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La ciudad española en la que se habla al revés (o al ‘verres’)

Vecinos de La Laguna buscan que su manera de expresarse sea reconocida como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad

La iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, en la La Laguna.
La iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, en la La Laguna.GETTY
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The Spanish town where they talk backwards

Un barbero bromista llamado Francisco Fariña puso la primera piedra del verres en su local de la calle Juan de Vera de La Laguna (Tenerife). Se le tiene por inventor, en los años treinta del siglo pasado, de esa forma de hablar, consistente en alterar el orden de las sílabas de las palabras para que determinados clientes, en especial aquellos que venían de las zonas de campo, no entendieran lo que decía con la finalidad de tomarles el pelo. Más de 80 años después, vecinos de la ciudad tratan de que esa manera de expresarse sea reconocida como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

‘Nasbue chesno neragula, chesno de lohie y de ofri’, significa en ‘verres’ “buenas noches lagunera, noches de hielo y frío”

En la época de Fariña, La Laguna era un lugar tranquilo. Sin televisión ni otras formas de entretenimiento en las casas, las barberías, al igual que las farmacias o las zapaterías, eran los puntos de reunión de los vecinos. Como cuenta el cronista oficial de la ciudad, Eliseo Izquierdo, “la gente iba allí a matar las horas y a leer el periódico, y cada barbería, auténticas escuelas de ingenio, de lenguaje afilado y sobrentendidos, tenía sus parroquianos”. Fariña, gracias a la mordacidad y reflejos mostrados en sus respuestas y comentarios, popularizó el verres, y hasta los estudiantes de la universidad lagunera acudían a deleitarse con él en su particular ‘academia’.

La anécdota que mejor refleja el uso que alcanzó el verres la vivió en primera persona el propio Eliseo Izquierdo cuando fue a cubrir un acto como redactor de un periódico local. Relata que a finales de los años cincuenta llegó a la ciudad un grupo de alumnos de Química de la Universidad de Barcelona en viaje de fin de carrera. El entonces alcalde, Lupicinio Arbelo, los agasajó con un almuerzo en un restaurante. Llegado el turno de los discursos, el delegado de los estudiantes se dirigió a los presentes en catalán. Al no entender ni una palabra, el edil replicó con el suyo al verres “poniéndoles a caer de un burro”, recuerda Izquierdo. Los jóvenes se quedaron tan desconcertados que inquirieron al alcalde acerca de qué había dicho, pero este les instó a que fueran, primero ellos, los que aclarasen el contenido de su intervención. Los chicos le explicaron que habían alabado la acogida recibida y reconocían su agradable sorpresa al haber hallado una tierra con unos paisajes tan maravillosos. Satisfecho con la respuesta, el alcalde les respondió entonces que él había empleado en el suyo en el mismo tono amable y de agradecimiento que ellos.

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El verres nunca fue un modo de hablar de una zona específica ni de un número considerable de habitantes de La Laguna. Se trató de una forma de expresión limitada a grupos de amigos o conocidos a modo de divertimento. Aunque ha resistido al paso del tiempo, en la actualidad es conocido casi exclusivamente por personas que sobrepasan los 60 o 70 años. La Asociación de Vecinos del Casco de La Laguna está liderando los esfuerzos por extenderlo al resto de la población, con énfasis entre los jóvenes de la ciudad, mediante charlas-coloquio y visitas a institutos. Con la asociación colabora Juan Oliva, un abogado jubilado de 74 años que se enorgullece de ser uno de los que mejor lo domina. Señala que el verres tiene sus propias reglas y que las palabras resultantes de la transformación no siempre se corresponden en todas sus letras con la original. Sí ocurre, por ejemplo, con mosva al neci (vamos al cine) pero no con la nelu nel tomimorfa (la luna en el firmamento), frases que repite a sus nietos para que vayan haciendo el oído. “La Laguna es el único lugar del mundo donde se habla al revés, por eso queremos que en el futuro sea considerado por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial”, afirma. Es capaz de recitar al verres La canción del pirata, de José de Espronceda, y tras sesuda práctica, también apenas sin errores el villancico Alegría, alegría, que canta como Agriale, agriale echando un ojo a la chuleta en la que lo tiene apuntado para no equivocarse.

No será sencillo para el verres recorrer el camino hacia su reconocimiento. Aunque existen modalidades jergales con las que se le conecta, como el lunfardo argentino —utilizado por delincuentes para evitar ser entendidos—, el catedrático de Lengua Española de la Universidad de La Laguna y vicepresidente de la Academia Canaria de la Lengua, Humberto Hernández, admite que jamás se les ha ocurrido plantear la forma de hablar lagunera como objeto de estudio “porque es poco más que un juego lingüístico”.

De modo parecido, el director y miembro fundador de Los Sabandeños, Elfidio Alonso, conocedor del verres, opina que no hay que llevarlo más allá de lo que realmente significó desde sus orígenes. “No estamos ante un fenómeno de todo el pueblo sino de señoritos que lo emplearon con intención ridiculizante para pasar un rato agradable”, apunta. Lo que no quita para que en la canción Isa lagunera, su grupo folclórico dedique al verres el estribillo: “Nasbue chesno neragula, chesno de lohie y de ofri” (buenas noches lagunera, noches de hielo y frío).

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