Comité Federal del PSOE.
Reunión del Comité Federal del PSOE.ULY MARTÍN

Felipe González no se cansa de advertirlo: las primarias están muy bien si todos los partidos juegan con la misma baraja. Al expresidente le parece un riesgo que unos —la izquierda—exponga en el escaparate sus debates internos mientras otros asisten al espectáculo de la división de sus adversarios desde la cómoda atalaya de una elección a dedo. ¿Es más democrático el sistema de elección a través de primarias que el tradicional? ¿Merece la pena correr riesgos? y los congresos, normalmente controlados por el aparato ¿permiten profundizar más en los programas? Los expertos están divididos, aunque coinciden en que las formaciones políticas recurren a una u otra fórmula solo estratégicamente les conviene o la coyuntura les empuja a ello.

La dirección de los partidos, como la de la mayoría de los grupos sociales (sindicatos, asociaciones, organizaciones comerciales) presenta el doble carácter de una apariencia democrática y de una realidad oligarca. “Solo algunos partidos fascistas escapan a esta regla”, remata su reflexión el politólogo francés Maurice Duverger. A la hora de elegir a sus líderes, los partidos buscan fórmulas que les legitimen democráticamente. La izquierda europea ha importado de Estados Unidos el sistema de primarias, necesario en ese país, ya que los partidos son simples maquinarias electorales. Carecen de militancia tal como se entiende en Europa. Contagiados de esa corriente, Francia, Italia y España se han apuntado a la elección de los cabeza de lista mediante primarias.

La elección directa permite la irrupción de un liderazgo nuevo

El PSOE está ahora enredado en esta madeja. Embarcado en la tarea de decidir el cartel para la próximas elecciones legislativas, los socialistas han abierto el debate sobre la estrategia a seguir: convocar primarias —aunque con un solo candidato se convertirían en “un contrasentido”, según todos los expertos— o celebrar un congreso extraordinario para elegir un líder que tome el relevo de José Luis Rodríguez Zapatero.

Teniendo en cuenta que en Europa los partidos están muy estructurados y una élite es la que controla el poder, ¿cuál es el sistema adecuado? Los politólogos perciben que cualquiera de los dos procedimientos (primarias o congreso) tiene ventajas y limitaciones. “En Estados Unidos los partidos no tienen una estructura interna sólida. Son más laxos que los europeos”, explica Iván Llamazares, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca, que ve en las primarias la posibilidad de que irrumpa un liderazgo nuevo en partidos muy oligarquizados o en los que exista un descontento entre la militancia.

Mella: “Cuando hay intermediarios hay riesgo de manipulación”
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“Ningún sistema es perfecto”, añade Llamazares, que niega que las primarias sean un sistema más democrático. “Son un campo de batalla en el que los candidatos se acercan a los votantes potenciales. Los electores necesitan conocer una cara, pero también un programa”. De ahí que se decante por la fórmula del congreso: “Permite decidir sobre asuntos estratégicos y programáticos y abrir un debate más complejo sobre cuestiones ideológicas”.

Otros consideran que las primarias implican un voto “directo, sin intermediarios”, precisa Manuel Mella, catedrático de la Universidad Complutense. “Cuando hay intermediarios, hay riesgo de manipulación de la voluntad originaria”, apunta. A la hora de optar por un sistema es cauto. “Depende del contexto, de las circunstancias y del momento”. En general, Mella considera que las primarias pueden ser positivas en el caso español cambiando algunas variables, como, por ejemplo, la base de votantes. Los estatutos del PSOE restringen la participación a los militantes (220.000 al corriente de pagos). Mella apuesta por extender el censo a los simpatizantes, a sabiendas de que habría que articular mecanismos para definir este grupo.

Valencia critica las decisiones “que van de arriba abajo sin ningún debate”

El Partido Socialista fránces tiene previsto permeabilizar su estructura y dar voto a los simpatizantes en las primarias que celebrará en otoño, algo que también han hecho los socialdemócratas en Italia (en este caso, incluso los candidatos que concurren a las primarias pueden ser de otro partido). En Francia, las primarias socialistas (los ecologistas también se han apuntado a ellas) se realizarán a doble vuelta, es decir, tras una primera elección, los dos aspirantes con mayor número de votos se enfrentarán en un mano a mano. Así es como ganó en 2007 Ségolène Royal.

