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200 soldados participan en un experimento a empujones

Un equipo científicos investiga cómo evitar muertes en avalanchas como la del Madrid Arena con la ayuda del Ejército

Un nutrido grupo de soldados del regimiento América 66 se apiñan contra una salida de solo 75 centímetros.Vídeo: LUIS AZANZA / UNIVERSIDAD DE NAVARRA
José Manuel Abad Liñán

“¡Firmes, ya! ¡Descansen, ya! ¡A discreción!”, grita el oficial antes de retirarse. “Empujaos más”, ordena entonces el científico. En el acuartelamiento de Aizoáin, por un día, quienes mandan son los civiles. Y no dan unas instrucciones cualesquiera: se exige a la soldadesca, 200 infantes, que se apelotonen en desorden, que se empujen entre sí con ganas, que simulen el pánico de una multitud que intenta escapar de un incendio o de cualquier otra calamidad por una puerta de 75 centímetros. Con tal de que las futuras salidas de emergencia salven más vidas, bien vale apearse un rato de la rigidez castrense.  

Por participar en este tipo de experimentos, en Alemania se pagan 100 euros por persona. Aquí, la soldada es un bocadillo

Un encierro de los sanfermines salió en portada de la revista científica Nature en el año 2000. Nada tenía que ver la fiesta navarra más internacional con el estudio que publicaba, pero la imagen de los mozos apretujados ante los toros servía como ilustración para una tesis: colocar un obstáculo delante de la puerta de salida reduce los apelotonamientos. Sostenía la investigación que así se dispersa la presión del grupo y la evacuación se vuelve más fluida.  

“Pero es que nadie ha demostrado empíricamente aún que el obstáculo sea útil”, dice encogiéndose de hombros Iker Zuriguel, director del Departamento de Física y Matemática Aplicadas de la Universidad de Navarra. Tampoco a qué distancia de la puerta hay que colocarlo para que haga su efecto disuasorio y, a la vez, no ciegue la vía de huida.  

El coronel Santamaría pasa revista al regimiento América 66 del cuartel de Aizoáin.
El coronel Santamaría pasa revista al regimiento América 66 del cuartel de Aizoáin.L.A.

Para averiguarlo, el investigador y su equipo han logrado reunir en el antiguo frontón del cuartel a un grupo de militares tan nutrido como generoso. Por participar en este tipo de experimentos, en Alemania se pagan 100 euros por persona. “Y eso que no incluyen empujones”, añade el físico. Para los colaboradores del regimiento América 66 de Aizoáin, en cambio, la soldada es solo un bocadillo.  

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Un grupo de solados intenta huir de un espacio reducido en una simulación.
Un grupo de solados intenta huir de un espacio reducido en una simulación.L.A.

Como de momento el pánico no es una variable de la física, el experimento está concebido para medir el flujo de las personas, cómo se mueven (y se arremolinan, y se atascan) y la presión que se ejerce un grupo sobre la puerta de emergencia. El equipo de investigación, integrado por físicos y arquitectos, ya había medido cómo influían esas variables con un grupo de cien escolares y aún antes con ovejas. Pero contar ahora con 200 personas se les hace un lujo que permite cazar varios atascos (uno de los mayores peligros, incluso los que duran apenas cinco segundos) y oleadas y bandazos de la masa que terminan en caídas.  

Justo antes de la primera prueba, los soldados se han puesto un gorro rojo de pescador nada reglamentario pero necesario para que una cámara cenital en el techo y otra en el dintel de la puerta los graben y se conviertan luego en un enjambre de puntos en una pantalla. La primera instrucción que retumba en la estancia es darle la vuelta al chándal del Ejército de Tierra que visten tras recorrer, de buena mañana, 12 kilómetros con una carga de 10 kilos fusil en ristre. Y es que hay que ocultar las banderas españolas estampadas porque su rojo puede confundir al ordenador y hacerle contar dos veces a una misma persona.  

Un técnico observa en tiempo real cómo la masa se distribuye en torno a un obstáculo circular
Un técnico observa en tiempo real cómo la masa se distribuye en torno a un obstáculo circularL. A.

“Salid rápido”, retumba la consigna una de las 30 veces que han pasado por la puerta estrecha antes de volver a entrar, sin la menor queja por cansancio, por una entrada posterior del frontón. “Ahora, sin empujarse”, rebota el eco en la estancia. La idea es comparar situaciones de más y menos competencia entre los evacuados, con y sin obstáculo, corriendo más lento o más deprisa.  

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Será interesante comparar los resultados de los militares fornidos con los de los adolescentes y los investigadores creen que las conclusiones pueden extrapolarse a otros países. Las diferencias culturales, según parece, no tienen sitio en una estampida. “Por más que en otros países la gente se toque menos que en los mediterráneos, en una situación así la capacidad humana de decisión es mínima”, apunta el investigador. Las personas tienden a comportarse como si fueran pequeñas canicas compitiendo por escapar a través del cuello de una botella. Aun así, hay sitio para alguna nota local: “Esto lo he vivido yo ya en el chupinazo”, comenta un cabo, que, como sus compañeros, se ha levantado sin saber que la instrucción del día incluiría un experimento científico.  

A primera vista la prueba de Navarra, con el obstáculo ubicado en uno de los casos a solo medio metro de la puerta, no parece demostrar que sea eficaz como sostenía Nature. Pero quedan por delante seis meses de análisis de los datos (esos enjambres de puntos de los gorritos rojos) que podrían derivar en diseños de salidas más eficientes. En una mañana casi festiva en el cuartel, el único momento en el que investigadores y militares tuercen el gesto llega al recordar la muerte por aplastamiento de cinco chicas en el Madrid Arena. Aquel saldo terrible contrasta con el del experimento científico-castrense. Más leve, imposible: un roce en un antiguo esguince y, tiradas en el suelo, las gafas rotas de un soldado.

Los militares llevan puesto un gorro rojo para que el 'software' que interpreta sus movimientos los detecte bien.
Los militares llevan puesto un gorro rojo para que el 'software' que interpreta sus movimientos los detecte bien.L. A.

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Sobre la firma

José Manuel Abad Liñán
Es redactor de la sección de España de EL PAÍS. Antes formó parte del Equipo de Datos y de la sección de Ciencia y Tecnología. Estudió periodismo en las universidades de Sevilla y Roskilde (Dinamarca), periodismo científico en el CSIC y humanidades en la Universidad Lumière Lyon-2 (Francia).

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