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La alegría truncada de ‘Mati’

Matilde de Castro fue la primera víctima de violencia machista en 2017 a manos de su pareja en Rivas-Vaciamadrid

Mai Montero
En la pantalla del móvil, una foto de Matilde Teresa de Castro, la primera víctima de violencia machista en 2017.
En la pantalla del móvil, una foto de Matilde Teresa de Castro, la primera víctima de violencia machista en 2017.Kike Para

Una foto en sepia, en la que resalta el color azul de los ojos de “Mati”, como cariñosamente la llamaban su familia y amigos, preside una de las paredes del bar La Corrala en Rivas-Vaciamadrid. Muy cerca, pinchada en un corcho y adornada con un marco de purpurina, otra instantánea la muestra a ella y a su pandilla, ataviados con camisetas del Real Madrid, celebrando el triunfo del equipo blanco. Ambas son muestras del recuerdo de alguien que ya no está, pero que era parte activa y querida del ensamblaje que convierte a un barrio en una pequeña familia donde todos se conocen.

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Matilde Teresa de Castro, de 40 años, fue la primera víctima de violencia de género de 2017. Su pareja sentimental en ese momento, Nelson Enrique Parra, un chico colombiano de 20 años, le asestó cinco puñaladas en el domicilio donde residía en la calle de la Dalia número 2 de Rivas la última noche del año. La agresión puso fin a su vida la madrugada del uno de enero en el hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Licenciada en Química a los 22 años, Mati daba clases particulares a estudiantes universitarios en una academia del centro de la capital. Su carácter extrovertido y alegre, según explica su madre Hortensia Hernández, hacía que fuese apreciada por todos. “Desde que terminó la carrera nunca dejó de trabajar, era muy buena y se la rifaban. Era muy activa. Sus alumnos estaban muy agradecidos. Recibimos muchas condolencias, cartas y detalles cuando se enteraron de su muerte”, explica Hernández.

Además de trabajadora, Mati también tenía un carácter luchador. Así la describe su madre que cuenta que hace tres años la fallecida había sufrido un cáncer de colon. “Siempre tenía una sonrisa en la cara. Cuando la operaron el médico me decía que llegaba a la consulta y le alegraba la mañana”, recuerda Hernández emocionada.

La noche del crimen sus padres se encontraban en Canarias pasando la nochevieja con Jorge, uno de los hermanos de Mati, y la hija de este, una niña de dos años, que llamaba a su tía fallecida “tata”. Mati ya había pasado con ellos parte de las navidades y les dijo que no le importaba que se marchasen; tenía pensado celebrar esa fecha con sus amigos, una cita a la que nunca llegó a acudir. “Fue horroroso no poder estar allí. Cogimos el primer vuelo a Madrid a las siete de la mañana, desesperados”, afirma la madre.

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Al fondo, una foto en homenaje a Matilde de Castro en el bar La Corrala de Rivas-Vaciamadrid.
Al fondo, una foto en homenaje a Matilde de Castro en el bar La Corrala de Rivas-Vaciamadrid.Kike Para

E. M, un amigo y vecino de la fallecida, narra con lágrimas en los ojos el momento: “Tomamos algo antes de cenar en La Corrala y quedamos en que nos veríamos después de las uvas para salir de fiesta. No nos enteramos de lo ocurrido hasta el día siguiente”. El asesino de Mati tenía una orden de alejamiento por una denuncia de malos tratos interpuesta por ella misma, aunque ambos habían incumplido esta medida varias veces. “Parece que este chico estaba solo y a ella le dio pena, y mira cómo se lo pagó”, se lamenta la madre.

Algunas de las pasiones de Mati eran el deporte —solía jugar al pádel y al tenis con sus primas—, la música, viajar, tomar el sol y los animales. Tenía un perro, Newton, que ahora cuidan su padre, su madre y su hermana melliza.

Una de sus amigas más íntimas, A.M, relata cuánto echa de menos a Mati y el tiempo que compartían. "Muchas veces nos llamábamos y si no teníamos nada que hacer comprábamos una pizza y veíamos una peli en casa. Con eso bastaba para que nos diesen las tres de la mañana arreglando el mundo solas". La amiga, que prefiere no dar su nombre porque "no confía demasiado en la justicia de España" ni en que el asesino de Mati cumpla "una condena muy elevada en Estremera", donde se encuentra a la espera del juicio, denuncia también el trato que se dio en los medios al hecho de que Mati fuese mayor que su pareja. "La gente juzga y al final lo único importante es que muere una persona. Yo quería a mi amiga y no me metía en su vida. Supongo que no nos dijo nada por vergüenza o porque creía que podía solucionarlo. Ella aparentaba mucha menos edad y en su día a día estaba rodeada de jóvenes porque era su trabajo. ¿Por qué estaba mal que estuviese con un chico más joven? Lo que no se tendría que consentir es que una persona con un historial como el de él, el cual hemos conocido más tarde, estuviese en la calle", añade. 

La reciente pérdida de Mati sigue latente entre sus allegados. Su imagen es la foto de los grupos de WhatsApp que compartía con sus amigos. Y su madre afirma que varias amigas cercanas a la joven se siguen acercando hasta su casa para hablar con ella y contar historias de su hija. “A veces nos sentamos a charlar y a recordar cómo era, ha sido una paliza para todos”. La madre, creyente y practicante, cuenta que también dedica muchas misas a su hija. “Hace ocho o diez días la policía desprecintó el piso, fue duro ver allí todas sus cosas”, comenta Hernández.

Pero si algo le gustaba a Mati y que menciona su entorno era bailar. A la madrileña le atraía todo tipo de baile, aunque sentía cierta debilidad por las sevillanas. E.M, amigo y vecino, insiste en lo mucho que se nota su ausencia cuando salen a tomar algo. “Era alegre, inteligente, guapa, y tenía amigos de todos las edades. La recordamos con mucho cariño y como a ella le gustaría. Muchas veces, cuando salimos a bailar suena una sevillana y yo digo: esta va por ti, Mati”.

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Sobre la firma

Mai Montero
Es editora de portada en el equipo digital de EL PAÍS y escribe reportajes para otras secciones. Antes trabajó en otros medios como Periódico Magisterio, especializado en educación, y en Cambio16. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS, actualmente cursa el Grado de Derecho en la UNED.

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