Abrir cauces de participación a los simpatizantes sería, según el catedrático de la Universidad de Málaga Ángel Valiente, más adecuado, aunque la cuestión clave es cómo se controla el universo de votantes al tratarse de algo “intangible”. “Depende de los partidos. En España tienden a controlarlo todo y el modelo de primarias está muy comprometido con los militantes. Exige a los candidatos que se postulen recorrer el país con su proyecto bajo el brazo. Los congresos resuelven el problema del liderazgo de manera más económica y cómoda”.

Rosa Díez elogia el sistema directo aunque perdió ante Nicolás Redondo

Aunque en España las primarias no son el escenario más favorable para confrontar programas. “Una de las características de la política contemporánea es la importancia de la imagen. Las primarias se deberían aprovechar para evaluar las propuestas de los candidatos, pero estos tienden a lanzar ideas con pegada, mensajes fuertes y contundentes para que salgan en los medios. Es una manera de hurtar el debate”, dice Valencia, consciente de que esta forma de actuar es una característica estructural del discurso político en la sociedad moderna.

Para los países del sur de Europa estos procedimientos son relativamente nuevos. Ni España ni Francia ni Italia tiene una tradición de primarias. Son un instrumento anclado en los sistemas de partidos anglosajones. El hecho de que el viejo continente esté introduciendo su sistema no significa una americanización. “Ante los ciudadanos y ante la opinión pública las primarias contribuyen a establecer una percepción más democrática de los partidos y del proceso de elección de líderes. Se hace visible la competencia. Es un proceso más largo y da una imagen más democrática. En un proceso congresual, que dura apenas tres días, los programas y los candidatos salen pactados por los compromisarios”, añade Valencia.

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Frente a las alternativas que ahora debaten los socialistas, el PP utilizó el dedazo (de Aznar) para designar candidato a Mariano Rajoy, cuyo nombramiento fue legitimado a través de un congreso posterior. Es un método democrático pero es también la expresión de cómo funcionan los partidos modernos, en los que “las decisiones van de arriba abajo y se respaldan por las bases sin contestación ni debate. Lo que dice la cúpula se aplaude de manera acrítica”, reflexiona Ángel Valencia.

“Son partidos cartel”, opina el profesor de la Complutense Fabio García. “Uno de los problemas es que los partidos se han separado de la sociedad y pasan a ser agentes financiados por el Estado. Su fuerza reside en los cargos institucionales, en las élites. Y uno de los problemas es la falta de democracia interna”.

No todos los especialistas creen que primarias sea sinónimo de confrontación. Y cuando no hay enfrentamientos, militantes y votantes se motivan y otorgan gran legitimidad democrática al candidato. Para el experto en campañas electorales Luis Arroyo, el ejemplo de esta situación ideal —por el momento infrecuente en España— lo constituyó la elección del candidato del Partido Verde de Colombia. Los tres aspirantes lucían el mismo eslogan la camiseta, y los tres explicaban sus matices —el programa de fondo siempre es similar, ya que pertenecen al mismo partido— con gran respeto por el contrincante. Los votantes reconocieron el esfuerzo y el PV se midió de igual a igual con Juan Manuel Santos en la segunda vuelta.

Arroyo tampoco es un entusiasta de las primarias “porque en España no hay tradición” y porque depende de cada caso. “El equilibrio entre participación y eficacia es lo que todos buscan y pocas veces encuentran”.

Rosa Díez, presidenta de Unión Progreso y Democracia (UPyD), debió ser de esas pocas aspirantes que sí encontró las bondades de las primarias. Ella inauguró en 1998 este proceso en el Partido Socialista de Euskadi (PSE), en pugna con Nicolás Redondo. “Todos los recuerdos que tengo de ese periodo son positivos. Nunca se me negó acceso a las direcciones y teléfonos de los militantes ni se me ocultó ningún dato sobre las agrupaciones. Redondo y yo defendíamos nuestra postura, pero siempre desde el respeto. Él ganó, me sacó cinco puntos de ventaja y yo lo acepté sin mayor problema. La experiencia salió tan bien que Joaquín Almunia, entonces secretario general del PSOE, me comentó que iba a proponer copiarnos a nivel nacional”.

De aquel proceso no guardan los socialistas buen recuerdo. Almunia perdió las primarias frente a Josep Borrell y la bicefalia no funcionó. Borrell dimitió y Almunia sufrió una derrota electoral sin paliativos. No le dejó más salida que la dimisión, anunciada la misma noche del escrutinio que dio la primera legislatura a José María Aznar .

