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España pierde un aliado

La dimisión de Nigel Lawson supone la pérdida de un valioso aliado por parte de las autoridades económicas españolas. A lo largo de su mandato, el hasta ahora canciller del Exchequer de Gran Bretaña, logró establecer estrechos lazos de amistad con el ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, y el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, con quienes compartía muchos puntos de vista en materia de política monetaria. Lawson es un experto de reconocido prestigio que plantea las cuestiones financieras con criterios estrictamente técnicos, lo que satisfacía especialmente a las autoridades españolas.Un buen reflejo de esta aproximación de criterios se puso de manifiesto el pasado mes de junio cuando España decidió la incorporación de la peseta al Sistema Monetario Europeo (SME). En aquella ocasión el secretario de Asuntos Exteriores, Geoffrey Howe, y Nigel Lawson manifestaron su satisfacción por la apuesta de las autoridades españolas en la medida en que reforzaba su posición, aislada dentro del Gobierno británico, que propugnaba la incorporación de la libra en el SME.

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Sin embargo, el manifiesto europeísmo de Lawson en cuestiones económicas y monetarias tampoco era excesivo. Se podría decir que con independencia de su posición sobre el SME, en el resto de cuestiones se mantenía en contra de las tesis comunitarias. Así, en relación con la unión monetaria, se había opuesto a la creación de una moneda única para toda la Comunidad Europea como propugna el Informe Delors, y en su lugar postulaba que todas las monedas europeas tuvieran curso legal en todos los países europeos.

Coherente con esta posición de incorporar la libra al SME, donde la oscilación de los cambios está limitada, defendió el mantenimiento de la paridad de la moneda británica con la alemana en la proporción de una libra por tres marcos. Para lo cual se vió obligado a intervenir en los mercados con la compra de marcos provocando el crecimiento de la masa monetaria, lo que en opinión de sus detractores ha sido la cusa del crecimiento de la inflación (7,6% en setiembre). Thatcher se oponía abiertamente a esta tesis al rechazar todo tipo de intervencionismos.

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