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Marruecos, frente a un espejo incómodo

El origen de 11 de los 12 miembros de la célula yihadista daña la imagen de un país que mantiene una lucha implacable contra el terrorismo

Francisco Peregil
Casas de los hermanos Abouyaacoub y Hychami en Mrirt (Marruecos).
Casas de los hermanos Abouyaacoub y Hychami en Mrirt (Marruecos).YOUSSEF BOUDLAL (REUTERS)

Los abuelos de Younes Abouyaaqoub, el autor de la matanza de Barcelona, decían que el nieto se había educado fuera de Marruecos. Los policías marroquíes insistían en que esos jóvenes criminales son una excepción, casos aislados, en un país donde impera el islam tolerante. En Aghbalá, el pueblo donde nació el asesino más joven, Moussa Oukabir, de 17 años, abatido en Cambrils (Tarragona), los vecinos también remarcaban que el chico apenas tenía contacto con el pueblo, que venía cada cuatro años.

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Todo eso puede ser verdad. Y, sin embargo, el problema no es nada ajeno a Marruecos. Lo explicaba esta semana el columnista Karim Boukhari en el medio digital Le360: “Nuestra enfermedad nos lleva a la ceguera. El discurso dominante es ese que dice: ‘No, esto no tiene nada que ver con el islam. No, eso no tiene nada que ver con Marruecos’. El problema es que eso tiene que ver con nosotros, eso tiene que ver con el islam (o con el componente belicoso del islam, ¡porque existe!), con la enseñanza, con la interpretación del islam, tiene relación con la educación que dispensamos a nuestros hijos.

Tiene que ver con todo eso ¡y mucho!”. Disculpen la extensión de la cita, pero merece la pena atender el razonamiento de Boukhari: “El ISIS ha podido ser impulsado, en un momento dado, por el cinismo de las grandes potencias y los juegos geoestratégicos en el Próximo y Medio Oriento. Es cierto. El ISIS es un monstruo. Ha sacado beneficio, también, del desarraigo de la juventud magrebí en Europa. El Estado Islámico ha ofrecido a esta juventud desesperada un billete para el paraíso. Y eso es una oferta que no se rechaza”. “Pero este gigantesco fraude que es el ISIS es primero el producto de nuestras sociedades enfermas. Enfermas de su educación y de esta lectura totalmente sesgada del pasado (nosotros éramos los más grandes) y del presente (la culpa es de los otros si no somos los más grandes, matémosles, erradiquémosles y seremos los más grandes). Enfermos porque somos incapaces de mirarnos delante del espejo y de hacernos cargo de la situación”.

El analista concluye: “Sí, somos nosotros. Eso forma parte de nosotros”. Nadie mejor que la policía marroquí sabe hasta qué punto Marruecos sigue generando yihadistas. Los 12 miembros de la célula de Barcelona, excepto uno de Melilla, nacieron en Marruecos. Pocas horas después de la matanza de Barcelona, un marroquí de 18 años mató en Finlandia a dos mujeres con un cuchillo en la ciudad de Turku. Y meses antes, el cerebro de los atentados de noviembre de 2015 en París, el belga-marroquí Abdelhamid Abaaoud, de 29 años, fue localizado y abatido en el norte de París gracias a una información clave facilitada por la policía marroquí.

El entonces presidente de Francia, François Hollande, recibió pocos días después en el Elíseo al rey Mohamed VI en señal de agradecimiento. Todo eso por no hablar de los 1.500 yihadistas que partieron de Marruecos para unirse al Estado Islámico en Siria. Ahí no se incluyen los de origen marroquí que llegaron desde Francia, Bélgica o España. Todo eso lo sabe muy bien la policía marroquí, que no deja pasar un mes sin detener a alguna célula que prepara un atentado en nombre del ISIS. El Estado marroquí combate al terrorismo yihadista de forma muy eficaz en muchos frentes: desde la formación de imanes, hasta los indultos a los salafistas condenados por los atentados de Casablanca de 2003 que reniegan de la violencia, pasando por la colaboración muy estrecha con la policía de España y de Francia. Pero todo eso no basta si no se afronta la situación con realismo.

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El mecenas ideológico

Son muy pocas las voces que hablan en el Magreb con tanta claridad como Boukhari. Sobresale, eso sí, la del escritor argelino Kamel Daoud, quien apela a que Occidente mire también ante el espejo su relación con la “teocracia” de Arabia Saudí, “principal mecenas ideológico de la cultura islamista”. En un reciente artículo, Daoud escribió: “El ISIS tiene una madre: la invasión de Irak. Pero tiene también un padre: Arabia Saudí y su industria ideológica. Si la intervención occidental ha dado razones a los desesperados en el mundo árabe, el reino saudí les ha dado creencias y convicciones. Si no comprendemos eso, se perderá la guerra aunque se ganen las batallas. Mataremos a yihadistas pero renacerán en las próximas generaciones y alimentados por los mismos libros”. La lucha contra el yihadismo promete ser larga y complicada. El espejo será un arma clave. Pero nada fácil de usar.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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