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Podemos y la política ‘low cost’

Da la impresión de que Pablo Iglesias renunciara a plantear una alternativa real de Gobierno

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, (centro) junto a los portavoces del grupo de Unidos Podemos antes de anunciar su propuesta de moción de censura.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, (centro) junto a los portavoces del grupo de Unidos Podemos antes de anunciar su propuesta de moción de censura.Javier Lizon (EFE)

Una coalición de partidos con cinco millones de votos y 71 escaños debería tener una relevancia parlamentaria muy superior a la que tienen Unidos Podemos y los otros 14 grupos que forman la coalición. Sobre todo, siendo la tercera fuerza política en un Congreso de los Diputados en el que nadie tiene la mayoría absoluta. Sin embargo, el grupo que encabeza Pablo Iglesias ha optado por pasar de perfil en la actividad puramente parlamentaria y centrarse en las performances dentro y fuera del Palacio de las Cortes.

Es como si renunciaran a plantear una alternativa real de Gobierno para centrarse en la política low cost. Se trata de obtener buenos réditos ante la opinión pública con numeritos de todo tipo con escaso coste de trabajo y de preparación intelectual. Los dos últimos ejemplos (el tramabus y la moción de censura sin negociar con el resto de los partidos), forman parte de ese estilo populista que busca más destruir las estructuras institucionales en España, que construir un proyecto de cambio en el país.

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En el segundo congreso nacional de Podemos, Vistalegre II, Iglesias prometió (tras obtener un triunfo importante frente a la corriente de Iñigo Errejón), que la nueva etapa del partido estaría regida por la unidad y la humildad. Pasados unos meses, la unidad se ha conseguido a base de purgas (empezando por la del propio Errejón) y la humildad se ha demostrado que es un término contradictorio con el líder máximo del partido morado.

Por segunda vez en poco más de un año, Pablo Iglesias volvió a salir a la sala de prensa de la Cortes, rodeado de su guardia de corps (los que quedaban tras la penúltima purga), a anunciar que iban a presentar una moción de censura contra el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Como la vez anterior (cuando se autopresentó a la investidura como vicepresidente de un gobierno de coalición con el PSOE, sin que Pedro Sánchez lo supiera), el secretario general de Podemos ni se planteó consultarlo previamente con los partidos necesarios para que la moción pudiera salir adelante.

Al contrario, en un ejercicio de dadaísmo político, Iglesias decidió que esta era una acción del pueblo y que había que negociarla con el pueblo. Así que convocó a los sindicatos y a otras fuerzas sociales para obtener unos apoyos que no sirven para nada en el hemiciclo. En el fondo, es una forma de mostrar su más absoluto desprecio por la democracia representativa que les permite sentarse en el Parlamento.

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En ese estado de confusión de papeles, los líderes de Podemos anunciaron hace meses la convocatoria de una huelga general, que tuvieron que olvidar cuando los sindicatos les dijeron que esa no era su función. Y ahora, en plena campaña para las primarias del PSOE, anuncian otras movilizaciones en defensa de "la moción de censura del pueblo"; casualmente, el día antes de la votación socialista.

La estrategia del regate en corto y de la política low cost no suele dar buenos resultados a medio y largo plazo. El problema es que uno de los candidatos a la secretaría general del PSOE está copiando algunos tics de esa práctica. El viernes, Pedro Sánchez ofreció públicamente a Patxi López integrarse en su candidatura sin haber hablado antes con él. ¿Les suena?

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