Pese a haber visto esta derrota en primera fila como diputada socialista, Díez no cuestiona la necesidad de las primarias. En UPyD los cabeza de cartel se eligen mediante este sistema, que no solo incluye a los militantes sino también a los simpatizantes, siempre que sean presentados por algún órgano vinculado al partido. Tampoco se exigen firmas para ser candidato, como ocurre en el PSOE. “Todo tiene riesgos. Somos un partido tan minúsculo que basta con que un militante asocie a su familia para que gane las primarias. Pero hay que correr esos riesgos porque los ciudadanos se están alejando peligrosamente de los políticos”.

Congresos, circunscripciones y ‘caucus’

  • Estados Unidos. La elección del candidato que representará a los partidos Demócrata y Republicano en las elecciones presidenciales se realiza a través de un sistema algo complicado de voto basado en primarias y caucus cuyas bases son casi las mismas desde su establecimiento en el siglo XVIII. El partido no elige al candidato, son los afiliados de cada organización quienes lo hacen. El pistoletazo de salida se vive cada cuatro años, desde 1972, en el caucus de Iowa, en enero, con el objetivo de empezar a elegir los delegados que acudirán a las convenciones nacionales y donde los delegados eligen al candidato que luchará por la Casa Blanca. Los caucus son reuniones ciudadanas que se celebran en casas, colegios o centros públicos y donde los asistentes debaten sobre los candidatos que en los meses anteriores se han postulado. En las primarias se utiliza el modelo tradicional de voto individual.— YOLANDA MONGE
  • Alemania. Los dos grandes partidos políticos alemanes eligen a sus presidentes en congresos federales bienales. La Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel cuenta con 1.001 delegados en sus congresos, en los que el partido elige o reelige al presidente, a los vicepresidentes y al secretario general. Estos delegados proceden de 15 de los 16 Estados federados. Baviera cuenta con su propia Democracia Cristiana, hermanada a la CDU, la CSU. Los congresos del Partido Socialdemócrata (SPD) convocan a 525 delegados, de los cuales 480 son enviados desde los 16 Estados. Lo mismo que en la CDU, el número de delegados que envía cada land depende del número de afiliados. El SPD debate ahora la conveniencia de introducir un proceso de primarias para decidir la presidencia del partido. Tanto en la CDU como en el SPD es el presidente de la formación quien propone al candidato a la Cancillería. No siempre es la misma persona. La dirección del partido decide sobre el particular. Hasta hace 20 años, Los Verdes sometían a sus presidentes a un principio de rotación: solo podían dirigir el partido por un máximo de dos años. Anularon esa norma en 1991 y ahora se rigen como los demás partidos.— JUAN GÓMEZ
  • Reino Unido. El sistema electoral británico contempla la división del mapa electoral en tantas circunscripciones como escaños tienen los Comunes. Al haber un único escaño a elegir, solo se presenta un candidato por cada partido y en consecuencia no hay listas electorales como en España. En teoría, y casi siempre en la práctica, ese candidato es elegido por la agrupación local del partido después de haber escuchado los argumentos de todos los candidatos. A veces, los cuarteles generales de los partidos intentan imponer a un candidato en concreto y, aunque suelen imponer su criterio, no es completamente inhabitual que la agrupación local se rebele y acabe designando a otro candidato. Hay que tener en cuenta que el vínculo entre el diputado y sus votantes es muy fuerte, por lo que el candidato necesita el apoyo de su agrupación local para ganar el escaño.— WALTER OPPENHEIMER
  • Italia. El Partido Democrático ha hecho de las primarias abiertas sello de identidad. Ha elegido por ese método a todos sus líderes desde 2007. Con más de 800.000 afiliados, el PD permite participar a todos los ciudadanos que acepten registrarse para el voto, y decide así sus cargos nacionales y los candidatos municipales. El sistema produce a veces resultados inesperados, pero ha sido un éxito indiscutible. No siempre sale el candidato oficialista, sino otro que se alza como favorito. El fiasco ha sido Nápoles, donde las primarias fueron anuladas porque los tres candidatos se acusaron de compraventa de votos. El investigador del CNR Raffaele Calabretta ha inventado y promovido el sistema de las doparias, un neologismo que juega con las palabras primarias, dopo (después) y dopamina, y que propone someter a referendos cada decisión importante adoptada por el partido.—MIGUEL MORA

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