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“Era todo bastante marciano”

La diputada efímera de Izquierda Unida forma parte de esa veintena de políticos elegidos en 2015 que no repitieron al año siguiente

Íñigo Domínguez
Sol Sánchez, frente al Congreso de los Diputados.
Sol Sánchez, frente al Congreso de los Diputados.JAIME VILLANUEVA

A Sol Sánchez (Madrid, 1970), socióloga de Izquierda Unida, le saca de quicio que le digan que entró en política en 2015, la primera vez que se presentó a unas elecciones, porque llevaba años en movimientos sociales, y eso para ella es tan política o más que la otra. Fue la segunda diputada de IU, con Alberto Garzón. Lo que no imaginaba es lo rápido que iba a salir, al menos del Congreso —ahora sigue de portavoz en IU Madrid—, porque esa legislatura duró seis meses y ella no volvió a recuperar su escaño. Fue uno de esos casos de diputados efímeros, una veintena. Antes trabajaba en entidades financieras y dice que, claro, cualquiera la coge ahora. De trabajar en el enemigo aprendió “dónde reside el poder y la grandísima diferencia en el temor a la ley entre la gente y los bancos”. Del Parlamento tiene buen recuerdo: “Fue muy divertido. También porque lo mío fue sin buscarlo, no era la ambición de mi vida”.

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¿Cómo fue llegar allí? “Era todo bastante marciano desde el minuto uno. Yo era como un crío, viendo cosas nuevas de las que no tenía ni idea. En el Congreso la gente es encantadora, la que no se ve: el cuerpo de letrados, de archiveros, los ujieres… Gente que curra muchísimo”. Eso es lo que más le sorprendió, para bien: “Al pensar en el Congreso piensas en los plenos, pero eso es la mínima parte de lo que se hace allí. Yo curré muchísimo. También porque éramos solo dos. Fue muy loco. Compartíamos un despacho y era el camarote de los hermanos Marx”.

Recuerda la impresión al ver la sala de comisiones con los retratos de los padres de la Constitución: “Todo tíos. Y en los retratos de los pasillos, igual. Pues aunque solo sea por la falta de madre que tiene esta Constitución ya merecería la pena plantearse reformarla”. Joan Tardà le aconsejó: “Tú en el grupo mixto no te preocupes, que tienes siempre dos minutos y si lo tienes claro dices lo que tengas que decir. Total, tuvo el récord de intervenciones de una diputada”. “El Congreso es mucho menos rancio de lo que parece desde fuera”, dice ahora.

Cuenta que en el plano humano era fácil y se llevaba bien con mucha gente, “hasta de Ciudadanos”. En las elecciones de junio de 2016 se enteró de que se quedaba sin escaño mientras estaba en la tele. “Aquella noche si tengo que volver a abrazar a alguien más que lloraba por perder mi escaño no respondo. A mí no me cogió por sorpresa. Esos meses no me preocupaba que se repitieran las elecciones. Algunas veces pensaba que habían sido unos meses tan absolutamente geniales, por atípicos, que igual repetir en otras condiciones no era lo mismo”.

Carolina Bescansa, en la primera sesión de la legislatura en enero de 2016.
Carolina Bescansa, en la primera sesión de la legislatura en enero de 2016.ULY MARTÍN
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¿Cómo ve ahora aquellos seis meses, sirvió para algo? “A mí me enseñó que hoy, con lo rápido que va todo en política, puede ser muy diferente lo que se percibe desde dentro a lo que está en la calle, y que esa desconexión con lo que la mayoría social tiene en la cabeza sobre lo que políticamente está pasando, pasa factura. Creo que fue uno de los errores que tuvimos”. Reconoce que allí dentro se puede perder el sentido de la realidad: “Sin duda, pero porque la institución te absorbe. Se dedican muchas horas y se puede convertir en una burbuja”. En cualquier caso no dramatiza, dice que la política es intensa, pero no dura, y peor es levantarse a las cinco para ir a currar. “Es que yo antes pagaba por esto, porque lo hacía en mi tiempo libre. Lo mejor de esto es que vas conociendo gente que es estupenda. Compensa con creces”.

Le pregunto, sin asomo de ironía, humanamente, cómo es eso de luchar por unos ideales, metas utópicas como nacionalizar la banca y Repsol, y sacar solo dos escaños, si alguna vez se frustra, piensa que lo suyo es imposible. “Mira, hace unos 10 años hicimos un acto sobre el tema de la deuda y solté una chapa tremenda. Me dije: ‘He estado fatal’. Se me acercó una chica y me dijo: ‘Ya sé por qué me siento mal, y tras escucharte me siento mejor, ¿me puedes enviar la ponencia?’. Eso te alimenta el alma. Ese trato directo y humano con la gente para explicar cosas, no dar mítines, que haya un poco de luz donde hay tinieblas. Igual yo no llego a verlo, pero estoy segura de que sí estamos cambiando el mundo”.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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